Cuestionario Fiat Lux
Drogas, atraco, cárcel…: “si de verdad quieren saber lo que es una cárcel por dentro, lean a David González”, dijo de él el escritor José Ángel Barrueco. Y lo cuenta con poemas y relatos, “escribiendo sobre la realidad con el lenguaje de la ficción”.
David González, a quien hemos leído aquí en prosa y en verso, fue atracador, estuvo preso, coqueteó con todos los márgenes y en todos los márgenes, y le dio por escribir. En ello sigue, escribiendo…, de manera compulsiva: a mano desde las siete de la mañana a las siete de la tarde. Acaba de publicar una antología crítica de toda su poesía, “El lenguaje de los puños” (Ed. Origami), ultima un libro de poemas y relatos “negros y contundentes”, prepara una saga autobiográfica, y escribe respuestas para el #CuestionarioFiatLux.
“¿Su entretenimiento favorito?… Hacer el vago y el maleante”.
Fiat Lux. ¿Por qué le dio por escribir género negra?
David González. No escribo novela negra. Solo poemas y relatos. Negros como la vida misma, eso sí.
FL. En el juego de policías y ladrones, ¿con quién iba?
D.G. Con los ladrones. En la vida, también.
FL. Tiene licencia novelesca para matar / Tenemos licencia literaria así que no se corte: ¿A quién mataría?
D.G. A los críticos amiguistas o directamente corruptos. A los políticos.
FL. ¿Qué o a quién atracaría?
D.G. Siento decir que, en la realidad, he atracado a unas cuantas personas, cosa que hoy lamento profundamente, pero de lo que no me arrepiento.
FL. Si fuese detective, investigador, sabueso…, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
D.G. Harry Dickson.
FL. Si fuera criminal, desde asesino a atracador, valen todos los palos, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
D.G. Jacques Mesrine. Buch Cassidy. Pierrot el Loco.
FL. Díganos su escritor o escritores del negociado negrocriminal preferido/preferidos, y su/sus porqué/porqués
D.G. Jim Thompson. James Crumley. David Goodis. Porque, cada uno en su estilo, me pone la carne de gallina. Y porque sus diálogos son la puta hostia.
FL. ¿Qué noticia, asunto de actualidad, ve o vería como argumento para novela negra? // ¿Y cómo podría ser o sería el planteamiento?
D.G. El del atleta ese… El Pistorious… O el de Marta del Castillo… El planteamiento podría partir, por ejemplo, en el caso de Marta del Castillo, de las razones por las que a un capullo como el asesino nadie ha conseguido sacarle todavía donde está el cuerpo de la cría. A mí me parece realmente increíble que ni en comisaría ni en la cárcel no se lo hayan sacado todavía. Y más conociendo, como conozco, de primera mano, como se las gasta la madera, y como se las gastan los presos. Yo, de ser el padre de Marta del Castillo, contrataría a algún preso para que le obligase a decirlo a hostia limpia.
FL. ¿Por qué se escribe tanta novela negra?
D.G. No lo sé, la verdad. Quizá porque algunos escritores de no escribir serían atracadores o asesinos. Pero supongo que únicamente por dinero. Como todo.
FL. ¿Por qué se compra o se lee tanta novela negra?
D.G. No sé, pero supongo que para pasar un rato emocionante.
FL. ¿Usted qué piensa, que se lee novela negra por envidia (del bueno o del malo) o para aprender (a ser malos o a descubrir malos)?
D.G. Yo creo que se lee novela negra simplemente por entretenimiento, por pasar unas horas emocionantes. Pero no creo que nadie en su sano juicio tenga envidia ni del bueno ni del malo, viendo la vida de mierda que llevan ambos. En cuanto a lo de aprender a ser malos o descubrir que lo somos, verás, yo pienso que a ser malo no se aprende, se nace siendo malo. Y para descubrir si lo somos o no, no se necesitan leer novelas negras ni de ningún otro género. El que es malo lo sabe de sobra.
FL. ¿Todos somos un poco (o un mucho) criminales?
D.G. Todos, en un momento dado, podemos llegar a serlo.
FL. Puestos a elegir, ¿usted sería el criminal o el detective, el asesino o el policía, el ladrón o el investigador?
D.G. El criminal, el asesino y el ladrón.
FL. Dígame una ciudad para cometer un delito
D.G. Hombre, supongo que Dubai. En esta ciudad se concentra una enorme riqueza, lo que la hace ideal para dar palos.
FL. Cine Negro: una película (o unas películas)
D.G. Al rojo vivo. El rey de Nueva York. Uno de los nuestros. Heat. Collateral. Sin City.
FL. Póngame una banda sonora para leer novela negra
D.G. Audioslave (rock). Blues.
FL. ¿Usted se pone música para escribir? ¿Qué música?
D.G. Yo no podría escribir sin música. Música que depende de lo que esté escribiendo. Muchos de las experiencias vitales sobre las que escribo están asociadas a determinadas canciones, encapsuladas en ellas por así decir, por lo que el espectro es muy amplio. Desde el flamenco al blues pasando por el rock, el hard rock, metal, dance, etcétera. En realidad, todo tipo de música. Soy muy ecléctico en ese sentido.
FL. ¿Cómo es su espacio de trabajo?
D.G. Un estudio diminuto lleno de libros, con vistas al mar del Cantábrico. Un escritorio que es un puto caos. Un cenicero lleno de humo. Y una piedra de costo.
FL. ¿Cómo escribe; cuándo; cuánto…?
D.G. Escribo a mano. Salvo imprevisto, es decir, salvo que salga de fiesta y al día siguiente tenga una reseca espantosa, procuro escribir todos los días, los siete días de la semana. Desde, minuto arriba minuto abajo, las siete de la mañana hasta las siete de la tarde.
FL. Música al margen, ¿de qué se acompaña para escribir?
D.G. Tabaco y hachís.
FL. ¿Cómo se documenta para sus novelas?
D.G. No necesito documentarme mucho, la verdad. Escribo sobre mi vida en su aspecto más negro. Pero si tengo que hacerlo, tiro de Internet.
FL. ¿Es de los que llevan una libretita siempre a mano y va anotando secuencias, ocurrencias, cachitos de inspiración? /// ¿Nos leería algo de lo último que haya escrito en esa libreta?
D.G. Suelo confiar más en mi memoria. Pero siempre llevo esa libretita. Ahora es una Moleskine que me regaló Enrique Señorans, librero de Valladolid.
La última anotación es esta: Hay que escribir sobre la realidad con el lenguaje de la ficción.
FL. ¿Empieza por el título o el título ya surgirá?
D.G. Empiezo por una oración de apertura. Pero ya barajo dos o tres títulos antes de empezar a escribir.
FL. ¿Corrige mucho?
D.G. No hago otra cosa. Reescribo más que escribo. Un ejemplo: Estoy ahora con una historia de la que he dado por buenas unas 30 páginas que me han costado unas 600 páginas a sucio. Y encima escribo a mano.
FL. ¿Qué manías o supersticiones tiene mientras trabaja, mientras crea?
D.G. Tengo una piedra de la casa de aldea en la que nací. Esa piedra siempre tiene que tocar el papel en el que escribo. Luego, en las páginas que doy por buenas siempre pongo encima a modo de pisapapeles un dragón de jade. Y en los folios en blanco que siempre tengo a mano, encima, también como pisapapeles, tiene que estar un enorme cuchillo cuya empuñadura es la cabeza de un dragón.
FL. ¿Cómo se titula la novela, cuento, escrito…, que guarda en un cajón?
D.G. Nunca digo los títulos de mis libros. Y nunca guardo libros en el cajón.
FL. ¿En qué está trabajando ahora?
D.G. En varias cosas. A ver. En una antología crítica de toda mi obra poética. Un libro original que parte de las críticas que recibieron mis libros en su momento, críticas buenas o malas, de modo que en primer lugar va la crítica y debajo de ella el poema o los poemas a que se haga referencia en dicha crítica. Se titula El lenguaje de los puños y abarca 3 volúmenes, unas 500 páginas. Saldrá en septiembre de 2014, en la editorial Origami.
En un libro de poemas y relatos que en principio se editará a primeros de 2015. Son poemas y relatos negros y contundentes. Y prácticamente ya está terminado.
Pero el proyecto en el que estoy centradísimo, al que dedico unas 12 horas al día, es el primer libro de una saga autobiográfica en el que se tocan temas como la cárcel, las drogas, la literatura, la monarquía…
FL. ¿Qué está leyendo ahora mismo?
D.G. He terminado de leer Pistola y cuchillo, y después de leer semejante maravilla, no me apetecía seguir con la prosa, así que estoy leyendo Escribió Dickinson, de una poeta argentina, Carina Sedevich. Y me he puesto a releer a una poeta y novelista australiana que se llama Dorothy Porter y que ha inaugurado un nuevo género: la novela negra en verso. El libro en cuestión se llama La máscara del mono.
FL. ¿Qué libro/libros nos recomienda, además de lo suyo?
D.G. Pistola y cuchillo, de Montero Glez.
Viaje al fin de la noche, de Louis-Ferdinad Céline.
Los dos que cité en la pregunta anterior, en especial, para los lectores de género negro, el de La máscara del mono.
Hombre (cómic)
La serie Balas perdidas, de David Lapham (cómic)
Otro poemario de serie negra, esta vez español: El hombre que mató a Michael Hutchence, de J. Malone Miller.
Ocho relatos de boxeo, de Alexander Drake.
Y cualquier libro de José Ángel Barrueco.
FL. Y de la balda “rarezas y curiosidades” de su librería, ¿algún descubrimiento que quiera compartir con nosotros?
D.G. Los planos de la demolición, de un poeta ya muerto: El Ángel. Un poemario durísimo sobre las drogas, en concreto sobre el jaco.
O Cannabis Flan, de Raúl Núñez (autor de las novelas Sinatra, La rubia del bar), en cuya cubierta aparece el envase de un flan y cuya tapa es móvil y al moverla aparece una rata de alcantarilla dentro del envase del flan.
FL. ¿La mejor forma de matar?
D.G. Bueno, nunca he matado a nadie… pero de tener que hacerlo yo optaría por una pistola. Rápido y efectivo.
Aunque supongo que la más cruel es dejar que tu víctima se muera de viejo.
FL. ¿Su entretenimiento favorito?
D.G. Hacer el vago y el maleante.
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