Por Marta Marne Fernández (@atram_sinprisa)
Dentro de una lista de delitos absurdos podemos encontrar un atraco a una comisaría, un asalto a un banco de esperma, o un atraco exprés en una isla. Un lugar delimitado por agua, sin mayor vía de escape que medios de transporte vigilados y controlados: es una apuesta segura por tu detención. Este es el argumento de inicio de Las flores no sangran, la elección de un delito absurdo condenado a terminar mal. Y como bien nos indican desde el comienzo de la historia, un plan que terminará con muchas bajas. Demasiadas.
Todo este plan surge de la mente brillante de Eusebio el Zurdo, el chófer de don Isidro. Y don Isidro es un personaje despreciable, de esos que presumen de haberse hecho a sí mismos, pero sin decir a costa de qué o de quién. Alguien dispuesto a cualquier cosa a cambio de dinero. Por eso el secuestro exprés no será a don Isidro, sino a alguien que dicho personaje aprecie: su hija Diana, una niña rica que intenta reinventarse, no amoldarse a ese papel de hija de papá que le viene de cuna.
Eusebio sabe lo que hay que saber para que el secuestro funcione, pero necesita ayuda. Y aquí entran en juego Lola y Diego el Marqués, una pareja de estafadores a pequeña escala que viven a base de robar maletas o hacerse pasar por técnicos que sustituyen máquinas tragaperras. Tienen mucho que ganar y el plan no parece complicado. Cogen a la chica, la esconden en algún lugar, solicitan el dinero y hacen el intercambio. Rápido, indoloro y con muchos beneficios. Al menos sobre el papel.
Lola y Diego no trabajan solos, en sus estafas también colaboran con Paco el Salvaje y Felo. Se escoge fecha y hora para llevar a cabo el plan, lugar donde coger a la chica… en resumen, se rematan los pequeños detalles del plan para que ninguna pequeña fisura se abra. Pero como suele suceder en estos casos, si algo puede salir mal saldrá peor. Sobre todo si a quien intentas robar es a uno de los personajes con menos escrúpulos de toda la isla, alguien sin ningún problema a la hora de encargar un asesinato y sin ningún tipo de remordimiento por ello. La ciudad en la que vive es la diana de sus dardos envenenados. Don Isidro es una de esas personas que siempre salen impunes, que nunca obtienen su merecido, un tipo devastadoramente real.
Toda esta trama tan brillante es una excusa. Una excusa para poner sobre el tapete una corrupción que inunda nuestras ciudades, nuestras calles, a nuestros políticos y a todos aquellos que toman decisiones sobre nuestras vidas sin que hagamos nada por remediarlo. Como contrapunto, esos delincuentes de poca monta, con remordimientos incluso a la hora de robar una simple maleta, frente a esos ladrones de guante blanco capaces de arruinar a familias enteras sin ni siquiera parpadear.
Todo lo que os puedan decir de esta novela es poco. Es una novela sublime, redonda, perfecta, sin rescoldos ni recovecos. Una novela increíblemente pulida y trabajada, con los ritmos muy bien medidos, con las sentencias en el lugar que deben estar, y con las dosis de información necesarias en cada momento. Es una de esas novelas para leer más de una vez para apreciar todos los detalles, para recrearte en todo lo que te dice y en cómo lo dice. Es, sobre todo, un paso más en la narrativa de Ravelo, otro escalón más sobre esa escalera que parecía terminada. Y sigue subiendo.
La expectación que se ha generado con esta novela es merecida. 2014 fue el año de Ravelo, porque arrasó con todos los grandes premios y se ganó el cariño del público y de los críticos. Y como él siempre se preocupa de recordar, un éxito logrado por un canario, lo que supone un plus de dificultad porque las editoriales canarias pocas veces pisan la Península con sus libros. Un ejemplo de perseverancia y de trabajo bien hecho. Si el ritmo sigue siendo ascendente, da miedo hasta dónde podrá llegar este autor que tiene ya en su haber 10 novelas, 6 libros infantiles y 3 de relatos. Alexis Ravelo es simplemente imparable.
“Las flores no sangran”, Alexis Ravelo, Alrevés Editorial