Lee con atención:
el Jefe de la Sección de Análisis de Conducta de la Policía ha fichado por Fiat Lux. El profiler de la Policía.
Lee ahora esto, que impresiona más:
el inspector Jefe del Cuerpo Nacional de Policía y Director de la Sección de Análisis de la Conducta de la Unidad Central de Inteligencia Criminal de la policía…, y doctor en psicología, ha fichado por Fiat Lux.
Es uno de los mejores a nivel mundial y no viene de Quantico sino de Vallecas.
Se llama Juan Enrique Soto y se une a la banda con la misión de realizar análisis de conducta con técnicas policiales a protagonistas de novela negra y autores de novela negra.
¿A que mola?
Lo vamos a pasar bien, muy bien, diseccionando la conducta de tipos y escritores como los que abren esta sección.
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‘1280 almas’, Jim Thompson.
Por Juan Enrique Soto.
El personaje
Nick Corey, el protagonista de 1280 almas, es holgazán, pusilánime e indolente, pero solo es una tapadera. En realidad es inteligente, manipulador y de una astucia rápida de alimaña acostumbrada a sobrevivir en el ardiente sur de los Estados Unidos de Norteamérica. Pero Nick Corey es más cosas. Es mujeriego, tragón de líquidos con alcohol y de sólidos bien sólidos. Si decimos que además es el shérif de un pequeño pueblo en ese sur racista, ultraconservador, puritano e hipócrita ya se nos comienza a arrugar el entrecejo porque el tipo, Nick, cobra interés aunque solo sea por las contradicciones que empezamos a atisbar. Y eso no es todo, porque una de las características más sobresalientes del señor Corey es que es un asesino.
Sus conciudadanos le consideran un haragán inútil, un individuo pusilánime sin dignidad, que con frecuencia es humillado en público a pesar de su placa o, quizá, por ello. El caso es que siempre le reeligen en el cargo y Nick es feliz así. Es consciente de que no sirve para otra cosa salvo para ser shérif. Lograr la reelección es su principal motivación en la vida y en la consecución de ese logro es cuando comenzamos a conocer al verdadero Nick Corey, un tipo avispado, sin escrúpulos, egoísta en grado sumo, inmoral, mentiroso además de locuaz, con gran encanto e incapaz de sentimientos profundos y sinceros. ¿Les suena de algo este perfil?
Los criterios de la Escala de Evaluación de Psicopatía de Hare Revisada (PCL-R por sus siglas en inglés), la prueba más empleada actualmente para el diagnóstico de la psicopatía, se basa en la constatación o no de una serie de características en el sujeto a estudiar que Nick Corey cumple en gran medida, tales como facilidad de palabra, encanto superficial, mentiroso patológico, manipulador, ausencia de remordimientos o sentimientos de culpa, afecto superficial, insensibilidad afectiva, ausencia de empatía, estilo de vida parasitario, conducta sexual promiscua, irresponsabilidad y versatilidad criminal. Un análisis no necesariamente muy profundo del personaje permite asignarle altas puntuaciones en todos estos criterios y el diagnóstico es claro y contundente: Nick Corey es un psicópata.
Quizá no sorprenda mucho a los amantes del género negro que el villano de las novelas sea un psicópata, es verdad. La inmensa mayoría de ellos encajan plenamente en ese perfil. También asumimos que los autores de estos personajes no necesitan diseñarlos con los criterios del doctor Robert Hare en una chuleta a mano para ceñirse a ellos, ya que las características básicas de la psicopatía son del dominio público gracias a los innumerables ejemplos que nos han proporcionado la literatura y el cine de estos perversos especímenes. Con lo que en mi opinión debemos quedarnos, como lectores de 1280 almas, es que Nick Corey consigue caernos bien desde la primera página hasta la última, aunque no tenga escrúpulos a matar a quien se interponga en su deseo de llevar una vida basada en la indolencia pública y la promiscuidad sexual clandestina. No es un tipo muy ambicioso, tampoco es mucho lo que quiere, seguir siendo el shérif para ganarse la vida sin demasiado esfuerzo, el suficiente para dejarse sobornar y mantener el status quo en la localidad. Pero eso sí, como vea peligrar sus sencillos placeres, es capaz de desarrollar sofisticados planes que incluyen el homicidio, el engaño y la traición.
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La pertinente y supuesta detención y el interrogatorio subsiguiente.
Si como agente de la ley tuviera que detenerle, no lo haría hasta el momento en que obtuviera sólidos indicios físicos con los que sustentar la acusación y, lo más importante, obteniéndolos al margen del propio Nick, el sospechoso. Pretender que el shérif Corey se amilanaría ante la investigación sería un grave error de cálculo. No le pondría los grilletes si solo contara con los testimonios de un par de testigos porque Nick es muy hábil con los argumentos y muy rápido para elaborarlos. Con su fingida estupidez sería capaz de hacer dudar al propio investigador de esos testimonios.
Si una vez detenido, tuviera que interrogarle, mis preguntas serían cortas, contundentes y de respuesta afirmativa o negativa o de necesaria concreción. Dejarle hablar sin control sería tanto como darle la llave de los grilletes que le inmovilizan las manos y darle la espalda. Para muestra, sirva un par de botones:
«-Bueno -dije -, no estoy seguro de darte la razón, Myra. O sea, no digo que te equivoques, sino que no afirmo que hayas dicho la verdad:»
«-Bueno, tú, yo no sé de esas cosas -dije -. No me atrevería a deciros que tenéis razón, pero, claro, tampoco creo que no esté de acuerdo con vosotros.»
Nick Corey es un mago de la palabra y su aparentemente descuidada lógica es capaz de exasperar al más profesional, así que lo principal sería no subestimarle nunca, mirarle siempre de reojo para que no se nos despintara ni uno de sus gestos y, sobre todo, no fiarse nunca de él.
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El autor de 1280 almas, Jim Thomson.
El modelo para sus personajes de shérif lo obtiene Thomson de su padre y de un colega de éste allá por lo años veinte del siglo pasado en Tejas, donde vivió durante diez años y en los que su familia alcanzó altas cotas de riqueza y también de pobreza por los vaivenes de la búsqueda de petróleo. Provenientes de Oklahoma, de donde tuvieron que huir por la descubierta corrupción de su padre, siendo shérif, tuvo diversos oficios y vendió alcohol clandestinamente durante la prohibición, aunque esto tampoco le salió bien porque le acabaron persiguiendo los defensores de la ley y los propios mafiosos con los que tuvo problemas con determinado cargamento.
Casado con una mujer católica, tiene varios hijos y numerosos problemas para encontrar o mantener un empleo, incluso fue denunciado por comunista durante la caza de brujas del senador McCarthy, hasta que consigue en apenas dos semanas escribir una novela. Estamos ya en los años cuarenta. Llega a ser ingresado por alcoholismo y su padre se suicida en un sanatorio en el que estaba ingresado. En esos años consigue trabajo como periodista y pocos años después empieza a publicar sus novelas, escritas casi a mes por obra. En los años cincuenta comienzan sus éxitos como guionista en obras como Atraco perfecto o Senderos de Gloria o son adaptadas al cine algunas de sus obras, como La huida. Todo ello aderezado con los abusos del alcohol y el sexo y los problemas económicos que caracterizaron sus días hasta que se produjo su muerte en 1977.
Una vida complicada la de Jim Thomson, considerado hoy uno de los más importantes escritores del género negro en Estados Unidos junto a Hammett y a Chandler. Plasmó en sus novelas, algunas autobiográficas, los modelos adquiridos desde su infancia y cuyos personajes destilan los valores nihilistas de los que hizo gala a lo largo de su vida real. Es por ello que sus personajes son psicópatas, embusteros, ególatras y egoístas. Escriben los escritores sobre aquello que mejor conocen y Jim Thomson conocía bien el lado oscuro de los hombres: lo exprimió al máximo en sí mismo. De tal palo, el shérif Nick Corey fue ejemplar vástago.
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El veredicto hipotético
Declaro al shérif Nick Corey culpable de todos los cargos de homicidio de cuyo conocimiento hemos tenido en Potts Country, localidad en la que malviven 1280 almas.