El 5 de mayo se publica “Camille”. El 7 de mayo la presenta en Valencia Negra, en un mano a mano con Ramón Palomar. Hoy Pierre Lemaitre viste de padrino en el estreno de esta nueva Fiat Lux.
“Considero mi trabajo como un ejercicio permanente de admiración a la literatura”
La cita es en La Diagonal. No es mal sitio. Nos espera un Goncourt que viene acompañado por Irene, Alex y Rosy y John. Está Vestido de novia. No nos muestra apenas la nueva novela con la que cierra una tetralogía que nació como trilogía. Sí nos dice que será la última aventura de su gran personaje: “Camille Verhoeven es un metro cuarenta y cinco de cólera. Un metro cuarenta y cinco es poco para un hombre, pero si hablamos de cólera concentrada, es mucho. Sin contar que para un policía, la furia no es una virtud esencial. En el mejor de los casos, es una ventaja con los periodistas pero, sobre todo, es un dolor de cabeza para sus jefes, los testigos, los jueces, sus colegas y de alguna manera todo el mundo”.
Esa tarjeta de visita está impresa en la novela que rompió la trilogía: “Rosy y John”. Con ese libro de sorprendente e innovadora gestación abierto sobre la mesa, charlamos de Black & Noir con el autor que más vende y que más reconocimientos y admiración está recogiendo.
-Me interesa el proceso de creación de esa novela, “Rosy y John”: una novela por entregas para leer en Smartphone que, después de haberse publicado así, se convirtió en novela impresa. ¿Cómo se lo planteó; le gustó o le incomodó ese proceso de creación?
-Me gustó, me gustó mucho. Aunque, a ver, no estoy seguro de que lo repitiera. Pero el desafío, el reto desde un punto de vista literario era muy interesante. Primero porque cuando era un joven lector era un lector precisamente de estas series tipo folletín, y me parecía interesante por lo tanto probarlo y convertirme momentáneamente en autor de folletín. Por otro lado había otro desafío: cómo podemos contar una historia dividiéndola, fragmentándola en pequeñas partes de tal manera que realmente el lector tenga ganas de la siguiente parte; es decir, que le vas dando como pedacitos y me parecía apasionante. Y este ejercicio se prolongó: después de ese folletín para Smartphone tuve que novelizarlo, es decir, transformar el folletín en una novela, y de repente me encontré ante un ejercicio que yo no conocía y que consistía en decir que hasta ahora he intentado explicar la historia como si fueran pastillas y ahora tengo que extenderla. ¿Y con todo el espacio que tengo de más qué voy a hacer?, porque tienes más libertad, pero la libertad de repente puede ser como muy incómoda… y qué hago con tanta libertad… Así que el desafío era paradójico y apasionante en cada momento.
-¿En este tiempo de hipertecnología ese es uno de los caminos que debe seguir la literatura, de acercarla al público joven?
-Yo creo que la literatura ha vivido ya su edad de oro y ya está terminada. La literatura ha dominado durante mucho tiempo la ficción, la literatura era la única forma conocida de contar historias. Después, de forma sucesiva apareció el cine, la televisión, después las series de TV, internet…, y la literatura tiene que compartir terreno con otras artes que también saben contar historias. Es decir, que la hegemonía que ha podido tener la literatura yo creo que se ha terminado definitivamente, y tengo la sensación que los jóvenes lectores van a ir a veces a la literatura, a veces a la televisión, a veces al cine…; tienen la opción de armas muy diversas y la literatura es simplemente una de esas armas que permite contar historias. Ahora bien, la literatura se venga en algo, porque la literatura sigue siendo el vivero en el que se alimenta el cine y la televisión.
-Hablemos de cómo llega usted al oficio o al arte de la escritura, me parece sumamente interesante. Usted durante mucho tiempo enseñó literatura a bibliotecarios y en ese tiempo casi fue un artificiero que desactivó decenas de novelas, estudió sus mecanismos y volvió a armarlas. Con toda esa experiencia se convirtió en artillero. ¿Fue así, cómo lo hizo; fue esa la clave de su entrada en el mundo literario?
-La metáfora, pensando en libro de Rosy & John, es una muy buena metáfora, astuta.
A ver. El mejor artificiero del mundo necesita que alguien prenda la mecha, inicie el detonador. Puedes hacer las bombas más sofisticadas pero si no hay alguien que activa esa bomba, que pulsa el botón, eso no va a funcionar. En mi caso fue una mujer quien lo hizo. Una mujer que tenía ganas de tener un marido escritor, y, bueno… lo ha conseguido con bastante éxito.
-¿Cómo es ella?
-Es el amor de mi vida, qué quieres que te diga…
“Me interesaban mucho más las herramientas narrativas que las historias literarias”
-Decíamos que enseñó literatura, ¿qué aprendió?
-Es un poco sorprendente porque lo que yo creía haber aprendido con la literatura era la historia de la literatura, su evolución, cómo los géneros literarios se sucedían los unos a los otros, cómo aparecían las modas literarias, cómo habían inflamado Europa con el romanticismo. Pero después me he dado cuenta que lo esencial de la literatura que yo he aprendido no es eso, sino que yo descubrí que quería ser escritor y que a través de los libros lo que hacía era analizar, ver el cómo, el cómo se hacían, cómo se escribían. Era incapaz de leer un libro de Alejandro Dumas sin pensar en cómo había conseguido aquel efecto, yo no podía evitar leyendo Dickens pensar que cómo había podido ese hombre emocionarme hasta ese punto, yo no podía leer una novela de Tolstoi sin pensar ¡dios mío, todo este aire novelístico de dónde viene! Me di cuenta de que realmente lo que me interesaban eran las herramientas narrativas mucho más que las historias literarias. Y precisamente por eso cuando yo me puse a escribir mi primer libro digamos que abrí una caja de herramientas y jamás hubiera pensado que todas las herramientas que necesitaba estaban allí en la caja. Eso fue un descubrimiento absoluto.
-Usted ha dicho: “escribo como soy”. ¿Cómo es usted?
-Malo. Colérico. Sorprendente. Seductor… En fin, puedo acabar diciendo tonterías, jajaja…
-También ha dicho: “mi trabajo es contar historias”. Contar. ¿Cómo se cuenta, cuál es la diferencia entre escribir y contar?
-Raymond Chandler, el gran Raymond Chandler, decía que hay dos tipos de escritores: los que narran, los que cuentan historias, y los que escriben escritos. Yo soy de los primeros, de los que cuentan, narran historias. Es decir, mi manera personal de mostrar mi forma de ver el mundo, de reflexionar sobre las historias de hoy, no es hacer teorías sino contar historias. En mis libros hay muy pocas teorías, yo no soy hombre de teorías. A mí me gusta contar historias y creo que esa es la fuerza de la literatura. La literatura es una gran máquina para explicar el mundo. Y hoy sigue siendo así. La herramienta privilegiada de la literatura es la emoción, la emoción que crea en el lector. No es la teoría, es la emoción, una emoción compartida entre el lector y el personaje y que le ayuda a entender qué son los celos, el amor, el temor, la angustia… Es decir, la literatura tiene por objetivo explicarnos de forma permanente nuestra propia vida, y eso pasa por la ficción, por las historias.
-¿Cuándo escribe se pone en el pellejo del lector, en el lado del lector?
-Sí. Creo que sí me pongo en la piel del lector. A ver cómo lo explico, no vaya a parecer que escribo de forma demagógica para complacer al lector… Yo sé lo que me gustaría que el lector sintiera, yo sé qué impresión quiero que se lleve el lector… Pienso mucho en el lector, pienso mucho en eso que yo quiero provocar en él.
-¿Y el lector Pierre Lemaitre qué opina del escritor Pierre Lemaitre?
-Pues que lo podía hacer un poco mejor, jajajaja… Lo sorprendente es que el lector que yo soy no tiene nada que ver con el escritor que yo soy. Lo que más me gusta como lector son libros que yo no tendría ganas de escribir.Por el contrario, me siento muy fiel al lector que yo era de niño, de joven. Cuando era un chaval leía a Julio Verne, Alejandro Dumas, y me acuerdo de las emociones que sentía, y esas emociones son las mismas que intento provocar en mi público. Soy más fiel al lector que yo fui que al lector que soy hoy.
“Camille no volverá”
-Hablemos de su gran personaje, hablemos de Camille Verhoeven. Usted ha dicho: “sobre todo deseaba que los lectores se sumergieran de lleno en el mundo de Verhoeven”. ¿Cómo es el mundo de Verhoeven, es un mundo o es un infierno?
-Creo que no es un infierno porque Camille Verhoeven tiene un trabajo que le permite exorcizar su existencia. Es un hombre que sufre y que de forma permanente se ve confrontado con el sufrimiento y el dolor de los demás. En cierto modo, entonces, su profesión es el antídoto que él necesita para que su vida no esté envenenada por su propia historia.
-¿Y termina por envenenarle su propia historia? Se lo pregunto de otra manera. La trilogía Verhoeven, que va a ser finalmente un cuarteto, concluye con la que se publica ahora: Camille. Dígame, si la primera, que se llama “Irene” como la mujer de Camille, acaba como acaba, ¿qué suceden en la que se llama como el protagonista, termina de forma parecida a Irene, hay algún tipo de conexión?
-El final de Irene es un poco el inicio del infierno que va a experimentar Camille. Quizá lo interesante en esta trilogía, que en realidad son cuatro, es que cuenta el destino de cuatro mujeres y a través de eso vemos como en filigrana otra historia que es la historia de Camille con las mujeres. Camille tiene una cuenta pendiente con las mujeres porque tiene una asignatura pendiente con su madre, así que va buscando ese momento de exorcismo y va a intentar captar los distintos momentos con las mujeres que encuentra para intentar calmar esa angustia e intentar reparar algo que en realidad es irreparable. Al final de la trilogía, o la tetralogía, Camille es un hombre que encuentra una cierta paz, una cierta calma, y por eso Camille no volverá. Camille me parecía interesante cuando era un hombre que sufría pero al haber encontrado la paz es más feliz como personaje pero mucho menos interesante para el escritor…, no se hacen buenas novelas con personajes felices.
-Las mujeres, el destino de cuatro mujeres. Puesto que su mujer fue clave para que usted empezara a escribir, ¿qué opina ella del trato que reciben las mujeres en sus novelas?
-Creo que se siente orgullosa, bastante orgullosa. El modelo principal de mujer en mis novelas son mujeres que caen y se encuentran realmente al borde del abismo o de la muerte, y que sin embargo encuentran la energía de salir a la superficie y sobrevivir a la muerte que se le había prometido y que además era una muerte que venía precisamente de los hombres. Prácticamente todas las mujeres que salen en mis libros son mujeres que tienen esta capacidad de recomponerse y sobrevivir a un destino que intentan imponerle los hombres. Así es la idea que yo tengo y lo que más me fascina es su capacidad de sobrevivir al infierno que los hombres les imponen.
-Volvamos a Camille, vamos a perfilar un poco a Verhoeven. Para quienes no le conozcan, o para quienes no le conozcan bien, cuéntenos: ¿cuáles son sus virtudes?
-La ira, la intuición y la obsesión, es un tipo muy obstinado.
-¿Cuáles son sus defectos?
-Que sea tan obstinado, la ira y que confía en exceso en su intuición.
-De todo eso, ¿qué comparten, qué tienen en común?
-La rabia, la cólera, la ira… El mal carácter, porque realmente tiene mal carácter…, es un tío imposible…, no puedes convivir con él… Y eso…, sí, mi mujer también lo dice…, tiene razón, jajaja.
“Considero mi trabajo como un ejercicio permanente de admiración a la literatura”
-Dejemos a Camille, hablemos de otros. En sus libros usted hace protagonistas destacados a grandes escritores como Ellroy o McIlvanney. ¿Cuánto tiene eso de homenaje y cuánto de autoreivindicación, de venir a decir ‘aquí estoy yo’?
-Cuando coges algo de autores importantes como los citados, James Ellroy…, pues seguramente de forma inconsciente hay ese deseo de decir “ey, veis que aquí Ellroy es un poco el maestro”. El inconsciente seguramente actúa así. Ahora bien, yo tomo elementos de Ellroy o McIlvanney porque yo considero mi trabajo como un ejercicio permanente de admiración a la literatura. Y por eso me parecía bastante lógico que mi primer libro, Irene, fuera un homenaje a la literatura. Y por eso invento una historia que me permite tener por un lado la intriga policial que resulta interesante al lector y al mismo tiempo una especie de guiño a la literatura, un homenaje a la literatura. Y eso pasa por autores por los que siento o he sentido mucha admiración.
-¿Cuál es la mejor novela negra que ha leído, en la que le gustaría vivir?
-Laidlaw, de William McIlvanney.
-¿Por qué la novela negra funciona tan bien?
-Creo que hay algo en la novela policiaca y es que permite al lector designar a un culpable, a uno solo; en la vida las cosas siempre tienen diversos culpables y en la novela solo hay uno y eso es tranquilizador. Pero también es verdad la otra variable: que la novela policiaca nos muestra pasiones que podrían ser las nuestras, ¿quién no ha tenido ganas en un momento dado de liquidar a alguien? Y un último elemento: las novelas policiacas nos hablan de las grandes pasiones fundamentales, el hecho de poseer a otro o de matar a otro…; como lo hacía antaño la novela griega.
-Con un amplio y destacado recorrido en el género negro, el gran premio, el Goncourt, lo gana con “Nos vemos allá arriba” que no es una novela negra. ¿Puede parecer que, pese al premio, se le venga a quitar algo de mérito a usted premiándole por una novela no negra, o le hace justicia?
-Yo creo que para el género negro es una buena noticia. Es la idea de que alguien que a lo largo de su vida siempre ha escrito novela policiaca es un escritor de pleno derecho, de verdad… Pues es un homenaje. Es verdad que la novela policiaca pueda ser considerada como un subgénero y el día que se da el premio Goncourt a alguien que viene de esa trayectoria pues es una buena noticia.
-¿Dónde se siente más cómodo, en el territorio de la novela negra o en “Nos vemos allá arriba”?
-“Nos vemos allá arriba” yo creo que fue una revelación. Esa novela me limitaba mucho menos que una novela policiaca…; la novela policiaca, o ese género, encorseta, es difícil hacer una novela policiaca. Cuando escribes una novela histórica tienes mucha más libertad y yo no conocía esa libertad porque yo estaba acostumbrado a manejar ese engranaje absolutamente engrasado, de elementos de relojería sumamente precisos, en el género policial, donde tienes que tener la nariz encima todo el rato para que todo esté perfectamente encajado. Y cuando de repente adoptas otro género como la picaresca parece que respires, que tengas un balón de oxígeno, y yo he disfrutado muchísimo y no quiero abandonar ese disfrute.
-¿De las novelas de Pierre Lemaitre, cuál es la preferida de Pierre Lemaitre?
–…Creo que es… “Nos vemos allá arriba”. Y después no sé si “Alex” o “Rosy & John”, una de los dos…, dudo ante ellas. ¡Ah! … y me gusta mucho la que se publicará ahora en Francia, aquí dentro de año y medio: “Trois jours et une vie” (“Tres días y una vida”)…, una novela negra pero no policiaca, una historia criminal pero no hay una investigación, no se busca al culpable sino que se intenta más bien comprender cómo se puede vivir una vida cuando uno es un criminal.
-Ponga el titular a esta entrevista.
-“Encuentro con el nuevo Pierre Lemaitre”… En The Times me entrevistaron y titularon: “Encuentro con el nuevo Stig Larsson”. ¡Ni siquiera aparecía mi nombre! Así que, “Encuentro con el nuevo Pierre Lemaitre”. A mi mujer le encantará.
-¿Cómo se llama su mujer?
-Pasqualine.
Fotos: Laura Muñoz.