Entrevistas

Ellroy: “¿Tenéis pena de muerte aquí?”


 

 

Ellroy, premio Carvalho 2018: “¿Tenéis pena de muerte aquí?”

 

 

Jueves 1 de febrero de 2018, el escritor norteamericano James Ellroy recibe el Premio Carvalho de Barcelona Negra. Un reconocimiento literariamente más que merecido, pero además un acontecimiento informativo por la apabullante personalidad y vehemente retórica de un tipo que esparce polémica entre sus palabras, que tiene en casa medio centenar de pistolas y que no se cortó lo más mínimo diciendo: “soy el más grande novelista de género negro que ha existido nunca”.

Ellroy, que acaba de publicar en España “Mis rincones oscuros”, concedió una entrevista a Fiat Lux hace un par de años (en la que ya se habla de esa novela) que fue tan esperpéntica como incendiaria, tan divertida como sesuda. “Una de las mejores entrevistas que le han hecho”, nos confesó (perdonen este puntito vanidoso) su agente literaria.

Hoy, con Ellroy investido de Carvalho (talla 2018), recuperamos aquella conversación y bastante más, que con él mantuvo Víctor Lloret Blackburn.

Disfrútenla.

 

“Me gustaban los polis que disparaban a los ladrones por la espalda”

 

“Cormac McCarthy es uno de los autores más sobrevalorados de su generación”

 

En los días previos al encuentro (abril 2015) nos dan varios avisos sobre su mal carácter. Dicen que James Ellroy es una de las peores personas con las que dialogar: no se puede hablar con él de política, no le gusta hablar de las adaptaciones fílmicas de sus libros, no ve la televisión ni le gusta hablar de otros autores. Esta impresión se ve reforzada cuando la agente de la editorial nos dice que Ellroy está de un humor funesto después de descubrir que sus dos primeros entrevistadores del día no habían leído «Perfidia», la novela que está promocionando. Así que la primera pregunta de la conversación es suya: ¿Has leído mi último libro? Por suerte, sí.

Aun así, la entrevista no empieza demasiado bien. Este reportero cree que Perfidia abusa demasiado del estilo sincopado de sus libros anteriores, cosa que Ellroy niega airado: Las frases son más largas, el tono es descriptivo y además he incluido el punto de vista de un personaje femenino (Kay Lake, una diletante que flirtea con la policía y con los comunistas) que creo que es el mejor personaje que he creado.

Kay Lake, por cierto, como varios de los personajes de Perfidia, aparecía ya en «La Dalia Negra», una de sus novelas llevadas al cine. Kay Lake era Scarlett Johansson en la película de Brian de Palma.

-Es una película horrible, ni siquiera tiene sentido narrativo. Y sin embargo hizo que vendiera más libros en siete meses que «L.A. Confidential» en dieciocho años.

-¿Y qué tal le parece la adaptación de la propia «L.A. Confidential»?

De vez en cuando sale una película que a la gente le parece nueva y los críticos se emocionan en exceso. Su problema esencial es de casting: Russell Crowe lo hace fatal, Kevin Spacey lo hace fatal, Kim Basinger lo hace fatal… Eso sí, Guy Pearce, James Cromwell y Danny de Vito lo hacen muy bien, queda un película dinámica y bastante entretenida.

Con temor le comentamos que la película tiene un giro muy bueno que el libro no tiene (solo diremos “Rollo Tomassi”, para los que no la hayan visto), admite que es verdad, que fue un buen añadido cinematográfico. Después de pensar un rato, refunfuña que sí, es una buena película.

En «Perfidia» los personajes de la saga de «La Dalia Negra» y «L.A. Confidential» (con «Jazz Blanco» y «El Gran Desierto») han rejuvenecido unos años. Se acaba de producir el ataque a Pearl Harbor y Ellroy introduce a Hideo Oshida, un policía japonés (que también aparecía mencionado en una novela anterior y que está basado en una persona real) que investiga (con otros policías) la muerte de una familia japonesa de Los Ángeles. Esta trama sirve para acercar más al lector al drama de la persecución y el internamiento en campos de concentración que sufrió la población americana de origen japonés cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial; con el contraste añadido de que bastantes agentes del LAPD están en posiciones próximas al nazismo -un tema que, según parece, viene de lejos-.

“Me encantan los términos racistas, ya sean los del Klan o los de los negros hacia los blancos, me encanta el yiddish, me gusta construir mis diálogos con gente mal hablada”

Para Ellroy, este racismo policial le permite practicar uno de sus tipos de humor favoritos: el humor basado en el Ku Klux Klan, metiendo palabras con tres “k” en los comunicados entre policías supremacistas. Esto lleva a preguntarle por uno de los elementos más jeroglíficos de sus novelas: su argot (un servidor es anglohablante, hijo de madre inglesa, y confiesa sin pudor que cuando descubrió sus novelas entendía menos de la mitad de los diálogos). Su respuesta es sorprendente:

La mayoría es inventado y mucho es anacrónico. Hay mucho argot policial, pero específicamente del LAPD. Me invento procedimientos forenses para adaptarlos a mis necesidades… Todo viene porque me encanta el argot. Me encantan los términos racistas, ya sean los del Klan o los de los negros hacia los blancos, me encanta el yiddish, me gusta construir mis diálogos con gente mal hablada.

La mezcla de diálogo real y diálogo inventado refleja uno de los puntos más fuertes de las novelas de Ellroy: cómo trenzar personajes reales con otros ficticios. Al preguntarle si se documenta mucho para conseguir que los reales parezcan tan creíbles en sus diálogos e introspecciones, responde que tiene a gente que le busca información sobre Hoover, Kennedy, Luther King, Mickey Cohen (un mafioso de la época) o Bette Davis, y que luego él se encarga de humanizarlos.

Es algo que me encanta, me gusta reírme de vacas sagradas de la política o la sociedad, y me encanta el poder del lenguaje para traerlos a la vida, para hacerlos entretenidos, chocantes, ridículos, repugnantes… Pero sobre todo fascinantes.

-¿Cuál es el vínculo que une a los personajes ficticios con los reales?

El egoísmo, incluso más que la corrupción. Todos tienen su parte moral y a algunos les torturan más sus malas acciones que a otros. Pero bueno, eso nos pasa un poco a todos… Todos tenemos faltas mayores o menores que creemos o queremos compensar con lo que consideramos nuestras virtudes.

Esta introspección suya conduce a preguntarle por el libro que consideramos más excepcional en su bibliografía: Mis rincones oscuros. En esta obra no sólo lo tenemos a él mismo como uno de los protagonistas, sino que además investiga —casi cuarenta años después— el asesinato de su propia madre, Geneva, ocurrido en 1958. Como lector es inevitable sentir empatía hacia el hombre que quiere borrar de su vida a un fantasma que lo ha perseguido tantos años. Le preguntamos de puntillas cómo fue la investigación.

Era algo que estaba sentenciado desde el principio. Yo sabía que tenía que escribir un libro sobre mi madre y yo, en un acto de reconciliación, y que lo que tenía que investigar era su personalidad, hacer de eso el misterio central. Sé que nunca encontraré ni sabré quién es o fue su asesino, y lo sabía entonces. Conseguimos mucha publicidad, pero ninguna pista real. Pero ahora he cerrado esta parte de nuestra relación. Se acabó. ¿Si pienso en ella? Claro. Rezo por ella cada noche, y me emocioné este pasado 15 de abril, cuando ella hubiera cumplido 100 años.

-¿Fue la historia de su madre lo que lo convirtió en novelista?

Fuck, no. De ninguna manera. Sí que me orientó hacia mi temática, pero yo quería ser novelista desde antes de su muerte. En 1956, cuando yo tenía ocho años, le dije algo que implicaba que la Segunda Guerra Mundial aún estaba en marcha. Y entonces ella me dijo que la guerra había acabado tres años antes de que yo naciera. Y no la creí. Y siempre he tenido este tipo de relación con el pasado.

-Otro tema que también aparece en Mis rincones oscuros es su juventud salvaje. Y delincuente. ¿Cómo consiguió salir del mundo de las drogas y el alcohol para ponerse a escribir?

Lo dejé todo. Y he tenido que dejar varias cosas varias veces. Y no pienso decir nada más sobre eso. Pero me desintoxiqué y empecé a escribir. Como no leía otra cosa que novela negra, escribí sobre eso. Es lo que me gusta, y sobre eso escribí. Eso, de hecho, fue para mí una gran sorpresa: que yo fuera capaz de escribir un libro con una buena trama. De hecho, cuando la gente me pregunta de dónde saco las ideas para mis tramas, les digo ‘me lo invento’, y no me creen. Me dicen: ‘¿Cómo puedes hacerlo tan complejo?’. Pues es simple: yo paso tanto tiempo trabajando en una línea como otra gente en una novela entera.

-Pero, de todas formas,  lo que explica en Mis rincones oscuros deja la impresión de que James Ellroy es un tipo al que la vida ha dado muchas patadas, que es duro como los personajes de Chandler o Hammett más allá de lo que lo fueron sus autores.

No es verdad, Hammett fue agente de Pinkerton (una agencia de detectives privados). Yo nunca fui nada. Era un bufón, un fantasma, carne de presidio. Y ni siquiera prisión de verdad, sino del calabozo de la poli comarcal. Yo entraba en las casas, olía la ropa interior femenina… Ya sabes, un chaval imbécil intentando impresionar. Por suerte se me pasó rápido”. Le comentamos que es dudoso que en Europa hubiese ido a la cárcel por delitos tan menores. Se muestra indignado. “América se está volviendo tolerante y eso no me gusta nada.

Intentando bordear el tema tabú de la política, le preguntamos si cree que eran mejores los policías de antes que los de ahora.

A mí me encantaban esos policías. Me gustaban los polis que disparaban a los ladrones por la espalda. Robabas en una tienda en Los Ángeles, te disparaban por la espalda. Porque los ladrones a mano armada acaban matando a gente. Tarde o temprano acabarán matando a un inocente. A un pobre capullo con una familia, a una mujer embarazada… Así que mejor quitarlos de en medio. Por lo que a mí concierne, apliquemos el método anticonceptivo retroactivo del Dr. Smith & Wesson (una marca de pistolas). O si capturas a asesinos, violadores o pederastas, los mandamos a la puta sala verde de la prisión de San Quintín, donde los sentarán en el sitio de honor y les darán cápsulas de cianuro para acabar con ellos. ¡Estoy a favor de la pena capital! ¡Que los frían! ¿Tenéis pena de muerte aquí?

Le decimos que no. Pregunta que qué hacemos con los pederastas.

Cuando cruzas esa línea, cuando abusas de un niño, deberías perder tu derecho a la libertad para el resto de tu vida. Porque repetirás. Y has perdido tu humanidad en el proceso. Y no es importante protegerte a ti, es importante proteger a los niños.

Viendo que se ha abierto la veda política, le preguntamos cuál cree que es el mejor presidente que ha tenido Estados Unidos en los últimos 120 años.

No quiero hablar sobre política… Pero te diré una cosa: el último gran presidente americano fue Ronald Reagan. Y esto es algo que se reconoce cada vez más internacionalmente. El fin de la época soviética, el rejuvenecimiento de América después de los setenta… Pero no quiero hablar de esto, tengo sesenta y siete años, estoy en forma…

Le decimos que parece más joven.

“Que Dios te bendiga, Rasputín, dame un trasplante de pelo”. Ellroy ha decidido que este reportero tiene un parecido más que razonable con el célebre monje ruso.

Le preguntamos por otra de las cosas que niega en otras entrevistas: si ve series de televisión. Sorprendentemente, dice que sí.

Sí que veo televisión, pero ¿qué quieres saber? «True Detective» es una puta mierda, «The Wire» es una puta mierda. ¿Qué más?

-¿Le gustó Breaking Bad? Dice (algo sorprendentemente): nunca veo nada relacionado con drogas -ignoramos qué versión de The Wire habrá visto-. Al preguntarle qué serie le ha gustado, no lo duda: «The Killing», la versión danesa. La primera temporada fue muy buena. Me encanta el concepto de una investigación que dura una temporada. Le preguntamos por Fargo: Sí, la vi, la película no me gustó mucho, la serie de tele más. ¿Sabes qué me gustó y tendrían que haber usado más? La poli corpulenta -quizá se refiere a Allison Tolman-. Y te diré más: me ponía cachondo. ¿A ti no te ponía? Seguro que sí. Una mujerona de 86 kilos… Que Dios la bendiga. Y todo tendría que haber sido más heroico. Creo que al final de la serie perdieron el control. Billy Bob Thornton no era creíble en ningún momento.

Después de beber varios vasos de agua, le dice al reportero que lo que debería hacer es irse a Hollywood,  empezar de aparcacoches, con una tarjeta que diga “Rasputín, 30 centímetros”, en un restaurante que frecuenten estrellas. Con tu planta y tus centímetros -los que él ha decidido que tengo- lo tienes todo hecho.

Retomando el hilo de la conversación sobre «Fargo», le preguntamos por las películas de los hermanos Coen. Para él, han hecho una gran película: «Muerte entre las flores»; alguna otra con cosas buenas y malas («El hombre que nunca estuvo allí») y algunas horribles, como «No es país para viejos». Aunque en este caso, cree que la mitad de la culpa es del libro de Cormac McCarthy, que considera uno de los autores más sobrevalorados de su generación.

Pero no todo en Ellroy es negatividad. Cuando le pedimos recomiende un autor, lo hace efusivamente:

Yo leo mucho a Tom Mallon. Tom Mallon es mi referente. Tom Mallon es el mejor autor de novela histórica que hay actualmente en Estados Unidos. Lee su libro «Watergate». No se ha publicado en Europa aún. Léelo si quieres saber lo que pasó entre el momento en el que entraron en el (hotel) Watergate y la dimisión de Tricky Dick (Dick “el tramposo”, o sea,  Richard Nixon). Y te recomendaré otro libro. Si no te encanta este libro, te mataré, Rasputín. Se llama «Portrait in smoke», de Bill S. Balinger. Es sobre un cobrador de deudas en el Chicago de los años 50, y en su camino se cruzará una mujer, no te diré más.

Nosotros le recomendamos una de nuestras novelas negras preferidas, cuyo título («The Expendable Man», de Dorothy B. Hughes) Ellroy anota con interés. Antes de irse insiste en escribir una dedicatoria en nuestro ejemplar de «Perfidia», diciéndonos que podemos utilizarlo como tarjeta para cuando vayamos a Hollywood a hacer de macarra. Nos hacemos una foto abrazados y dice ¡nos veremos en Los Ángeles, señor Rasputín!

 

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