Entrevistas

El escritorio del escritor: Rosa Ribas, Bernard Minier

Una obviedad: tenemos una irrefrenable querencia al voyeurismo literario, especialmente en el género negro.

Otra: somos periodistas, cuentaores, y fisgamos, miramos, preguntamos…, y lo contamos.

Una (otra) nueva propuesta Fiat Lux:

  • ¿Cuándo, dónde, con qué escriben los autores y autoras de novela negra?
  • Además, ¿en qué novela de las que rodean su mesa les gustaría vivir?
  • Y, ya puestos: ¿cuál es el crimen favorito de quien tiene su escritorio lleno de crímenes?

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Hoy nos sentamos en la mesa del escritor. Hoy cotilleamos en el escritorio del escritor.

Los primeros despachos que hemos asaltado son los de Rosa Ribas y Bernard Minier.

Ella este año va a estar en las principales quinielas de premios con Azul Marino (novela que cierra la saga de Ana Martí), abre estos días su agenda y su mapa negros en Pamplona Negra, y publicará al menos un par de novedades.

Él, uno de los verdaderos jefazos del género en Francia, también presentará novedades en este año que ha arrancado petándolo en su país con una serie en televisión basada en sus novelas (que también van a ser cine).

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Nos sentamos en la mesa del escritor, fisgamos en los escritorios de Rosa Ribas y Bernard Minier.

Bernard Minier

 

– ¿Por qué escribes novela negra?

Rosa: Porque me gusta. Porque proporciona un marco estructural que me parece el más adecuado para algunas de las historias que quiero contar.

Bernard: La verdad es que no me planteo si escribo novela negra o de otro género. Y escribo porque no tengo otro remedio: si no lo hiciera, podría volverme loco. También porque un día de junio de 1968, una maestra sustituta en mi escuela primaria leyó en voz alta Robinson Crusoe; desde entonces, así lo ha querido la suerte.

 

– ¿Cómo es un día de trabajo tuyo?

Rosa: Me suelo levantar temprano y, después de desayunar, me visto y me voy a un café cercano para empezar a escribir. De este modo, salgo de casa y el cuerpo y la mente se activan. Después regreso a casa y sigo trabajando. Paso de fases de total concentración a los típicos momentos en los que me descubro con la cabeza metida en la nevera o mariposeando por internet. Por la tarde, paso al ordenador lo que he escrito a mano por la mañana. Cuando tengo la sensación de que pierdo la concentración, me pongo a leer. La lectura siempre me anima a seguir escribiendo.

Bernard: Creo que no hay nada más aburrido que un día de trabajo de un autor. Si la gente supiera lo poco sexy que es, muchos menos autores saldrían en las películas. En resumen: café, computadora y pegamento para el culo.

 

– ¿Cómo es tu espacio de trabajo?

Rosa: Aparte de cualquier café en el que la música no esté demasiado alta, en casa tengo dos espacios. Uno lo comparto con mi marido. Es el estudio en el que trabajo con el ordenador. Estamos sentados frente a frente. Como soy zurda y él diestro, tenemos una larga mesa orientada de tal modo que la luz de la ventana nos va bien a ambos si tomamos notas a mano. El otro espacio lo uso sólo yo. Ahí escribo a mano. Tengo una vieja mesa de cocina que me regalaron unos amigos. Allí están todos mis lápices, los cuadernos, plantas. A ambos lados, estanterías con libros. Y dos sillones de color turquesa para leer.

Bernard: Paredes detrás de muchos libros, una ventana que da al jardín, un poster de Sherlock Holmes y el collar de la muerte (una vieja película de Terence Fisher de 1962). Al final, 9 metros cuadrados. Espacio suficiente para inventar un mundo.

– ¿Tu mejor novela cuál es (y por qué)?

Rosa: Esa todavía no la he escrito.

Bernard: Tendríamos que preguntar a los lectores…

 

– ¿Cuál es la novela que te hubiera gustado firmar?

Rosa:  Eso es un secreto.

Bernard: Casi todas de Jo Nesbo, un tipo nacido en 1960, delgado (que coincidencia) y muy talentoso.

 

– ¿En qué novela te gustaría vivir?

Rosa: En la novela de aventuras perfecta, La princesa prometida, de William Goldman.

Bernard: La Gitana y el Francés.

 

– ¿Cuál es tu crimen favorito?

Rosa: En la realidad, ninguno. En la ficción, uno de mis preferidos es de una película de Hitchcock, Cortina rasgada. Se trata de la escena en la que el protagonista, el físico nuclear interpretado por Paul Newman tiene que matar con ayuda de una granjera al policía que ha descubierto sus planes. Y lo tienen que hacer si disparar la pistola del policía para evitar que los oiga el taxista que espera fuera de la casa. En esta escena, de una enorme fuerza física, se aprecia lo difícil que es matar a una persona, la violencia que supone.

Bernard: Voy a hablar de mis “propios crímenes” … Mis favoritos son los que aparecen en No apagues la luz, alguien presiona a otra persona para que se suicide. Crimen indirecto, sin mancharse las manos. Además, nadie se entera que suicidarse es un pleonasmo, ya que sui-cidio significa ya crimen a sí mismo. Alguien “suicida” a alguien más: crimen perfecto.

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