“Post-it”, de R.Welter, y “La carretera”, de Luis Antonio Beauxis, son los nuevos relatos seleccionados de la nueva remesa de participantes al I Concurso de Relato Breve NegroCriminal y Policiaco de Fiat Lux.
Recuerda que puedes participar enviando tus escritos a ficcionnegra@revistafiatlux.com. Consulta las bases.
POST-IT R. Welter
La cuarta víctima aún estaba caliente cuando llegamos.
Idéntico modus operandi: un lugar público, una víctima al azar, un tiro en la cabeza. La historia de siempre: nadie ha visto nada. Ni siquiera teníamos una descripción, no había cara, ni altura, ni pelo. Era como si fuese invisible. Se reía de nosotros. Las tres veces anteriores había vuelto al sitio donde dejó el cadáver. Cuando ya estábamos nosotros alrededor. Y nos había dejado tres números en tres post-it amarillos; el orden en que les mató.
Mientras esperábamos que el cuarto número apareciese, di orden de establecer un perímetro circular de cinta con un radio de tres metros, desde el cuerpo de la chica. Que no lo cruce ni Dios. Escudriñaba a la multitud, tratando de ver a alguien invisible. Pero nadie me llamaba la atención. Podía ser cualquiera. Incluso podía ser uno de los nuestros, alguien con uniforme al que se le cae un papelito. Sería invisible.
Igual ésta vez no se la jugaba, sabiendo que le buscábamos.
Di una calada al cigarrillo mientras caminaba entre la gente, expectante. Esperaba que apareciese.
Frente a mí, al otro lado del círculo alguien se detuvo. Un hombre, que miraba el cuerpo con interés. Era calvo, o estaba rapado. Ni un sólo pelo en toda la cabeza. No tenía color de pelo. Me dirigí hacia él, deslizándome entre la gente.
Me choqué con alguien que olía a alcohol y a meados.
Me disculpe, el mendigo señaló mi cigarrillo con la cabeza y dijo algo que no entendí. Le di el mechero. Él se llevó un pitillo invisible a los labios: quería todo el pack. Se lo di, mientras buscaba al rapado con la mirada. Lo encendió y me devolvió el mechero. Desapareció entre la gente.
El hombre seguía acercándose a la cinta policial, mirando a todos lados. Vigilaba. Era él. Empecé a caminar en su dirección, tratando de pasar desapercibido. Estaba atento, pero no sabía que le veía. Miró hacia mí. Yo disimulé, mirando hacia la bolsa negra en la que descansaba una chica demasiado joven que ahora tenía tres ojos en la cara.
No me había visto, porque seguía avanzando hacia la cinta. Me acerqué hasta que casi podía agarrarle estirando el brazo.
Busqué las esposas dentro de mi bolsillo. Mi mano se topó con el mechero. Lo toqué. Miré a mí alrededor.
Saqué el mechero.
Allí estaba. El post-it.
LA CARRETERA Luis Antonio Beauxis
Paco contemplaba la carretera desde la puerta de su casa. La Municipalidad se había esmerado en el asfaltado de aquel tramo, realmente habían hecho un muy buen trabajo.
– ¡Buenos días, Paco! – saludaron al pasar, Concha y Toni, arrancándolo de sus cavilaciones.
– ¡Buenos días!
– ¿Has tenido alguna noticia de la Inma? – preguntó Concha con un tono que pudo haber sonado ligeramente irónico.
Por toda respuesta, Paco se encogió de hombros.
– ¿Por qué te empeñas en atormentarle? – alcanzó a escuchar que Toni la reconvenía mientras se alejaban – Si todos en el pueblo saben que la Inma se marchó a Madrid con aquel viajante de comercio…
Paco sacó un cigarrillo, lo encendió y le dio una buena calada. Volvió a dirigir la mirada hacia el asfalto reluciente. Recordó aquel lodazal que, otros años, se formaba en aquel tramo de la carretera, precisamente frente a la puerta de su casa. En verdad, la Municipalidad había llevado a cabo un trabajo excelente. De lo contrario, al llegar el deshielo, alguien podría haber encontrado el cuerpo de la Inma.