“Agujeros negros”, de Ogando 2014, y “El jueguito”, de Campeonamos, son los nuevos relatos seleccionados entre la segunda remesa de participantes al I Concurso de Relato Breve NegroCriminal y Policiaco de Fiat Lux.
Recuerda que puedes participar enviando tus escritos a ficcionnegra@revistafiatlux.com; consulta las bases.
AGUJEROS NEGROS Ogando 2014
Yo sí le creí, a pesar de lo inverosímil de su historia. La policía había ignorado reiteradamente sus denuncias, pero yo le creí. Tal vez porque sea el único detective ingenuo del mundo, o tal vez porque la paga por el trabajo era realmente alta. En cualquier caso, tras tanto tiempo investigando infidelidades y corrupciones, un buen caso de posible homicidio era lo que mas se parecía a esos casos de las películas que me habían inspirado para ser un detective precisamente.
Que alguien te encargase descubrir a su presunto asesino, antes de que este le asesinara, hacía subir varios enteros tu cotización en bolsa, le prestaba al asunto un cierto halo de ciencia ficción, y un aroma a caso de Sherlock Holmes. No podía dejar pasar la oportunidad.
Mi cliente estaba convencido de que alguien había puesto en marcha el plan mas sofisticado, del que yo hubiera oído hablar, para acabar con él, para realizar un crimen perfecto. De hecho, según él, el plan consistía en que, cuando por fin el criminal le asesinase, nadie pudiera acusarle jamás de nada, pues en realidad no quedaría ningún rastro de la anterior existencia de su víctima. Para mi cliente no podían tratarse de una casualidad los hechos que estaban obsesionándole en los últimos tiempos.
Allá donde antes había estado su colegio, ¡ahora había una tienda de chinos! De las empresas en las que trabajó no quedaban ni los edificios. Las casas de sus familiares, que ya no existían, estaban derruidas u ocupadas por gentes que no recordaban quien había vivido allí antes. Los amigos también habían muerto, o se habían alejado hacía tiempo, y les había perdido toda pista.
Ciertamente todo aquello resultaba extraño, y lo investigué a fondo. Finalmente, pasado un tiempo, estuve en posición de entregarle un informe preciso.
Desde cierto punto de vista era verdad que alguien iba tras él, pero nada se podía hacer por evitarlo. Todo lo que estaba desapareciendo a su alrededor, lo hacía por un mismo motivo: él iba envejeciendo, y la ciudad no paraba de modernizarse. Los agujeros negros que crecían en su existencia, estaban simplemente siendo reemplazados por retazos de otras existencias. El implacable asesino que iba tras él era el tiempo, y poco a poco iba haciendo desaparecer las huellas de su paso por la Tierra.
Al menos ahora, quedaría mi informe escrito, para que no quedase totalmente relegado al olvido.
EL JUEGUITO Campeonamos
Chalito manejando.
A Nico Bellic: gafas oscuras, pelo rapado al cero, barba de tres días, cara cuarteada de cicatrices.
Un vato a toda madre.
Acaba de salir de una tiendita y la figurita luce en la pantalla como un pinche universitario gringo: pantalones vaqueros de caída recta. Playeras blancas. Cazadora roja con mangas blancas. En la espalda la inscripción “The Wolves”.
Ha pagado 850 dólares por todo. Tiene crédito, por eso lo ha hecho. De no haber tenido cash hubiese sido: vestirse y balacear al dependiente bujarrón. Pero la zona está plagada de coches de policía y todavía no se arregla bien con la moto. La tiene aparcada en la entrada de la tienda. La levantó dos calles más abajo.
El jueguito es cojonudo.
Chalito sueña con ser algún día como Nico Bellic, el vato más duro del GTA IV: cumplir la misión, conseguir lana, mota, chicas.
Incluso fantasea con que algún día le compondrán corridos:
Todas las mocitas se encopetan
Cuando saben que ronda Chalito
Con su pistola todavía humeando
El narco más grande parido
Tan chévere.
Por ahora, únicamente: cobra cuotas, lleva mensajes, avisa de la llegada del Ejército. Cosas de críos.
Lo que él quiere: un jale bien cabrón.
Cree que será más pronto que tarde. Casi tiene catorce años y ya maneja el chivo mejor que al güero del videojuego. Ni siquiera le tiemblan los brazos al tabletear. Ha estado haciendo ejercicios con el machete. Tal y como le han ordenado. Músculos duros, destreza de carnicero.
Bien mamado.
Recibe un SMS en el celular que le dieron junto con la Playstation cuando lo ascendieron a halcón:
[Órale compa]
Llama el patrón.
Chalito apaga la consola justo cuando Bellic encañona al pendejo de una gasolinera y sale escopeteado. Ni siquiera pierde un par de minutos en llevar a Nico hasta un piso franco para hacer un savegame y guardar los avances del juego.
Fuck, pero:
Ni modo se hace esperar al patrón.
10:30 AM en Ciudad Juárez. El sol, quieto, amarillo y solitario allá arriba, parece el huevo ranchero de un plato de frijoles al que se le hubiesen zampado los frijoles.
Chalito, que ignora que no verá un nuevo amanecer, camina erguido, rechulo.
Sueña con que hoy sea el día.
El del jale cabrón.