El que no haya leído todavía a Julián Ibáñez que deje de leer esto, pero ya, y salga corriendo a buscar un libro suyo y lo lea, pero ya.
Si sigues leyendo, es que ya le conoces y entonces también deberías dejar de leer porque no te voy a contar nada que no sepas.
A ver si esta va a ser la entrada menos leída de todos los tiempos. Un día de estos voy a tener que dejar de tirar piedras sobre mis propios tejados.
De Julián Ibáñez me gustan hasta los títulos. Estás en una librería y ves un título como “El viejo muere, la niña vive” y te dan ganas de leerlo porque te preguntas de qué va a hablar algo con ese título. Me pasó lo mismo con “Perro vagabundo busca a quien morder”.
En “El viejo muere, la niña vive” un tipo que se llama Bellón sobrevive. Bellón es de esos tipos que te encuentras en los bares, solo, bebiendo, mirando al infinito o por encima de su hombro, dependiendo del día. Pero no te los encuentras en cualquier bar, tiene que ser un bar de esos a los que solo entramos para comprar tabaco de madrugada porque no hay otro sitio al que ir.
Bellón folla por dinero, asusta a gente para que pague las facturas, es confidente de una policía, hace de guardaespaldas a las putas para asegurarse de que los clientes les pagan… Él se levanta por la mañana y sale a la calle a buscarse la vida.
Una mañana se levanta sin un euro en el bolsillo y va a ver al tipo que le encarga que asuste a gente para que pague. Llega al chalet al que tiene que ir y no le abren la puerta pero ve una ventana abierta. Otro se iría pero él no, Bellón entra y después de recorrer toda la casa llega a un baño pequeño en el que un tío y una tía se están duchando. El tipo sale de la ducha porque le ve y Bellón sale por patas, no sin antes llevarse una pistola que había encontrado en el suelo y un reloj que le pareció caro.
Al día siguiente, sabe que han matado a la tipa del chalet, que además resulta ser policía.
Un par de días más tarde un colega suyo le propone un “trabajito” de pasta. Y como está permanentemente a dos velas, Bellón acepta. El que hace de cabeza pensante del “trabajito” es el tipo que había salido de la ducha.
Luego pasan más cosas porque Bellón tiene que sobrevivir, pero lo que pasa no es importante. Es importante como Ibáñez cuenta lo que pasa. Lo cuenta desde la cabeza de Bellón. Y en la cabeza de Bellón no hay esperanza, ni culpa, ni remordimientos, ni planes, ni deseos, ni nada de eso. En la cabeza de Bellón solo cabe lo que sea que ha de hacerse para seguir sobreviviendo. Y por eso el texto es duro, básico, concreto. Nada de irse por las ramas. Nada de florituras ni palabrejos complicados.
Desde la cabeza de Bellón recorremos un mundo que nosotros, personas normales, ni vemos ni sentimos ni padecemos. Nosotros, lectores de vidas convencionales, queremos meternos en mundos así sin tener que sufrir las consecuencias. Por eso leemos.
Ibáñez crea un mundo en el que vivir mientras se lee, en el que todo lo que pasa encaja y tiene sentido. Donde solo se habla lo justo para seguir viviendo. Un mundo en el que no hay amigos ni familia ni pasado ni futuro. Solo hay lo que hay en ese instante. La vida, cuando es de verdad, es solo lo que hay en un instante. Lo de antes ya fue y lo de después no existe todavía. Como en los libros de Ibáñez. No importa que no sepamos de donde viene Bellón ni quien es ni nada. No importa que no sepamos ni imaginemos lo que va a pasar después. Solo importa que mientras lees a Julián Ibáñez vives en ese mundo que él ha inventado para ti.
Hay un montón de escritores buenos en el mundo, pero hay muy pocos que casi sin trama, casi sin personaje, puedan construir un mundo que, no es que sea creíble, es que es vivible.
Ve a comprar un libro de Julián Ibáñez, cualquiera, el que sea, y léelo, por dios, léelo.
“El viejo muere, la niña vive”, Julián Ibáñez, Editorial Cuadernos del Laberinto
NOTA: ¿leíste el #CuestionarioFiatLux con Julián Ibáñez? Mira aquí.