Cuestionario Fiat Lux
Se lo sabe todo del Rat Pack, de Simon & Garfunkel, de Elvis, de Springsteen, de Neil Young o de la lista Forbes, pero escribe novela negra: “Letal como un solo de Charlie Parker” (premio Novelpol 2012) y “Afilado como un blues a medianoche” (ambas en Ed. Salto de Página). “La que acabo de terminar va sobre corrupción política en Andalucía y la crisis del periodismo actual”.
Javier Márquez Sánchez, Sevilla-Madrid, es redactor jefe de la edición española de la revista Forbes, y aunque no suelta prenda de los secretos de la mítica lista por más tortura que se le aplique, sí desvela algunas claves de su escritor. Por ejemplo que entre sus referentes y modelos están Juan Madrid o Mickey Spillane. Por ejemplo que a cada novela le hace una banda sonora. O por ejemplo los amuletos de que se acompaña en cada escritura. También vicios y manías: “’Escribe borracho, corrige sereno’, decía Hemingway, don Ernesto. Por ahora, me funciona”.
¿Qué libro/libros nos recomienda, además de lo suyo? “Cualquiera de las compilaciones de relatos de Ernest Hemingway. Releo ‘Los asesinos’ cada vez que comienzo a escribir una nueva novela (hablando de manías)”.
Fiat Lux. ¿Por qué le dio por escribir novela negra?
Javier Márquez Sánchez. Creo que fue algo natural. Pensé en la historia que quería contar, en el tipo de personajes que quería desarrollar, en el tono que quería emplear… Y resultó que era novela negra. Por otro lado, siendo niño me fascinaban (aún hoy me gustan) Sherlock Holmes, James Bond y los westerns. Con esos mimbres, ¿qué otros cestos?
FL. En el juego de policías y ladrones, ¿con quién iba?
JMS. Con los policías, siempre. Me crié viendo cine clásico, ése en el que siempre ganaban los buenos.
FL. Tiene licencia novelesca para matar / Tenemos licencia literaria así que no se corte: ¿A quién mataría?
JMS. No me deis una pluma cargada que puedo montar una carnicería. Hay tanto hijo de perra inclemente suelto por ahí que la cola sería larga. Empezaría por aquellos a los que no les importaría responder a esa pregunta.
FL. ¿Qué o a quién atracaría?
JMS. Cualquier banco. Deberíamos organizarnos en patrullas a lo Robin Hood. Hasta que los seguros se hundan y todos juguemos sin red.
FL. Si fuese detective, investigador, sabueso…, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
JMS. Germán Areta (‘El crack’), nuestro tipo duro más castizo. Carvalho también, pero el rollo gourmet –y conste que yo he recurrido a él en mis novelas- creo que acaba por cargar un poco.
FL. Si fuera criminal, desde asesino a atracador, valen todos los palos, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
JMS. John Dillinger, que ha sido el más cinéfilo de los criminales, no en vano lo mataron en la puerta de un cine. Por otro lado, Bruce Reynolds, el auténtico cerebro, entre otros golpes, del asalto al tren de Glasgow.
FL. Díganos su escritor o escritores del negociado negrocriminal preferido/preferidos, y su/sus porqué/porqués.
JMS. De acá, disfrutando mucho con Andreu Martín, Domingo Villar o Carlos Salem, me quedo con Juan Madrid, el que mejor me traslada a las calles, los antros, los descampados y los calabozos. De allá, me debato entre Jim Thompson y Ross Macdonald, con su Lew Archer. Aunque puestos a ser políticamente incorrectos, me divierte el pseudo fascismo de Mickey Spillane. Sólo ese título, ‘Yo, el jurado’, define la actitud cotidiana de cualquier parroquiano de taberna.
FL. ¿Qué noticia, asunto de actualidad, ve o vería como argumento para novela negra? // ¿Y cómo podría ser o sería el planteamiento?
JMS. Cualquiera de las que leemos en la sección de política nacional, e incluso algunas de las internacionales. Especialmente todos los casos de corrupción, que en muchas ocasiones comparten protagonistas. Se están esmerando tanto estos cabrones que cada vez es más difícil una buena ficción a la altura de la podrida realidad.
FL. ¿Por qué se escribe tanta novela negra?
JMS. En realidad se escribe mucho de todos los géneros. La cuestión es que la novela negra se ha ganado un poco más el favor del mundo editorial, que la ha sacado del gueto de los géneros. Y está claro la novela de género es la más divertida, la que más gusta, desde La Biblia al Quijote pasando por La Metamorfosis. Todo eso es género, no fastidies.
FL. ¿Por qué se compra o se lee tanta novela negra?
JMS. La novela negra es el género más universal. Y no hablamos de la muerte con siete tiros en la espalda. O sí. Ni de la mujer fatal. O también. Alguna vez hemos pensado “Si yo fuera capaz de dar un palo en este banco…”, “Si fuese de los que le rompía las piernas a este individuo…”, “Si fuese de los que se escapa con una mujer como ella y los bonos al portador del marido…”. La novela negra habla de nosotros y de nuestro mundo cotidiano en un 99%. Ese 1% que marca la diferencia es esa fantasía criminal a la que nosotros no nos atrevemos y que nos pone tan cachondos.
FL. ¿Usted qué piensa, que se lee novela negra por envidia (del bueno o del malo) o para aprender (a ser malos o a descubrir malos)?
JMS. A esto me refería antes. Creo que lo leemos por ese deseo animal, educado o reprimido, de dar rienda suelta a nuestros instintos más salvajes. Violentos o sexuales. Por eso la novela negra suele ser también muy sensual.
FL. ¿Todos somos un poco (o un mucho) criminales?
JMS. Bueno. Todos somos animales. Si un otra fiera trata de hacer daño a un león o su familia, éste lo destroza. Así, sin más. Y luego, que venga el juez de la jungla. O si ve una pieza jugosa que está devorando otro animal, tratará de imponerse y llevársela. Nosotros, la mayoría, ya no hacemos esas cosas. Pero el ADN sigue ahí, latente… Sólo las situaciones límite nos liberan de las ataduras sociales.
FL. Puestos a elegir, ¿usted sería el criminal o el detective, el asesino o el policía, el ladrón o el investigador?
JMS. El detective, policía e investigador. Porque ganen o pierdan, son los que al final acaban solos, acodados en la barra del bar, apurando el último cigarrillo. Soy perdedor por naturaleza. Por eso nunca fui bueno en ningún deporte. ¡Ganar es tan aburrido!
FL. Dígame una ciudad para cometer un delito.
JMS. Cualquier pueblo de la España profunda. Hay un rollo neowestern que mola lo suyo.
FL. Cine Negro: una película (o unas películas)
JMS. El crack, Retorno al pasado, El largo adiós, Perdición, Harper. Investigador privado, El sueño eterno, Grupo 7, Laura, La caja 507, El demonio de las armas…
FL. Póngame una banda sonora para leer novela negra.
JMS. Algo de ‘cool jazz’, de Miles Davis a John Coltrane (el de los 50) pasando por Chet Baker, Gerry Mulligan, Art Pepper o Stan Getz.
FL. ¿Usted se pone música para escribir? ¿Qué música?
JMS. Siempre suelo preparar una banda sonora para cada novela. En ocasiones es jazz, otras veces es clásica, blues o composiciones cinematográficas; siempre instrumental, en cualquier caso. Esta, por ejemplo, es la de “Afilado como un blues de medianoche”. Para la novela que corrijo actualmente encontré una magnífica compilación con más de medio centenar de interpretaciones diferentes del tema ‘Round Midnight’, compuesto originalmente por Thelonious Monk. Una delicia.
FL. ¿Cómo es su espacio de trabajo?
JMS. Es un pequeño despacho que trato de convertir precisamente en eso, en ‘mi espacio’, a través de la decoración, la iluminación, la música, el olor… Me encantaría poder escribir en cualquier parte, pero me cuesta hacerlo fuera de ‘mi cueva’. O en los bares y cafés, que queda muy bien, pero soy demasiado curioso y no logro concentrarme.
FL. ¿Cómo escribe; cuándo; cuánto…?
JMS. Cuando me embarco en una nueva novela trato de organizarme para poder teclear el primer borrador de un tirón, con las menores pausas posibles. Eso suele llevarme normalmente de tres a seis meses. Trato de escribir todos los días, aunque no suelo sentarme si no voy a poder estar al menos un par de horas ante el ordenador. Mi momento preferido para escribir es por la noche, aunque buena parte de la última novela he tenido que teclearla por la mañana, antes de ir a trabajar. Y coincido con lo que decía John Lennon, algo así como que no se puede madrugar para ser creativo.
FL. Música al margen, ¿de qué se acompaña para escribir?
JMS. Me gusta tener una vela encendida, y no me refiero a las olorosas. ¿Por qué? No lo sé. Reminiscencias de influencias victorianas, digo yo. Un café casi siempre ayuda a arrancar. Las bebidas más fuertes dependen de la novela. Hay historias que son de bourbon, otras de coñac, otras de tequila, otras de dry martini… Para la última aposté por el ‘single malt’ ahumado. Varias marcas. “Escribe borracho, corrige sereno”, decía Hemingway, don Ernesto. Por ahora, me funciona.
FL. ¿Cómo se documenta para sus novelas?
JMS. Como requiera la ocasión: bibliografía, hemeroteca, documentales, fotografías… Y cuando la historia lo permite, con la visita al escenario del crimen.
FL. ¿Es de los que llevan una libretita siempre a mano y va anotando secuencias, ocurrencias, cachitos de inspiración? /// ¿Nos leería algo de lo último que haya escrito en esa libreta?
JMS. Me encantan las libretas. Compro una en cada nueva ciudad que visito. Quizás sea legado de mis días de lector de Paul Auster. Tengo dos cajones repletos de cuadernos de notas de todos los tamaños guardados desde hace más de ocho años. Para imprevistos, el móvil también sirve. No obstante, me gusta arriesgarme: cuando una idea me entusiasma, no la apunto; si la recuerdo al día siguiente, es que merece la pena. Mi última anotación es una anécdota que me contó un amigo. Su tío, gallego, tenía una gaita junto a la cabecera de la cama cuando era joven. Cada vez que se acostaba con una chica, se levantaba tras hacer el amor, abría la ventana y tocaba el instrumento.
FL. ¿Empieza por el título o el título ya surgirá?
JMS. A veces el título surge cuando estas trabajando en el esquema, otras veces, apenas semanas antes de publicarse. No me importa que salga antes o después. Lo que sí me gusta es que nazca de alguna línea de diálogo.
FL. ¿Corrige mucho?
JMS. Todo lo que puedo. Y una vez que doy el último ‘ok’, el punto de no retorno, no vuelvo a leer el texto. Ni siquiera ya publicado. Lo paso fatal al observar una errata o un error que ya no puede corregirse.
FL. ¿Qué manías o supersticiones tiene mientras trabaja, mientras crea?
JMS. Ninguna. Pero sí que me gusta elegir algo, llamémoslo amuleto, tótem o como sea, que tengo junto a mí durante toda la escritura de una novela. He tenido un anillo, un viejo reloj de bolsillo, un vaso de whisky, un pequeño muñeco articulado, una corbata… Cada uno de esos elementos estuvo conmigo, día tras día, durante la redacción de una obra determinada. De algún modo me ayudan a reentrar en la obra día tras día, a mantener su tono, a pesar de los altibajos que yo pueda sufrir en mi vida personal.
FL. ¿Cómo se titula la novela, cuento, escrito… que guarda en un cajón?
JMS. ‘La balada de Sam’. Le tengo muchísimo cariño. Una novela para la que he compuesto todo un disco a modo de banda sonora. No hay prisa. Ella marca su tiempo.
FL. ¿En qué está trabajando ahora?
JMS. En una novela sobre corrupción política en Andalucía y la crisis del periodismo actual. La ciencia ficción, que siempre me gustó.
FL. ¿Qué está leyendo ahora mismo?
JMS. ‘Diarios’, de John Cheever. A punto de arrancar con ‘Mr. Holmes’, de Mitch Cullin.
FL. ¿Qué libro/libros nos recomienda, además de lo suyo?
JMS. Cualquiera de las compilaciones de relatos de Ernest Hemingway. En inglés a ser posible, si no, la edición de Lumen. Releo ‘Los asesinos’ cada vez que comienzo a escribir una nueva novela (hablando de manías cuando escribo…).
FL. Y de la balda “rarezas y curiosidades” de su librería, ¿algún descubrimiento que quiera compartir con nosotros?
JMS. Una edición original de ‘From Russia with love’, de Ian Fleming. Para un bondiano, son palabras mayores.
FL. ¿La mejor forma de matar?
JMS. La que le arrebate todo a la víctima, poco a poco, de la forma más dolorosa; todo, menos la vida.
FL. ¿Su entretenimiento favorito?
JMS. Revisitar viejas películas, componer canciones, ver reír a mi chica, sacar de quicio a mi gato.