El final de las Ramblas de Barcelona es una apertura a la luz. El mar está cerca y aunque no se ve, se presiente. Es una mañana fría, pero con unos rayos de sol que me animan a sentarme en una terraza de un bar lo más cercano que encontré a la estatua de Colón. Termino mi cerveza y espero sin mirar el reloj. Tengo entrevista para Fiat Lux con Carlos Zanón, quien resucitará a Pepe Carvalho, el detective gourmet de Manuel Vázquez Montalbán que tanto me ha inspirado. Alzo la vista y veo al escritor cruzando la calle con su chupa de cuero. Le doy un abrazo. Estoy feliz por él, pero también por lectores como yo, que sienten que Carvalho no ha muerto. Se disculpa por la tardanza. Una sesión de fotos para otra entrevista es la culpable. Nada más llegar me pregunta si he comido, la cosa empieza bien. Nos metemos dentro del bar (un minuto más afuera y me convierto en estatua de hielo). Pedimos unos pinchos y salpicamos de preguntas y respuestas los primeros mordiscos.
– ¿De quién fue la idea de resucitar a Carvalho?
-De la familia de Vázquez Montalbán. Se pusieron en contacto conmigo y llegamos a un acuerdo.
– ¿Es un motivo económico?
-La motivación no es económica es más por el personaje. Querían revivirlo y lo han conseguido. Ahora se vuelve a hablar de Carvalho.
– ¿Seguirá siendo Carvalho gastronómico?
-Una de las cosas que traté con la familia era crear un personaje sin este lado tan gourmet. Pero no cedieron. Yo por mí lo pondría a comer pechugas de pollo todo el día.
– ¡¿Estás loco?!
-La gracia es esa, ha cambiado y es un nuevo un personaje. El personaje será como yo, tengo que sentirlo.
-En tus novelas, desde luego, no se come bien. En Yo fui Johnny Thunders dejas sabor de moho en el lector y con Marley estaba muerto dejas retrogusto a cava barato. ¿Por qué tus personajes comen tan mal?
-Será porque yo como mal.
– ¿Y sabes cocinar?
-No se me da mal, pero no me esmero cuando no hace falta.
– ¿Y cuál es tu plato estrella?
-Los canelones.
-Estaría bien probarlos.
– ¿Si te los pongo congelados te darás cuenta?
-Jajajaj, sí, pero supongo que no te diría nada.
Hemos acabado con los pinchos y miramos la carta para pedir algo más. Coincidimos: ¡Una de bravas! Y ahora es Zanón quien me pregunta: ¿Tú crees que comería bravas Carvalho? ¡Claro! —le respondo—, pero también me lo imagino en el Tickets de Albert Adrià. Carvalho, como lo fue el propio Vázquez Montalbán, era el vaso comunicante entre la tradición en la cocina y la vanguardia. De hecho, aunque su restaurante habitual era el Casa Leopoldo, sus cenizas están esparcidas en la Cala Montjoi, donde se ubica elBulli, el restaurante que con Ferran Adrià al frente revolucionó la cocina mundial. Además, Carvalho fue el que demostró durante la Transición que se podía ser comunista y comer bien. Nunca ha sido cuestión de dinero, sino de gusto.
Vuelvo a preguntar a Carlos.
– ¿Volverá Carvalho a Bangkok?
-No le llevaré a los mismos sitios, lo divertido es llevarlo a otros lugares, actuales. Pero no será el gastronómico el objetivo principal. Mítica nueva, aunque con algunos guiños del pasado.
-Supongo que sabes que hagas lo que hagas te criticarán, ¿verdad?
-Sí, pero si no hiciera nada, no pasaría nada. Lo único que me importa es sentir que he hecho un buen libro.
Así, a las bravas. Así es Zanón y así imagino su Carvalho que dejará de sonar a crónica para convertirse en música.