Por Marta Marne Fernández (@atram_sinprisa)
Todos aquellos que comentan que las novelas de género negro no son literatura, que no están al nivel de las grandes obras de lo que se considera Literatura, así escrito con mayúscula, es que no han leído nunca a James Sallis. Sallis es uno de esos autores que traspasan el género, que consiguen emocionar, hacerte temblar, hacerte disfrutar de un libro como pocos. Es uno de esos escritores que disfrutas de degustar poco a poco, leyendo sus novelas con calma y regocijo, paladeando sus frases y reflexionando sobre todo lo que te cuenta.
Sallis es conocido sobre todo por sus novelas de la serie de Driver, que al haberse llevado al cine las hicieron más visibles al gran público. Pero su gran creación es la serie del detective Lew Griffin, novelas ambientadas en Luisiana y Nueva Orleans. En este caso, nos adentramos en un universo nuevo y viajamos a Phoenix, Arizona. Bienvenidos a El Valle del Sol.
La trama de La agonía del asesino está narrada a tres voces, tres personajes que no llegan a encontrarse pero que de un modo o de otro interactúan, cuyas vidas dependen mutuamente entre sí. Por un lado, tenemos al asesino que da título a la novela, Christian, Dollman, un hombre sin nombre, un hombre cerca del fin de su vida tanto por su edad como por una enfermedad que le asola y le hace vivir dependiendo de los medicamentos que calman sus sufrimientos. Por otro lado, tenemos a un policía, Sayles, con una situación en casa dolorosa, una esposa al borde de la muerte que huye de su hogar para ahorrar dolor y sufrimiento a su marido. Y por último, Jimmie, un muchacho que ha sido abandonado por su madre y posteriormente por su padre, que se gana la vida vendiendo objetos revalorizados por Internet, y que alimenta su alma leyendo novelas a los ancianos residentes en un asilo.
Tres individuos que en apariencia no tienen nada en común. Tres historias en apariencia dispares. Pero con una vida interior tal que e
n ocasiones llegas a dudar sobre de quién te está hablando el narrador. La trama en sí apenas tiene importancia, de hecho durante páginas y páginas apenas hay acción, apenas hay sucesos. Todo el desarrollo de la historia se centra en los sentimientos de los personajes, en su dolor y su aguante para sobrellevarlo, en la conmoción que les provocan sus vidas. La magia de la novela reside en que narra la mirada de los protagonistas desde dentro, muestra sus padecimientos y sensaciones. No es tanto lo que ven sino el cómo lo ven.
La agonía del asesino es una novela negra, muy negra. Una novela negra de corazón, en su esencia más que en su trama. Ya que el argumento, a pesar de ser muy bueno y tener un gran peso en la novela, consigue quedarse a un lado cuando te recreas en las palabras, en las sensaciones, en las vivencias de los protagonistas. Es tremendamente evocadora, consigue perfilar en tu cabeza a la perfección el aspecto de esos moteles con cucarachas en la moqueta, esos bares de carretera con camareras pegadas a una jarra de café, el olor de la tapicería de los coches alquilados, la desolación de las salas de espera de los hospitales fríos y solitarios. A pesar de estar escrita en poco más de 200 páginas, la lectura se hace reposada y tranquila, sintiendo y padeciendo las historias, conociendo a los intérpretes.
James Sallis demuestra con esta novela que no sólo es un gran creador de historias y de personajes, sino también un magnífico novelista, que traspasa el género y que hace que la etiqueta de novela negra sea sólo algo anecdótico. Que sea él mismo quien os transmita todo lo que a mí me cuesta tanto transmitiros:
Lo que acababas recordando, lo que no dejabas de tener presente, no eran los crímenes absurdos o extravagantes, los asesinatos a hachazos, los homicidios dobles, los atracos bancarios, sino lo más sencillito. Los ojos de un padre cuando le comunicabas que su hijo había sido asesinado mientras compraba una Pepsi en el colmado de la esquina. El estuche de trompeta que se había abierto cuando a su propietario le dispararon desde un coche en marcha, y tú te quedaste ahí de pie, viendo cómo el instrumento se había convertido en un gurruño. El castillo de juguete a medio levantar en la habitación de un niño sometido a abusos sexuales. La carta de suicidio con frases y palabras recortadas de los libros favoritos del difunto, un rompecabezas desquiciado de tamaños y tipos de letra, los libros vueltos a colocar ordenadamente en las estanterías.
“La agonía del asesino”, James Salli, RBA, Serie Negra