Son solo en español.
No son 10, ni 15, ni 5…
Son siete (y media).
¿Que por qué siete (y media)?
Pues porque sí.
O porque en la redacción matamos el tiempo (entre otros vicios) jugando a las siete y media; porque los chupitos los tomamos de siete en siete, y lo rematamos con medio más; porque cuando sacamos tabaco lo hacemos de siete en siete, y un medio más para otros quehaceres; o porque cuando empecemos a matar lo haremos de siete en siete, y en la lista ya hay quince…
¡Qué más da!
Porque sí, y punto.
Y dicho lo cual…
Las mejores novelas negras de 2016 para Fiat Lux son siete y media.
Son estas.
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No tenemos palabras (ni sustantivos ni adjetivos) porque nos pareció, nos parece y nos parecerá una puta obra maestra (otra) de un puto genio. Y amén. Negro en estado puro. Lo que somos. La tenemos en el estante de “no la podrás leer una sola vez”. |
Manguis. Paco Gómez Escribano.
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Es el barrio. En todas sus declinaciones. De cuando había barrios, claro. Y quien, aun sin haberla leído, diga “¿barrio?”, y añada “yo no tengo ‘barrio’”, ese es un (una) don nadie. Quien lo diga habiéndola leído, también. La vida vive en el barrio. Y el barrio sí tiene quien le escriba. |
Desterro. Manuel Barea.
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Un tiro. Una pasada. Una novela, además, interactiva. El ‘recorrido’ que se le ha dado es la prueba más evidente de que muchos de ‘los que leen’ no saben leer o no tienen ni puta idea. |
Azul Marino. Rosa Ribas.
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Se paladea literatura al leerla. Y se constata cuánto mola el ritmo, en mayúsculas. El de verdad y no las gilipolleces esas de ‘ritmo trepidante, vertiginoso…”. Ana, Beatriz, Isidro, Sabine y Rosa firman la mejor de la trilogía. |
El carbonero. Carlos Soto Femenía.
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El descubrimiento. Un latigazo. Una novela dura que nos embrujó porque leíamos poesía negra que araña, incrustada en prosa con olor, con sabor y con dolor. Nosotros la leímos y la boca nos sabía a negro. |
Tienes hasta las 10. Francisco Castro.
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Recibes un email. Ha sido escrito hace un minuto. Es de tu padre. Tu padre murió ayer. ¿A que acojona? Aquí en este mundo nuestro la cosa también va de sensaciones, de sacudidas, y hacía bastante que no leíamos con esta ansia y esta desazón. |
El peso del alma. José María Espinar Mesa-Moles.
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Sangre nueva. Sangre fresca. ¡Con la falta que nos hace! Un tipo a seguir. Las 510 palabras con las que, de arranque, se presenta Milton Vértebra (‘La noche es mi reino y el amanecer su frontera”) son trilita en rama. Y a partir de ahí, un viaje a toda hostia. |
Esas son nuestras siete.
Pero dijimos que eran, que son, siete y media.
Y la media es Sangre en los estantes, de Paco Camarasa.
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Media porque no es novela, aunque chorrea novelas. Y está y nos mola porque Paco habla tan rápido que es imposible retener todo lo mucho y bueno que cuenta, y ahora lo tenemos por escrito. |