Por Aramys Romero, (@AramysRomero)
Fue allá por el 2011 cuando me topé con Johan Theorin, yo huía de todo lo que viniera del norte, de todo lo nórdico, de todo lo que tuviera que ver con el frío. Huía de las portadas donde la nieve era la protagonista; la nieve, los niños, la gente con gorros, las sombras y todo un montón de clichés que se repetían uno tras otro y que los editores copiaban sin el más mínimo escrúpulo para vender cualquier cosa venida desde los países nórdicos. La burbuja Larsson.
Había probado con Mankel, con el mismo Larsson y con la pareja más auténtica, Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Pero ninguno me gustaba mucho. Y entonces cayó en mis manos La hora de las sombras, de un sueco que no me sonaba de nada y que no tenía ningunas ganas de leer, Johan Theorin.
Pero quiso el azar, o la curiosidad, que me diera por empezar a leer La hora de las sombras. Y ¡sorpresa cariño! ¡Este tío escribe como un americano! El estilo de Theorin si, tiene algo de nórdico, esa cadencia y tranquilidad y fijación por los paisajes, esa calma. Pero también tiene mucha clase, mucha fuerza, mucha claridad, una técnica –y una traducción- magnífica, un desarrollo de tramas impecable, unos personajes con carácter, unas tramas trabajadas y bien resueltas, en definitiva, un conjunto de cualidades que hacen de Theorin un nórdico de calidad, un tío diferente.
La hora de las sombras es el primero de los cuatro libros que forman El cuarteto de Öland, donde Johan Theorin ambienta cada novela en una de las cuatro estaciones del año; La hora de las sombras en otoño, La tormenta de nieve en invierno, La marca de sangre en primavera y El último verano en la isla en verano.
Desde el primero título caí rendido a los paisajes de la isla de Öland, en otoño con la niebla cubriendo el lapiaz y la bruma en el mar, en invierno con todos los bosques nevados y los meses sin sol, las siluetas de los faros amenazantes y la oscuridad que todo lo envuelve. En primavera con todo el color y la vida en el lapiaz y en la costa, y en verano con el mar como protagonista, los acantilados, los molinos, los bosques, todo bañado por el tímido sol que calienta la isla unas horas al día.
Las novelas de Theorin, al menos las que forman parte del Cuarteto de Öland, no son exactamente novelas de género negro; nos son muy negras, ni muy escabrosas, ni muy tétricas. Esta serie está más cerca del misterio, tiene algún toque de fantasía -en el segundo libro sobre todo- y tiene mucho de tradiciones y folclore de la zona. Pero sobre todo tiene algo que te atrapa y te hace leer con calma, serenidad y fruición.
Y tienen a Gerlof, el octogenario –a veces protagonista, a veces no tanto- que es el nexo de unión en las cuatro novelas, un personaje magnífico, entrañable, un hombre amable y reflexivo que siempre tiene la sensación de que algo no cuadra, de que algo no está en su lugar, un hombre que será el responsable de investigar las muertes que se sucederán en cada uno de los libros. Con sus achaques, con sus manías, con sus limitaciones. Un personaje diferente que es el auténtico pilar de la serie, un detective aficionado de ochenta años, alguien a quien escuchar y a quien acompañar por la isla en su búsqueda de pistas.
Roja y Negra acaba de publicar la última de la serie, El último verano en la isla, y ha reeditado las tres anteriores que estaban publicadas en otro formato. Cierra con esta última entrega una buena serie, una serie diferente, un poco fuera de lo común, una serie perfecta para desintoxicarse del género o para introducirse en él, una serie entretenida pero no sin fuertes mensajes sobre la sociedad en la que vivimos; egoísta, lujuriosa, violenta, solitaria.
En definitiva, una apuesta perfecta para los meses de verano. Y alguno más.
El cuarteto de Öland. Johan Theorin, Mondadori colección Roja y Negra