“El crimen fascina. Por eso se lee tanta novela negra”
Escribe, “y mil cosas más”, en el diario Clarín, y recoge premios literarios (el Internacional de Novela Negra y Policial Azabache en 2012, el Memorial Silverio Cañada de la Semana Negra de Gijón en 2013…).
Así sería el resumen de su ficha de los últimos años.
También pondría, por ejemplo:
-Nombre: Horacio Convertini.
-Año y lugar de nacimiento: Buenos Aires, barrio de Nueva Pompeya; 1961.
-Objetivo criminal: matar al asesino de Candela Sol Rodríguez, 11 años, víctima de una trama de narcos, policías y piratas del asfalto.
-Referentes: Simenon y Maigret, Pepe Carvalho, Ronald Biggs…
-Perdición: el fútbol en general y en particular el San Lorenzo.
-Destino: Semana Negra de Gijón 2014 como finalista al premio Dashiel Hammett con la novela El último milagro, Ed. Del Nuevo Extremo.
Y a partir de ahí: el interrogatorio.
Fiat Lux. ¿Por qué le dio por escribir novela negra?
Horacio Convertini. Primero me dio por escribir. Y después de mucho andar, descubrí que lo que escribía tenía un espacio en el mundo de la novela negra. Cuando mi novela “La soledad del mal” quedó finalista del Premio Azabache, entendí que jamás iba a ganar porque en ella no había policías corruptos ni detectives rudos ni peritos que descubrían al asesino a través del análisis de una partícula de caspa. Pero ganó y aprendí que los límites del género son tan anchos que le dejan un lugar a mi heterodoxia.
FL. En el juego de policías y ladrones, ¿con quién iba?
H.C. Policía, perdón…
FL. Tiene licencia novelesca para matar…, tenemos licencia literaria así que no se corte: ¿A quién mataría?
H.C. Al asesino de Candela Sol Rodríguez, una niña de 11 años que fue víctima de una trama aún no resuelta por la Justicia, pero en la que confluyen narcos, policías y piratas del asfalto.
FL. ¿Qué o a quién atracaría?
H.C. La caja fuerte de un banco.
FL. Si fuese detective, investigador, sabueso…, ¿quién sería su modelo?
H.C. Pepe Carvalho. Pero para eso tendría que aprender a cocinar.
FL. Si fuera criminal, desde asesino a atracador…, valen todos los palos, ¿quién sería su modelo?
H.C. Ronald Biggs, el ladrón del tren del dinero.
FL. Díganos su escritor, o escritores, del negociado negrocriminal preferido, y su porqué.
H.C. Simenon, porque me gustan las historias del inspector Maigret y esa forma tan particular de investigar, sin excesivo ingenio, sin excesiva violencia, pero también porque me gustan mucho más sus novelas sin Maigret, como La prometida del señor Hire o El gato.
FL. ¿Qué noticia, asunto de actualidad, ve o vería como argumento para novela negra? ¿Y cómo podría ser o sería el planteamiento?
H.C. No me gustan las novelas extraídas de un hecho de actualidad. Me ha pasado con algunas a las que se les nota bastante el parecido con la realidad y eso me mata la libido literaria.
FL. ¿Por qué se escribe tanta novela negra?
H.C. Porque, citando a la argentina Claudia Piñeiro, a nadie se le niega un muerto.
FL. ¿Por qué se compra o se lee tanta novela negra?
H.C. Porque el crimen fascina.
FL. ¿Usted qué piensa, que se lee novela negra por envidia (del bueno o del malo) o para aprender (a ser malos o a descubrir malos)?
H.C. Ni por envidia ni para aprender. Para sublimar.
FL. ¿Todos somos un poco (o un mucho) criminales?
H.C. Creo que el estado de naturaleza del hombre es la violencia, el egoísmo, la maldad. Y a todos nos queda algo debajo del revoque de urbanismo que recibimos de la sociedad.
FL. Puestos a elegir, ¿usted sería el criminal o el detective, el asesino o el policía, el ladrón o el investigador?
H.C. A veces creo que podría ser un buen asesino.
FL. Dígame una ciudad para cometer un delito.
H.C. Avellaneda, donde suceden varios de los crímenes de mi novela El último milagro.
FL. Cine Negro: una película o unas películas.
H.C. El Padrino, saga completa.
FL. Póngame una banda sonora para leer novela negra.
H.C. Depende de la trama. A la novela de un robo a un banco le quedaría bien la música de Misión Imposible de Lalo Schiffrin. Cero originalidad, ¿no?
FL. ¿Usted se pone música para escribir? ¿Qué música?
H.C. Ninguna. Cuanto más silencio, mejor.
FL. ¿Cómo es su espacio de trabajo?
H.C. Rincón en la sala, frente a una ventana que da al patio de mi casa, junto a la biblioteca y a un escritorio “junta papeles”, y con otro lindo ventanal a mi derecha.
FL. ¿Cómo escribe; cuándo; cuánto…?
H.C. Hasta noviembre de 2013, a la mañana, muy temprano, todos los días, entre una y tres horas. Hoy, cuando y cuanto puedo, siempre poco.
FL. Música al margen, ¿de qué se acompaña para escribir?
H.C. Un café. Si retoco algo de noche, un whisky single malt.
FL. ¿Cómo se documenta para sus novelas?
H.C. Apenas tengo tiempo para escribir. Ni pensar en documentarme a fondo. Google hace maravillas.
FL. ¿Es de los que llevan una libretita siempre a mano y va anotando secuencias, ocurrencias, cachitos de inspiración? ¿Nos leería algo de lo último que haya escrito en esa libreta?
H.C. Todo lo llevo en la cabeza.
FL. ¿Empieza por el título o el título ya surgirá?
H.C. El título surge, con suerte, a mitad del primer borrador.
FL. ¿Corrige mucho?
H.C. Muchísimo.
FL. ¿Qué manías o supersticiones tiene mientras trabaja, mientras crea?
H.C. Me gusta que todos en casa estén durmiendo o fuera o atareados en sus cosas. Que me ignoren.
FL. ¿Cómo se titula la novela, cuento, escrito…, que guarda en un cajón?
H.C. Ojos de pescado, una novela corta.
FL. ¿En qué está trabajando ahora?
H.C. En una novela gráfica y en revivir una novela que no se cansa de darme disgustos.
FL. ¿Qué está leyendo ahora mismo?
H.C. Arde aún sobre los años, de Fernando López.
FL. ¿Qué libro/libros nos recomienda, además de lo suyo?
H.C. Moravia, de Marcelo Luján. Ladrilleros, de Selva Almada.
FL. Y de la balda “rarezas y curiosidades” de su librería, ¿algún descubrimiento que quiera compartir con nosotros?
H.C. Soy demasiado estándar para rarezas.
FL. ¿La mejor forma de matar?
H.C. Desde lejos, con un rifle con mira telescópica.
FL. ¿Su entretenimiento favorito?
H.C. Sufrir con San Lorenzo, mi equipo de fútbol.