Por Aramys Romero (@AramysRomero)
Los microcosmos en la novela criminal funcionan increíblemente bien. Muchos autores los utilizan para dar sensación de asfixia, de agobio, de desasosiego. Tramas que suceden en casas, en edificios, en sótanos, en islas, en trenes. En cualquier lugar que sea susceptible aislar a un grupo reducido de personas y hacerlas desconfiar unas de otras, de introducir en ese grupo una sospecha, previo crimen o misterio, e ir inoculando un veneno que va desenmascarando a cada miembro, que va mostrando sus personalidades, sus miedos, sus ambiciones. La novela de misterio, la de terror, el género negro, la ciencia ficción, en todos los casos hay multitud de ejemplos sobre espacios cerrados, lugares lejanos y apartados, pequeños pueblos, que ejercen como una suerte de microcosmos, donde imperan unas normas, unas costumbres, una forma de funcionar.
La novela de Louis Penny se desarrolla en un microcosmos, un pueblecito idílico llamado Threes pines, en Canadá. Pero Threes pines está lejos de ser asfixiante, oscuro o siquiera un poco misterioso. Esta localidad cercana a Vermont y no lejos de Montreal, es un lugar apacible y cálido, donde todos sus habitantes se conocen y respetan, donde huele a pan recién hecho, donde los vecinos dejan las puertas de sus casas y sus negocios abiertas incluso de noche. Un lugar donde lo último que uno se puede imaginar es que aparezca alguien asesinado.
¿Demasiado azucarado? Ni por asomo.
Se pueden escribir magníficas novelas criminales llenas de gente buena, llenas de solidaridad vecinal, llenas de amistad, sin matar al lector de una subida de azúcar. Solo tienes que saber cómo hacerlo. Unos personajes absolutamente magníficos, una ambientación envolvente e hipnótica, una trama llena de misterios y un protagonista inteligente, carismático, perspicaz, sumamente educado y con bigote, suelen bastar.
En Threes pines ha aparecido un cadáver en el bistrot de Olivier, la conmoción es absoluta, en esa pequeña comunidad todos se conocen y al parecer, al muerto no lo reconoce nadie. Un extraño se ha colado en sus vidas. Alguien ha roto la feliz monotonía de sus días y ha asesinado a un desconocido, a sangre fría, allí donde todos se reúnen, donde se sienten seguros. La violencia imponiéndose a la imagen más bucólica de fraternidad colectiva que existe, sembrando la sospecha, inoculando el veneno.
Hasta allí acudirán el inspector jefe de homicidios de la Sureté du Quévec Armand Gamache y su equipo: Jean Guy Beauvoir e Isabelle Lacoste.
Sigue pareciendo que Una revelación brutal tenga que ser una novela edulcorada y empalagosa, pero me reafirmo en que no hay nada de empalagoso aquí, nada de literatura complaciente. Louise Penny hace un retrato de una comunidad pequeña, feliz, solidaria, educada y con un punto idílico, sí, pero una comunidad que también guarda secretos, que no es impune a la envidia, a los celos, la rabia, el miedo, una comunidad que se resquebraja cuando algo la sacude, cuando la sospecha hace mella en ella.
Una revelación brutal desmenuza pieza a pieza un pequeño pueblo, una pequeña sociedad, lo desfragmenta y aísla a sus componentes, los expone al lector, a Gamache y a ellos mismos.
Me fascina ver que no hay un punto fuerte en esta novela, porque toda ella es un conjunto, una sola pieza, Penny da importancia al todo; desde sus maravillosos personajes secundarios, sus entrañables localizaciones y sus espectaculares paisajes, hasta el gran Armand Gamache, un auténtico gentleman que se gana a la gente con sus silencios, con sus sonrisas, con su educada presencia. Todo funciona a la vez, la narración te envuelve y te sumerges en ella sin noción del tiempo; Three pines y sus vicisitudes, sus habitantes, la investigación, Gamache, la vieja casa Hadley, el pasado, la inquietud que recorre el pequeño pueblo como una corriente de aire frío, todo es una sola cosa, un solo ser que se despliega ante el lector hipnotizado y hechizado.
Louise Penny tiene esa manera de narrar que, sin ser rápida, tiene una cadencia y un ritmo que van fluyendo sin parar, con un estilo depurado, con mucho oficio, con un punto lírico y agradablemente inquietante que hace que la novela se vaya abriendo, vaya creciendo, como una enredadera que se apodera de un edificio desde su base hasta el tejado.
Uno de los geniales personajes de Una revelación brutal es una poetisa de gran éxito que se llama Ruth. Lejos de ser una habitante amable y solidaria, Ruth es una vieja amargada y borracha que atormenta la existencia de sus coetáneos. Su frase más amable suele ser ¨vete a la mierda¨. Pero Ruth es uno de los pilares de Three pines. Y tiene una pata que la sigue allá donde va. Solo por Ruth y el contrapunto que representa a un microcosmos donde todo es por definición correcto, vale la pena leer a Louise penny.
“Una revelación brutal”, Louise Penny, Salamandra Black