Por Sergio Vera Valencia, coordinador del club de novela criminal las Casas Ahorcadas.
Pregunta de trivial: ¿Qué fue antes, el trauma o la gabardina?
En cristiano: ¿por qué son tan lloricas los detectives? ¿Es que no les dan el título sin el visto malo del psiquiatra?
Y mira que no lo entiendo. De verdad que no. No entiendo por qué tanta melancolía, si suelen pillar a los más malos y cepillarse a las más buenas, mientras nosotros (yo, al menos), tragamos mierda a cucharadas sin comernos un colín, y no por ello nos hemos dado al Tranquimazin o la botella.
Y no, no me vale que es porque no tienen donde caerse muertos, ¿Porque quién tiene para mausoleos, en estos tiempos en que un mileurista parece un multimillonario?
En serio, ¿no empezáis a estar un poco hasta las gónadas de tanto huelebraguetas deprimido y deprimente con la que está cayendo?
En ese caso, tengo la solución a vuestra detectivesca crisis de fe: 612 euros.
A ver, no me miréis así, que yo tampoco tengo un puto duro. 612 euros es el título de la segunda entrega de la serie protagonizada por Touré, probablemente el detective más negro y privado de la breve pero intensa historia de la novela criminal ibérica.
Tan negro como sólo puede serlo un burquinés, y tan privado, que no tiene agencia ni licencia.
Y de armas, mejor ni hablamos, que las carga el diablo y lo de los negros es un mito.
Eso sí, un mito la mar de provechoso para el subsahariano, porque mientras muchos lugareños sostienen que el verdadero problema vasco es que en Euskadi sólo se pinchan aperitivos, este super(anti)héroe se verá asediado día y noche por blanquitas de toda clase y condición, que le permitirán darle una alegría al bolsillo y al cuerpo, sacándose un sobresueldo muchas veces mayor que el que este hiperviviente con el “todo por la pasta” por bandera, consigue por ejercer un sinfín de oficios a cuál más disparatado, como toro de fuego, adivino o cantante de coro, con los que apenas llega a fin de día.
Sí sí, ni a fin de mes ni de semana, a fin de día, que muchas mañanas, cuando el brujo detective levanta el culo del colchón, no tiene un euro en el bolsillo, ni puta idea de conjuros con que invocarlos.
Mas, en un alarde de la proverbial paciencia africana, lejos de amargarse o compadecerse, este perdedor invencible que se gana al lector desde la primera página, derrocha siempre optimismo y sentido del humor (nada negro, por cierto), cuando tendría infinidad de motivos más para el desaliento que los taciturnos Marlowes de turno.
Y eso que le crecen los enanos, al pobre. Dos para ser exactos, dos familiares que no le resultan nada familiares, que no contentos con meter mano a su despensa, hacen otro tanto con los pisos del vecindario.
Entre ellos, el de Marisa, un cruce entre momia y bruja, que contrata a Touré para recuperar una dentadura postiza, un consolador XXL y un libro de Abasolo, sin anticipo ni visos de VISA.
Por suerte, este bastardo entre Eduardo Mendoza y Daniel Pennac no estará solo, sino que contará con la inestimable ayuda de amigos como el sabio Osman, su compañero de piso patera, Cristina, una bella y simpática ex-prostituta a la que no le importaría “hacerle un par de mulatillos”, Txema, un repartidor de libros y melopeas, o Davide, un pálido corista incapaz de vocalizar, mientras apatrulla incansablemente las calles de San Francisco.
Porque a un segundo del primer mundo, del Bilbao blanco, está el tercero, ese pequeño África llamado San Francisco. El barrio más seguro de toda la ciudad, con sus bereberes y sus berebares, sus bazares chinos y sus peluqueros magrebíes, sus camellos negros y sus yonquis blancos, sus putas multicolores y sus clientes multivicios, y sus 19 cámaras de vigilancia que todo lo ven, pero que casi siempre miran hacia otro lado. Un ghetto a caballo (y nunca mejor dicho) entre un anuncio de Benetton y un programa de callejeros, tan violento, tan delirante como el Harlem de Chester Himes.
Un barrio que su autor, Jon Arretxe, conoce de primera mano y como la palma de la susodicha, porque las escribe con el corazón y desde el corazón del barrio. Y eso se nota y agradece. Mucho. Agotados como estamos de recorrer una y otra vez los mismos lugares comunes, los mismos San Franciscos.
En suma, una novela original, que aborda de forma desenfadada pero nada complaciente una realidad tan ajena y cercana como es la de los inmigrantes ilegales, gracias a un sin papeles con muchas papeletas para convertirse en uno de los personajes más entrañables de la historia del género patrio.
612 euros, Jon Arretxe, Editorial Erein.