“La novela negra es instructiva”
A los 13 años, en su Francia natal, le dio por leerse una novela negra cada noche. Irremediablemente se hizo adicto al género negro y novelista de género negro: “Sesenta kilos de cocaína pura. Sesenta kilos que podrían suponer el pasaporte de salida para muchos. Sesenta kilos que serán la perdición de casi todos”.
“Sesenta kilos” es su primera novela. La segunda, ya está con ella, será “un fresco del hampa autóctona con un poli muy corrupto”. Y es que Ramón Palomar (Nancy, Tánger, Valencia), al que le gustaría ser poli corrupto, considera “instructiva” a la novela negra: “se lee para admirar a los malos”.
Ramón Palomar, periodista total y novelista, desvela en este interrogatorio sus modelos, su escenario de creación, sus recomendaciones, sus aficiones o sus vicios: “tengo un camello de un vermú buenísimo que elaboran en un pueblo cercano a Valencia en plan medio ilegal”.
Fiat Lux. ¿Por qué le dio por escribir novela negra?
Ramón Palomar. Leo novela negra desde los 13 años. Mi padre vivió en Francia a finales de los cincuenta y en la biblioteca de casa había un buen surtido con los grandes de la «serie noir», aquellos libros editados por Gallimard en aquella mítica colección dirigida por Marcel Duhamel. Durante un verano me leí una novela cada noche. Acababa de madrugada. Era lógico, pues, escoger ese camino que distorsionó/alteró mi sesera infantil…
FL. En el juego de policías y ladrones, ¿con quién iba?
R.P. Prefería el lado ladrón. Lo polis era los chivatos de la clase.
FL. Tiene licencia novelesca para matar / Tenemos licencia literaria así que no se corte: ¿A quién mataría?
R.P. A Justin Bieber. También a los One Direction. Están dañando mucho el paladar de las niñas y de los niños mariquitas de este país con su mierda musical. Y los padres lo consienten. No me lo explico…
FL. ¿Qué o a quién atracaría?
R.P. Atracaría la mansión de Angelina Jolie para robar su lencería y enmarcarla luego. Olfatearla no, que es de mezquinos enfermitos. Enmarcarla, sí. Con la intimidad de Marion Cotillard haría lo mismo, creo.
FL. Si fuese detective, investigador, sabueso…, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
R.P. Sepulturero Jones y Atáud Ed me complacen por lo expeditivos que se muestran (Chester Himes). El sheriff de «1.280 almas» no va manco… Y nuestro inteligentísimo y ambiguo Carapocha, creado por César Pérez Gellida, se sale. Spade o Marlowe son santones y claro que estamos con ellos…
FL. Si fuera criminal, desde asesino a atracador, valen todos los palos, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
R.P. Pete Bondurant, de James Ellroy, me fascina, molaría ser colega suyo. El sheriff de «1.280 almas» no va manco… (sí, me repito, pero es que sirve de detective y de villano…). Doc MacCoy («La huida», otra vez Thompson), también se me antoja un buen modelo a seguir. Y, como no, Pike Bishop, el William Holden de «Grupo Salvaje»
FL. Díganos su escritor o escritores del negociado negrocriminal preferido/preferidos, y su/sus porqué/porqués
R.P. De los padres Hammet y Chandler, también Thompson, Himes, Burnett y Charles Williams. Edward Bunker, por supuesto. También James Sallis. Algunas cosas de Don Winslow. José Giovanni y Albert Simonin de Francia. César Pérez Gellida de aquí. Y, por encima de todos, Ellroy, siempre Ellroy. Me parece una bomba atómica.
FL. ¿Qué noticia, asunto de actualidad, ve o vería como argumento para novela negra? // ¿Y cómo podría ser o sería el planteamiento?
R.P. El presunto secuestro de un ex presidente de club (El Valencia CF) contra otro ex presidente del mismo club. Una deuda colosal, vanidades heridas, sicarios contratados, un turbio confidente de la pasma grabando la movida… Una esposa obsesionada con el glamur que lleva los pantalones y chincha al marido perdedor… Sólo nos falta la mujer fatal, pero ya nos la inventamos. Todos esto sucedió a cuatro manzanas de mi morada…
FL. ¿Por qué se escribe tanta novela negra?
R.P. Hunde sus raíces en la actualidad. Permite descubrir la putrefacción de nuestra sociedad alterada por la urgencia, el fracaso y los chanchullos. Es el vehículo perfecto para exponer y denunciar esta vida loca de pecado y codicia que llevamos.
FL. ¿Por qué se compra o se lee tanta novela negra?
R.P. Suele ser trepidante y profunda. Hay acción. Hay violencia. Hay maldad. Hay amor. Hay traición. Hay amistad. Hay honor. Hay sangre. Hay venganza. Hay pasta. Hay droga. Hay sexo. Se destapa la condición humana en sus pulsiones más bastardas… ¿Cómo no leer novela negra? Es entretenidísimo, amén de instructivo.
FL. ¿Usted qué piensa, que se lee novela negra por envidia (del bueno o del malo) o para aprender (a ser malos o a descubrir malos)?
R.P. Creo que, fundamentamente, para admirar a los malos. Envidiamos a los fuera de la ley porque nosotros, pequeños pusilánimes acostumbrados a nuestro confort de sofá, jamás tendremos los huevos para saltarnos las normas y funcionar a nuestro aire. Si supiésemos que no nos iban a trincar, quizá seríamos narcos o atracadores. Incapaces de dar el paso, nos distraen las aventuras/desventuras ajenas.
FL. ¿Todos somos un poco (o un mucho) criminales?
R.P. Según. Todos no. Mi madre, por ejemplo, ni de coña. No se trata de si somos mucho o poco criminales, se trata de si tenemos ocasión para militar en el bando ilegal… ¿La tenemos? En ese caso, ¿qué haríamos? Hummm, va por barrios. Es como lo de ser fiel o no. Esos que presumen de fidelidad jamás se han visto acosados por la Veronica Lake, la Ava Gadner o la Gene Tierney de su tiempo. Ni por nadie, que jamás tuvieron ocasión de traicionar sus juramentos. Así es muy fácil ser fiel, no te jode. Con el crimen igual sucede lo mismo. Todo se reduce a las ocasiones que surgen…
FL. Puestos a elegir, ¿usted sería el criminal o el detective, el asesino o el policía, el ladrón o el investigador?
R.P. Me encantaría ser el poli corrupto. Esa figura me parece maravillosa, formidable. Ser poli corrupto es lo mejor del mundo. Navegas entre las aguas de los dos bandos… Trapicheas en ambos lados. Como Harvey Keitel en el «Bad Lieutenant» de Abel Ferrara. Poli corrupto es lo más, tienes lo mejor de cada casa, oye.
FL. Dígame una ciudad para cometer un delito
R.P. Ejem, vivo en Valencia…¿Te doy más detalles?
FL. Cine Negro: una película (o unas películas)
R.P. «Bad lieutenant» (sí, me repito), «Le trou» (Becker), «La huida» (Peckimpah), «Reservoir Dogs» (Tarantino), «El demonio de las armas» (J. H. Lewis), «Un profeta» (Jacques Audiard), «Clases tous risques» (Claude Sautet)
FL. Póngame una banda sonora para leer novela negra
R.P. Hummmm… Billie Holliday, Chet Baker, Bach, Miles Davis, Elvis, Coltrane, Charlie Parker, Spacemen Three, Johnny Cash, Joy Division, Jesus and Mary Chains, Benjamin Biolay… Según me da…
FL. ¿Usted se pone música para escribir? ¿Qué música?
R.P. A veces, pero poco. Últimamente o Chet Baker (mucho) o Spiritualized.
FL. ¿Cómo es su espacio de trabajo?
R.P. No es fijo. Un escritorio heredado de mi bisabuelo. Tengo enfrente una foto de Céline y otra de Josep Pla para ver si se me pega algo… Pero puedo escribir en cualquier parte…
FL. ¿Cómo escribe; cuándo; cuánto…?
R.P. Cuando puedo… Una página mínimo y cinco máximo. Tengo artículo diario de opinión en el periódico Las Provincias, programa de radio diario de dos horas en Valencia y tertulia televisiva todas las tardes…Si no llego muy fundido al finde, procuro aprovechar…No siempre puedo. Luego siempre me queda agosto para encerrarme y arrear tirón. Es una vida penosa, lo sé, por eso sigo soltero y mis novias me abandonan, como mucho me aguantan dos años…
FL. Música al margen, ¿de qué se acompaña para escribir?
R.P. A veces de un vermú que elaboran en un pueblo cercano a Valencia en plan medio ilegal…Está buenísimo, pero entra demasiado bien y acabas algo pedo al tercero, con lo cual ya no puedes escribir más…Al menos yo no puedo… Tengo un camello de ese vermú y me lo trae en garrafas rústicas de cinco litros. Y barato de narices.
FL. ¿Cómo se documenta para sus novelas?
R.P. Nunca con internet. Los que se nutren de internet son unos estafadores. Bebo del manantial de un abogado penalista y de amigos de amigos de amigos que son narcos, manguis, delincuentes de mucha o poca monta. Me los presentan porque un escritor les resulta algo exótico. Cuando escuchas y sales con ellos, es curioso como les gusta contar sus movidas a alguien que no les juzga. Les encanta. Basta poner la oreja y permanecer atento.
FL. ¿Es de los que llevan una libretita siempre a mano y va anotando secuencias, ocurrencias, cachitos de inspiración? /// ¿Nos leería algo de lo último que haya escrito en esa libreta?
R.P. Uso papelitos. Apunto frases. Las dos últimas son: «Tenía la fotogenía de un tigre» y «su fealdad era equiparable a la de un rodapié de falso mármol». Luego procuro encajar las frases por ahí. Una vez me presentaron a un narco de primera división y me llevé una pequeña libretita a la comida. No me atreví a desenfundarla porque hubiese sido un toque demasiado panoli. Me acuerdo de todo lo que me contó. Muy interesante, e instructivo, que decíamos antes. Y la comida la pago él, claro.
FL. ¿Empieza por el título o el título ya surgirá?
R.P. El título lo dejo para el final. Pongo un título provisional para trabajar y luego siempre otros. Sucedió así con «Sesenta kilos», un título que, cosa rara, todavía me gusta. Corto, duro, descriptivo, eficaz. O eso creo. Me abochorna algo la peña que ahora usa títulos demasiado largos por la influencia de Larsson. Dios, qué originales.
FL. ¿Corrige mucho?
R.P. Sí, mucho. Creo que la madre del cordero está en corregir y en podar, podar y podar más. Para que la novela coja ritmo, tono, alma, conviene meditar y corregir mucho. Cavilar. Urdir.
FL. ¿Qué manías o supersticiones tiene mientras trabaja, mientras crea?
R.P. Ninguna. Tampoco creo en la inspiración súbita. Esto es un oficio (lo decía Josep Pla). Sobra camelo, folletín, melodrama de bohemia barata y gimoteo constante. Esto es esfuerzo, ni manías ni superticiones.
FL. ¿Cómo se titula la novela, cuento, escrito…, que guarda en un cajón?
R.P. «El estudiante crápula». Menos mal que tuve el buen sentido de dejarla en el cajón…
FL. ¿En qué está trabajando ahora?
R.P. Otra novela negra. No es secuela de «Sesenta kilos» pero la galería de personajes, de nuevo, es un fresco de nuestro pintoresco lumpen. Añado un poli corrupto, muy corrupto y bronco, basado en un caso real. Me interesa el hampa de nuestro país. No tiene nada que envidiar a otras y es superior a la de los nórdicos. A ver si nos damos cuenta de una vez…
FL. ¿Qué está leyendo ahora mismo?
R.P. «Te quiero porque me das de comer», de David Llorente. Muuuuuuy buena.
FL. ¿Qué libro/libros nos recomienda, además de lo suyo?
R.P. Además de lo mío…»En las trincheras», las crónicas de Gaziel de la Primera Guerra Mundial. La biografía de Belmonte escrita por Chaves Nogales. «Jazz blanco», de Ellroy. Y la trilogía «Versos, canciones y trocitos de amor» del ya mencionado César Pérez Gellida. Novedosa, contundente, robusta. Muuuuy buena.
FL. Y de la balda “rarezas y curiosidades” de su librería, ¿algún descubrimiento que quiera compartir con nosotros?
R.P. «Cinematógrafo», de Carranque de Ríos. Y «Las siete cucas», de Eugenio Noel, menudo personaje…odiaba el folclore rancio y castizo con toda su alma a principios del pasado siglo y llevaba esta bandera hasta sus últimas consecuencias. La de veces que le partieron la cara… Pobrecillo.
FL. ¿La mejor forma de matar?
R.P. Practicar un agujero en el desierto que rodea Las Vegas. Conseguir un bidón de ácido y, sobre todo, encargar el trabajo al Joe Pesci de «Casino». Con un profesional así no te pueden pillar
FL. ¿Su entretenimiento favorito?
R.P. Leer todos los días un par de horas y, los sábados, golf. Siempre. Mantengo desde hace más de 15 años la misma partida con los mismos amigos. Tras los 18 hoyos, a veces, empalmamos y nos largamos a cenar y a beber. Además, mientras juegas al golf puedes fumar. Eso es magnífico. Y vas vestido de persona, nada de mallas ni cosas así de grasientas. También recomiendo llevar un hierro del siete en el maletero del coche para posibles contingencias. Nunca se sabe, el mal siempre acecha…