Por Marta Marne Fernández (@Atram_sinprisa)
Zinóviev aparece asesinado. No solo asesinado, despellejado, con los testículos en su boca y la foto de un niño incrustada en el pecho con una pistola de clavos. La foto de ese niño es la de Roberto, el hijo de Laura, un niño que fue asesinado, según todos los indicios, por Zinóviev. Debido a esto y a que las esposas con las que estaba engrilletado eran las de Laura, la convierten en la principal sospechosa. Laura era policía, llevaba tiempo queriendo destapar una red de mafia rusa, la Matrioshka, y su empeño fue tan lejos que le hizo perder a su hijo por el camino. Para colmo, el cuerpo de Laura aparecerá poco después tras su suicidio.
Este comienzo que te deja sin respiración ya ves que es una declaración de intenciones. La búsqueda de quién asesinó realmente a Zinóviev es solo una de las líneas argumentales de la novela. Afortunadamente tenemos otras más amables, como la historia de Gonzalo, el hermano de Laura y la historia de su familia. Claro, más amables en apariencia. Porque según vas pasando las páginas el dolor vuelve a agolparse capítulo tras capítulo.
La novela está narrada en dos tiempos. Por un lado, la época actual, año 2002, con la historia de Laura y de Gonzalo. Por otro lado, un amplio abanico de años que arrancan en 1933 con el viaje a Moscú del padre de Laura y Gonzalo, Elías. Con Elías iremos recorriendo el paisaje europeo, en especial el ruso, en los años más duros y desgarradores de la historia europea.
Como en libros anteriores, las novelas de Víctor son novelas de personajes. Ellos son los que llevan el hilo argumental, los que transmiten emociones y sensaciones al lector, haciéndote empatizar con algunos y odiando a otros. Una de los recursos que más me han fascinado es que te muestre las dos caras de la moneda de los personajes para que seamos nosotros los que decidamos si ese personaje nos es favorable o no. Por lo tanto, eso implica un esfuerzo mucho mayor por parte del autor, mostrando los hechos y quedándose un poco al margen para dejarlo todo en manos del lector. O al menos, haciéndonos creer eso.
Las novelas de Víctor me resultan especialmente duras. Con Respirar por la herida lo pasé realmente mal, dejando muchos días de distancia entre la lectura de unos capítulos y otros. Con esta me ha pasado lo mismo, un mes he tardado en poder leerla y asimilarla. Quizá soy demasiado sensible o quizá toca aspectos humanos que me afectan especialmente, no lo sé. Sólo sé que me resulta imposible asimilar tantas emociones de golpe, necesito hacerlo poco a poco y en días que el estado de ánimo sea el adecuado. Y eso que mucha de la crudeza que trata está camuflada, dulcificada, y en algunos casos solamente tocada de puntillas. Pero en muchas ocasiones la imaginación es peor que el conocimiento de la verdad abierta.
Como ya han dicho muchos, quizá sea una novela negra menos negra que las anteriores. La parte histórica tiene un peso enorme en la novela, comiéndose casi la trama negra. Pero es que las partes de novela negra son brutales. Las últimas 100-150 páginas son de esas que te dejan sin aliento, con un nudo en el pecho y sufriendo por pasar cada página.
Las novelas de Víctor son de esas novelas que dejan huella durante mucho tiempo. De esas que te vienen a la cabeza cada pocos días, de las que recuerdas cómo te sentiste al leer un determinado pasaje, una determinada parte de la historia. Aunque se sirve de tramas policíacas para contarnos lo que quiere, lo más negro que nos transmite siempre es el dolor de sus personajes, sus pérdidas, sus silencios, sus sufrimientos. Y encima lo consigue con un uso de la pluma magistral: la construcción de los personajes, esas historias tan medidas y complejas, esa narrativa con decenas y decenas de frases para subrayar y recordar…
Espero que con esta novela por fin le llegue el reconocimiento que se merece en su propia tierra, porque en el extranjero hace tiempo ya que descubrieron que Víctor es uno de esos escritores que pasarán a la Historia de la Literatura, así, con mayúsculas.
Un millón de gotas, Víctor del Árbol – Ediciones Destino.