Por Marta Marne Fernández (@atram_sinprisa)
Crímenes sin resolver no es una novela. No es una obra de ficción. Y es una de las frases que he necesitado repetirme en varios momentos de la lectura de este libro.
Vicente Garrido es un reconocido criminólogo que en esta novela, con la ayuda de la periodista Patricia López, vuelca las historias de 8 casos de asesinato o desaparición que por una causa o por otra han quedado impunes. La selección es exquisita, no se centra en un solo tipo de asesinato o en un solo de rango de edad. Sería muy fácil recurrir a los crímenes sexuales de mujeres entre 15 y 30 años, propios de las novelas negras o policíacas. Encontramos desde adolescentes violadas, a niños desaparecidos, ancianas que no vuelve a saberse de ellas, o familias masacradas.
El prólogo con el que se abre el libro nos pone en situación de lo complicada que puede ser la resolución de uno de estos casos. Nos cuenta la historia de Cristina, una muchacha que desapareció de Cornellá sin dejar rastro en 1997. Por entonces las técnicas y la velocidad de la policía eran mucho menores que hoy en día, pero fue una desaparición, que gracias a la constancia de su familia y a la creación de la asociación InterSOS que crearon, abrieron muchas puertas a investigaciones futuras. Por desgracia, no sirvió para que los padres de Cristina pudieran volver a verla. Al menos a día de hoy.
Sorprende conocer datos como que en 2002 en España hubiese oficialmente 1.425 cadáveres sin identificar. Es una auténtica barbaridad, hablamos de hace 12 años. Los tiempos de espera para comenzar las búsquedas también eran mucho mayores que ahora. Afortunadamente, ahora apenas una hora o dos después de la desaparición ya está en marcha la búsqueda, sobre todo si se trata de menores. Se ha asumido al fin que las 72 horas tras una desaparición son fundamentales, y lo mismo sucede a la hora de desentrañar un crimen.
Una joven con un tiro en la cabeza dentro de su coche en un pueblo de León, una adolescente que parece que subió al coche equivocado en una localidad de Madrid, un niño que desparece a plena luz del día en Canarias, dos ancianas que desaparecen sin dejar rastro en Mallorca, los tres miembros de una familia que mueren degollados en Burgos, una bibliotecaria que supuestamente se quitó la vida en Sabadell y una mujer divorciada que aparece muerta en su casa de Zamora. Estos son los casos escogidos y desgranados, unos más a fondo que otros, debido a la complejidad de los casos o a la multiplicidad de sospechosos.
Todos ellos en localidades pequeñas, en sitios donde golpean a la sociedad que les rodea, en sitios donde parece imposible que nadie vea u oiga nada. Ahí está el terror de estas historias. A nadie sorprende cuando suceden en una gran ciudad, donde nadie se conoce y donde miles de personas recorren sus calles. Donde te sobrecoge es en una localidad de 200 habitantes donde sabes que por necesidad sigues conviviendo con el asesino. Casi todos estos casos con sospechosos relacionados con el fallecido o desaparecido, lo que lo hace más duro aún de asimilar.
En ocasiones, la culpa es de que las pruebas son insuficientes, en otras, que son apenas nulas. El momento y el lugar tienen mucho que ver en algunos de ellos. Y la mala organización al iniciar la investigación hacen que queden sin resolver. Las familias no desisten, es la única esperanza que les queda en el caso de los asesinados. En el de los desaparecidos es aún peor, esa incertidumbre de si será cierto que ese ser querido se ha ido para siempre, o quizá algún día aparezca y aparezca vivo.
El libro resulta tremendamente adictivo, quizá el modo periodístico de las exposiciones ayuden a esa agilidad y a que queramos saber más. Lo peor es esa sensación de no saber cómo se resuelve el caso y que transmiten a la perfección, esa inquietud por no saber qué sucedió en realidad. Acostumbrada a las novelas policíacas en que todo casa, en que la dirección de la novela sabes que va irremediablemente al desenlace del caso, este tipo de libros te desarman.
Como bien dicen los autores, durante años en las novelas se busca el crimen perfecto. Y en la realidad existe, hay decenas de ellos, crímenes que no obtienen un culpable a quien acusar, a quien señalar con el dedo. No nos devolverán a nuestros seres queridos, pero al menos sabremos que se ha hecho justicia de algún modo, y que el culpable cumplirá una condena por sus actos. Un libro con historias sobrecogedoras que no te dejará impasible.