Cuestionario Fiat Lux
Poco vamos a decir en la presentación de esta entrevista porque es tan enjundiosa y tiene tanto lustre que no conviene malgastar renglones.
Diremos únicamente que el protagonista, el bonaerense Guillermo Orsi, es uno de los cuatro finalistas al premio Hammett de la Semana Negra con la novela “Fantasmas del desierto”; que acaba de publicar nueva obra en su país: “Siempre hay alguien a quien matar”; y que es protagonista también en el Especial Verano de Fiat Lux en los suculentos interrogatorios que hemos hecho al póker de aspirantes al Hammett.
Ni una línea más. Ahora ya, a leer esta entrevista. Sin desperdicio.
Fiat Lux. ¿Por qué le dio por escribir novela negra?
Guillermo Orsi. Todavía me encuentro tratando de explicarlo a propios y extraños. Escribo novela negra porque gané un premio en la Semana Negra de Gijón y me dijeron que el género se vendía como pan caliente. Como mi vocación literaria está muy ligada a la pretensión de hacerme rico, caí en la trampa. Y ya no pude salir de ella porque cada ficción que escribo, aún las historias de amor, se me llena de indeseables que acaban matando para lograr sus espurios fines.
FL. En el juego de policías y ladrones, ¿con quién iba?
GO. Es una falsa opción, por lo menos en la Argentina. Cualquier intento de reivindicar policías, fracasa. Como escritor, debo resignarme a crear personajes que resulten atractivos, aunque no precisamente por sus virtudes. Alguna vez fui universitario y en la universidad teníamos un himno: “Policía federal, la vergüenza nacional”. Tampoco caeré en la demagogia de señalar que “hay policías buenos”. Cuando armas cuerpos de elite para defender un orden injusto, el concepto de bondad resulta poco práctico.
FL. Tiene licencia novelesca para matar / Tenemos licencia literaria así que no se corte: ¿A quién mataría?
GO. Según ciertos lectores de mis novelas, mato demasiado, me descontrolo. Debe ser así, no me defiendo. Shakespeare resolvía sus tragedias no dejando títere con cabeza y es un clásico. No apunto tan alto. Tal vez por no hacerlo es que mato demasiado. Entre ellos, a ciertos editores y agentes literarios, que te suben al pedestal mientras creen que contigo harán negocio y te bajan a balazos en cuanto detectan que no vendes ni a los amigos. En la pretensión de hacerse rico con el trabajo de un escritor es donde nace el malentendido.
FL. ¿Qué o a quién atracaría?
GO. Bancos, siempre. Desde niño supe que por ese lado venían los tiros. Aullaba de placer cuando los forajidos entraban a tiro limpio en los bancos del farwest. Celebro como un hallazgo de la ciencia que una banda de forajidos planee y lleve a cabo un asalto exitoso al banco, sobre todo los que se limpian el tesoro y las cajas de seguridad. Aplaudí a rabiar a mis compatriotas expropiados durante la crisis de 2001, cuando se concentraban frente a los bancos y la emprendían a golpes contra muros, puertas y vidrios blindados. Detesto a los que defienden el sistema financiero, con la excusa de que sin bancos no habría capitalismo. No porque no tengan razón sino porque la tienen. Y el que nos roba siempre es el capitalismo, el enmascarado mayor, el que nos enflauta con promesas de una felicidad para pocos, nunca para nosotros.
FL. Si fuese detective, investigador, sabueso…, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
GO. Los que no se proponen investigar nada y acaban metiéndose en una fiesta a la que no fueron invitados. No creo en Sam Spade ni en sus tantos imitadores a lo largo de la breve historia del género negro. Mucho menos creo en el sueco Wallander, y menos aún desde que Mankell declaró en Buenos Aires que le importa un rábano congelado la novela negra. Pepe Carvalho me cae mejor porque hablaba español cuando lo escribía Vázquez Montalbán, aunque sospecho que hoy hablaría en catalán y ya no me enteraría de cómo resuelve sus casos ni de qué está preparándose para la cena. He escrito dos novelas con un policía puesto a investigador y no me lo creo, me aburre reiterar sus tics, sus obsesiones, su visión siempre turbia ante valores como la amistad y el amor. Intenté matarlo en ambas novelas pero zafó. Tal vez lo logre en una tercera.
FL. Si fuera criminal, desde asesino a atracador, valen todos los palos, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
GO. José Alfredo Martínez de Hoz y Domingo Cavallo, ministros de economía, el primero durante la última dictadura y el segundo durante la década infame de los ´90, cuando un presidente cuyo nombre no mencionamos porque es yeta desmanteló el país, siguiendo las políticas que hoy entusiasman a Ángela Merkel y a Mariano Rajoy.
FL. Díganos su escritor o escritores del negociado negrocriminal preferido/preferidos, y su/sus porqué/porqués.
GO. Todos mis compañeros de ruta, cuyos engendros negro-criminales me despacho con fruición. Nombro sólo algunos y que nunca me perdonen los que olvido, pero que no por eso no merecen figurar entre lo muy bueno que hay para leer sin recurrir a los muertos: Juan Ramón Biedma, Marcelo Luján, Raúl Argemí, Carlos Salem, José Luis Muñoz, Leo Oyola (alias Tigre Harapiento), Cristina “la Colorada” Fallarás, Rosa Ribas, Gabriela Cabezón Cámara, “las Mercedes” Giuffré y Rosende, Miguel Ángel Molfino, Horacio Convertini, Javier Chiabrando, Carlos Balmaceda, Carlos Bassas, María Inés Krimer, Juan Guinot, Tatiana Goransky, Antonio Lozano, Paco Gómez Escribano, Esteban Llamosas, Ernesto Mallo, Fernando López (“Córdoba Mata”), Lucio Iudicello… Mañana sigo.
FL. ¿Qué noticia, asunto de actualidad, ve o vería como argumento para novela negra? // ¿Y cómo podría ser o sería el planteamiento?
GO. Todo lo que escribo y que me genera dudas a la hora de hacer limpieza me sale de las entrañas sicológicas, por decirlo suave. La actualidad me resbala, no me gusta plagiarla, me aburriría, para eso hay muy buenos cronistas y periodistas de investigación. Mis crímenes surgen de mi lado oscuro, que es mucho más rico que el lado claro, si lo tengo. Escribir es sentarte a simular que andas, que caminas mundos posibles, que eres cada uno de los personajes que van poblando tus ficciones y que, como ellos, no tienes la menor idea de en qué acabará todo.
FL. ¿Por qué se compra o se lee tanta novela negra?
GO. Ojalá fuera cierto que se compra y se lee tanto.
FL. ¿Usted qué piensa, que se lee novela negra por envidia (del bueno o del malo) o para aprender (a ser malos o a descubrir malos)?
GO. No creo que quien se proponga ser malo de verdad aprenda algo de nosotros, que somos malos de papel, malos virtuales, incapaces de lograr que un editor nos pague decentemente por lo que publicamos.
FL. ¿Todos somos un poco (o un mucho) criminales?
GO. ¡Qué cosas preguntas! Quiero un abogado.
FL. Puestos a elegir, ¿usted sería el criminal o el detective, el asesino o el policía, el ladrón o el investigador?
GO. El que los sueña a todos pero conserva la capacidad de despertarse.
FL. Dígame una ciudad para cometer un delito.
GO. Cualquiera del llamado “tercer mundo”, donde la policía es por definición ineficaz y corrupta. El problema es que, producido el atraco, hay que compartir con ellos el botín.
FL. Cine Negro: una película (o unas películas).
GO. “Noches sin lunas ni soles”, de Martínez Suárez, basada en una extraordinaria novela de Rubén Tizziani.
FL. Póngame una banda sonora para leer novela negra.
GO. La buena música proviene de un buen texto. El resto es o debería ser silencio.
FL. ¿Usted se pone música para escribir? ¿Qué música?
GO. Ni el vuelo de una mosca. He escrito mucho en bares, hasta que empezaron a proliferar los televisores y los teléfonos celulares.
FL. ¿Cómo es su espacio de trabajo?
GO. Una habitación que supo ser grande hasta que mis libros, cuadernos, ordenadores en desuso y lámparas quemadas se amotinaron sobre mi escritorio y se niegan a abandonarlo.
FL. ¿Cómo escribe; cuándo; cuánto…?
GO. Lo menos posible. Si pudiera liquidar una novela en quince días, lo haría. Pero me enseñaron que un libro importante demanda años de trabajo. He seguido esas enseñanzas: horas, días, semanas, meses y años sin haber logrado nada importante. Me gusta escribir por la mañana, si he dormido razonablemente bien y no he soñado durante la noche con que recuperaba a mis amores perdidos. Si esto sucede, mi día está arruinado, la resignación me abruma.
FL. Música al margen, ¿de qué se acompaña para escribir?
GO. Mate. Infusión criolla que consiste en yerba mate, agua caliente (nunca hervida) y una bombilla (sorbete).
FL. ¿Cómo se documenta para sus novelas?
GO. No me documento.
FL. ¿Es de los que llevan una libretita siempre a mano y va anotando secuencias, ocurrencias, cachitos de inspiración? /// ¿Nos leería algo de lo último que haya escrito en esa libreta?
GO. Ya no llevo libretas. Pero a veces, en esas largas esperas de los aeropuertos y las terminales, me largo a escribir sobre lo que tenga a mano y pergeño cuentos imposibles, poemas incontrolables, desconsuelo, mucho desconsuelo por tanta soledad. No, no te leeré nada de lo que no he escrito en esa libreta que no llevo.
FL. ¿Empieza por el título o el título ya surgirá?
GO. A veces llega primero el título. Otras, por la mitad de la trama y otras, después del punto final. O nunca, y ahí es cuando empiezo a llamar a los amigos.
FL. ¿Corrige mucho?
GO. Menos de lo que debería. Y sólo lo que yo decido corregir. Jamás le hago caso a un editor. Los que me conocen ya ni lo intentan.
FL. ¿Qué manías o supersticiones tiene mientras trabaja, mientras crea?
GO. Ninguna, no creo en brujas, hadas ni musas. Escribo como un empleado de banco, mirando a cada rato la hora de irme a casa. Aunque esté en casa.
FL. ¿Cómo se titula la novela, cuento, escrito…, que guarda en un cajón?
GO. No revelo títulos. Con lo guardado soy celoso como un perro que entierra huesos a sabiendas de que nunca regresará por ellos.
FL. ¿En qué está trabajando ahora?
GO. Lo de “trabajar” es un concepto que nos queda grande a los escritores. Trabajan los albañiles en los andamios, el agricultor sobre la tierra, el cirujano en el quirófano. Los escritores la pasamos bien fingiendo ser lo que no somos, o creyendo que no somos lo que escribimos, exponiéndonos aunque luego neguemos con vehemencia que lo escrito tenga que ver con nuestros peores vicios y debilidades. Publico ahora en Argentina una novela, “Siempre hay alguien a quien matar”. Y mientras tanto y después, escribo como el marinero que atisba desde la proa sus fantasmas en la niebla, sin saber si se trata del puerto deseado o de un peñón contra el cual estrellará su nave y acabará su aventura.
FL. ¿Qué libro/libros nos recomienda, además de lo suyo?
GO. Cualquiera de los autores mencionados antes. Obras maestras: “El imán y la brújula”, de Biedma, y “El gordo, el francés y el Ratón Pérez”, de Argemí. De lo mío, mis canciones.
FL. ¿La mejor forma de matar?
GO. El hastío.
FL. ¿Su entretenimiento favorito?
GO. Escribir cartas de amor a las mujeres que me han abandonado.