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MADRID: FRONTERA de David LLorente, por Luis Artigue.

Luis sabe de todo y por eso le queda como un guante la etiqueta periodista. Pero llamarle periodista es quedarse corto. Dentro de Luis Artigue hay un periodista, sí, pero ahí adentro hay también un escritor, un ensayista, un reseñista, un presentador afilado, un entrevistador implacable, un cachondo mental y un polemista total.

¿Un tertuliano, entonces?

También, sí, pero sensato, que es algo que no se lleva en la profesionalización de ese gremio, pero que ejerce y demuestra en cuanto uno se descuide.

Y, además, Luis, buena gente, es un lector voraz.

En definitiva, Artigue es Fiat Lux. Y por si las pruebas aquí anotadas fuesen, o pareciesen (a alguien), pocas, pónganse el casco y lean.

 

 

Madrid:frontera, David Llorente.

Por Luis Artigue.

 

    Convertir los personajes esquemáticos en personajes arquetípicos es un modo de cambiar el mundo…

   Me refiero a que a menudo las novelas negras (novela policial, novela-enigma, noir o hard noir) de fondo crítico, aspecto verista y lenguaje directo, para no perder su aunada vocación de entretener y también de servir de estimulante político-moral, apuestan por personajes tan poco marcados, tan poco singulares aunque estén bien definidos, que no metaforizan nada pues la intencionalidad narrativa es que el peso simbólico caiga del lado de la trama (una trama a su vez entreverada de agudos diálogos, eso sí).

   Sin embargo ciertos autores actuales tan personales como audaces están retomando el género negro y fusionándolo con la distopía social mediante tramas con segunda y tercera lectura para crear así una literatura negra menos directa, más alegórica y reflexiva, pero igual de contundente políticamente.

   Así por ejemplo ese profeta de la destrucción y guardián del lenguaje llamado Cormac MacCarthy en su celebrada novela, ya un clásico moderno, La carretera.

   Así ese Cormac MacCarthy español llamado David Llorente en su novela negra, distópica e hipnótica Madrid:frontera (Ed. Alrevés).

   Uno lee esta novela de prosa desenvuelta, suelta, plástica y autorreferencial –cuyo imparable ritmo como de traumado flujo de conciencia hace que en ningún momento el lector note las preocupaciones técnicas del novelista-, y duda de si el narrador es un visionario o un sicótico, y de si la voz que lo cuenta todo es la del protagonista o la que llevamos dentro todos nosotros.

   Todo ocurre en un Madrid actual que viene a ser algo así como el negativo fotográfico de esa ciudad: un Madrid postapocalíptico con mar y faro y puerto y noche perpetua y lluvia sucia y pisos vacíos y desahuciados mendigos animalizados y antidisturbios y gobierno autoritario que oprime tortura asesina y hasta quema libros en la hoguera de las libertades: un marco narrativo con textura de gris pesadilla política estéticamente heredero del expresionismo alemán, y el cual, al fondo de la historia narrada, contiene en sí también una dosis de exotismo alegórico angustiante, crítico con todo, subversivo, tan pesimista que en verdad es nihilista, y sin embargo potente y sugestivo…

   Ellos, los no gobernables, los desahuciados de todo que luchan por preservar su identidad, quieren derrocar al gobierno a base de manifestaciones pacíficas silenciosas… Tú quieres sobrevivir… ¿Tú?… Todo se lo cuenta en efecto a sí mismo en magistral segunda persona y así, con inseguridad entre neurótica y psicótica, un tipo que a veces parece el último hombre sobre la tierra: “Te llamas Igi W. Manchester. Tienes treinta años y tu vida es un interminable día de lluvia. Es algo que no debes olvidar jamás. La pérdida de la identidad (no saber quiénes somos) es la madre de todas las desgracias. ¿Entiendes? Sí. Bien…”.

   Madrid arde sin fuego. Y duele. Como en La carretera de Cormac McCarthy desconocemos las razones del ocaso, pero sabemos que al ver este Madrid estamos observando los escombros de un mundo arquetípico.

   Madrid:frontera, una virtuosa novela en la frontera de varios géneros escrita con una prosa certera, notarial, pero por momentos amargamente lírica (que aúna el lenguaje ágil, eficiente y preciso de Philip Roth y Don DeLillo, el combativo pero no panfletario ni voluptuoso de la novela social española del siglo XX y el centroeuropeo atemperado y lúcido de Peter Handke), nos presenta de modo inteligente, indirecto y soportablemente intenso un pedazo de lo peor de nuestra realidad. Y, al hacerlo, más allá de la historia dura y el personaje desdesperanzado, lo que más nos duele y a la vez ilumina es la luz enrarecida de este Madrid, y de esta novela; una luz que acentúa la carga atmosférica de grisura social por un lado postapocalíptica, y por otro darwinianamente medieval.

   Se trata de verdadera narrativa de autor que, en lo que tiene de parábola política en segunda persona, nos interroga a todos sobre lo que estamos diciendo, siendo y haciendo con nuestra dignidad.

   La novela acaba de ganar el Premio Hamett de la Semana Negra de Gijón a la mejor novela negra del año, pero he aquí algo que, por su ambición y personalidad y por la brillante naturalidad de su acabado, es mucho más que una novela de género.

   Sí, he aquí, en medio del panorama de pobre exploración formal que caracteriza la actualidad editorial, una obra mayor inclasificablemente estimulante.

   Al perdurable modo de La Metamorfosis de Kafka y El pecho de Philip Roth, estamos ante uno de esos procesos de transformación y denuncia sólo posibles mediante el lenguaje, el cual nos lleva más allá de lo evidente sin abandonar la ciudadela de la cordura.

   Lean Madrid:frontera.

 

Luis Artigue

www.luisartigue.org

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Fotografía de David Llorente: Clara González Calvo.

 

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