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Entrevista Tatiana Goransky: «La mejor forma de matar es olvidando»

Cuestionario Fiat Lux

maxresdefault[1]“Nueve Centímetros” es el título del “policial tanguero” que acaba de terminar, toma el relevo en el territorio negro a “¿Quién mató a la Cantante de Jazz?” (Ed. Cazador de Ratas) donde hace honor en el título a una de sus grandes pasiones: el jazz. De hecho, es cantante en dos bandas: Del Sur Quinteto y Kingteto.

Tatiana Goransky, Buenos Aires, se despacha a gusto en este interrogatorio pero no detalla sus comienzos como reseñista de películas porno y libros eróticos. Sí desvela personajes y escritores preferidos: Robin Hood o Shakespeare. Y de paso, claro está, músicos y cantantes: Billie Holliday, Canaro, Fresnedo, Caló, Troilo…

Está leyendo una biografía de Sinatra y avisa que podría delinquir esta próxima Semana Negra en Gijón.

Fiat Lux. ¿Por qué le dio por escribir novela negra?
Tatiana Goransky. Lo primero que vino en “ ¿Quién mató a la Cantante de Jazz?” fue el título, a partir de eso vinieron los personajes de la cantante y el investigador a los que coloqué dentro del juego Cluedo. Creo que no tuve opción, los personajes y la historia se impusieron desde el comienzo. No soy una escritora de novela negra, pero, cuando la oscuridad aparece, la dejo entrar con todo lo que trae. Así, reincidí con “Nueve Centímetros”, policial tanguero recién terminado.

FL. En el juego de policías y ladrones, ¿con quién iba?
TG. Con ninguno. En el juego de policías y ladrones fui siempre una voyeur. Eso sí, como persona de código (alimentado por años de trabajo como negro literario), sería incapaz de delatar a unos u otros.

FL. Tiene licencia novelesca para matar / Tenemos licencia literaria así que no se corte: ¿A quién mataría?
TG. A los golpeadores seriales, una raza específica que se dedica a hacer el mal de distintas maneras y en distintos ámbitos.

FL. ¿Qué o a quién atracaría?
TG. ¿Atracar? No empiecen a sembrar ideas en mi cabeza, a menos que puedan juntar a un banda pacifista que esté dispuesta a cronometrar sus robos cantando standards de jazz (cualquier semejanza con una película, es pura coincidencia).

FL. Si fuese detective, investigador, sabueso…, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
TG. Soy de la escuela inglesa, así que habrá que buscarlos por ese lado…

FL. Si fuera criminal, desde asesino a atracador, valen todos los palos, ¿quién o quiénes sería/serían su/sus modelo/modelos?
TG. ¿Puedo contestar Robin Hood? No sé si me vería bien en calzas verdes, pero fue el primer personaje del hampa que conocí y ya nunca lo pude olvidar.

FL. Díganos su escritor o escritores del negociado negrocriminal preferido/preferidos, y su/sus porqué/porqués
TG. Shakespeare. En él coexisten todos los elementos del género enmascarados de las maneras más extrañas. Visitándolo siempre encuentro algo nuevo. También tengo debilidad por Poe, Highsmith y Christie.

FL. ¿Qué noticia, asunto de actualidad, ve o vería como argumento para novela negra? // ¿Y cómo podría ser o sería el planteamiento?
TG. No suelo utilizar noticias ni asuntos de la actualidad. Por ahora, encuentro mucho más seductora la idea de pensar una trama que no se apoye en una realidad cruda, más bien en una delirante. Pero, cuando decido acercarme un poco, suelo hacerlo a través de algún gesto que despierte desesperación en el personaje. Algo que fuerce un desenlace inevitable. Estoy más cerca de la Tragedia griega que de los periódicos.

Portada-QuieI----n-matoI-----a-la-cantante-de-jazz[1]FL. ¿Por qué se escribe tanta novela negra?
TG. Porque es precioso poder ensayar la fatalidad en papel.

FL. ¿Por qué se compra o se lee tanta novela negra?
TG. Porque nos ayuda a ponerle cuerpo a nuestros demonios y, al menos por un rato, tenerlos enjaulados en un libro. Algo parecido se podría decir de la novela rosa: nos ayuda a ponerle cuerpo a nuestros deseos y, al menos por un rato, saciarlos en un espacio de absoluta intimidad (un libro).

FL. ¿Usted qué piensa, que se lee novela negra por envidia (del bueno o del malo) o para aprender (a ser malos o a descubrir malos)?
TG. Creo que eso es muy personal, todas esas opciones son válidas. Sin embargo, no me gusta pensar que los lectores se pueden etiquetar de manera tan sencilla. Supongamos también que existen los que se enamoran de las atmósferas enrarecidas o los que gustan vivir bajo una constante sensación de peligro, de inminencia. Y mil y uno más.

FL. ¿Todos somos un poco (o un mucho) criminales?
TG. Todos somos un poco de todo, la diferencia está en las proporciones que fueron mezcladas en la caldera. Así, unos habremos ingerido la poción que te hace grande, otros la que te convierte en un enamoradizo, otros la que te da una nariz con verruga, otros la que te hace darle prioridad a tu costado criminal…

FL. Puestos a elegir, ¿usted sería el criminal o el detective, el asesino o el policía, el ladrón o el investigador?
TG. Aburrida de ser voyeur, supongo que probaría ser todos.

FL. Dígame una ciudad para cometer un delito
TG. ¿Próximamente? Gijón…

FL. Cine Negro: una película (o unas películas)
TG. Vértigo, de Alfred Hitchcock. Marcó un antes y un después. Me acuerdo cada detalle de la noche en que la vi por primera vez. Tenía diecisiete años y me sentía de cinco.

FL. Póngame una banda sonora para leer novela negra
TG. ¿Esta semana? Cualquier disco de Billie Holiday, para festejar su centenario. Hay pocas voces que logran conectarnos tan rápidamente con el lado oscuro.

FL. ¿Usted se pone música para escribir? ¿Qué música?
TG. No como regla, sino cuando me lo pide el universo en construcción. Cuando escribí “Lulúpe María T” escuché mucho a los Kinks, incluso hay un personaje que se llama Lalalala Lola. Con “Don del agua” me ponía de fondo el ruido del mar (grabado en Mar del Plata) y de las entrevistas a Jacques Cousteau. Con “Ball Boy” tenía presente el sonido de la pelotita pasando de un lado al otro de la red. No hacía falta que prendiera el canal deportivo en la tele, lo podía reproducir en mi cabeza una y otra vez, de manera psicotizante y obsesiva, construyendo así al personaje principal. Para “¿Quién mató a la Cantante de Jazz?” desempolvé mis mejores discos del género. Con “Nueve Centímetros” tuve que recurrir primero al vacío. Para eso, utilicé el mismo sistema que uso para poder dormir: ruido marrón (o su primo, el ruido blanco, A.K.A: lluvia de protones). Para explicarlo mejor, sería algo así como lo que pasa con el color blanco, que contiene a todos los colores; en contraposición al negro que es la ausencia. El negro sería silencio. El blanco, todos los sonidos juntos. Escuchando todos los sonidos juntos, se pueden cancelar los de la vida cotidiana. Es por eso que me ayuda a conciliar el sueño, o, en el caso de “Nueve Centímetros”, a sumergirme en un mundo en dónde la desolación es tan fuerte que reina el vacío. Y después sí, después vino el tango. Mucho Canaro, Fresedo, Caló, Troilo, Pugliese, De Angelis, D’Arienzo y algunos otros más.

FL. ¿Cómo es su espacio de trabajo?
TG. Fue cambiando con el tiempo. En este momento tengo un bonito estudio con vista preciosa y enorme biblioteca que está inundado por las cosas de mi pequeña hija. Mirando alrededor y tratando de crear un clima de trabajo, a veces es difícil ver una mecedora con loros verdes y sonidos tropicales ya en desuso o una enorme bolsa de juguetes por dónde se asoman falsos pescaditos y una caña de pescar. Supongo que en este momento mi espacio de trabajo es itinerante. Pero, pretendo volver a clavar la bandera en mi cuarto con vista… tal vez en veinte o veinticinco años.

FL. ¿Cómo escribe; cuándo; cuánto…?
TG. Mi única regla fija es releer todo el texto antes de comenzar a escribir (no importa si son 15 o 120 páginas). No lo hago solo para entrar en tono y seguir avanzando, sino para enfrentarme día a día a un texto diferente. Mi hipótesis es que, hasta que está terminado el primer borrador, todos los días leo un libro nuevo. Si no respeto eso, si me quedo con las palabras del día anterior, pierdo el aquí y ahora de la escritura, la posibilidad de sorprenderme, de que se revelen los pequeños detalles que después resultan los más entrañable de la obra. Es casi como tener una foto mental de la gente que ves todos los días: se cortan el pelo, adelgazan, se afeitan y ni te das cuenta. Puede ser que uno sea un distraído, pero en general es porque ya no ves más a la otra persona, vez la imagen que tenés de ellos en tu cabeza. Eso, un una novela, también puede ser peligroso.

FL. Música al margen, ¿de qué se acompaña para escribir?
TG. Puedo decir de lo que no me acompaño: alcohol ni drogas. Cuando estoy escribiendo me gustan, entre tantas otras, dos cosas: ejercer el control total sobre el texto y perderlo por completo. Y esos dos momentos solo puedo transitarlos en un estado de absoluta sobriedad.

FL. ¿Cómo se documenta para sus novelas?
TG. Exhaustivamente. Me encanta. En mi caso es fundamental para el proceso de escritura, no solo por la verosimilitud del texto, sino por el disfrute que me genera la experiencia. Espero poder hacerlo siempre, veremos cuando se trate de alpinistas, siempre quise escribir una historia extrema sobre alpinistas, pero no he logrado reconciliarme con la idea de escalar una montaña.

FL. ¿Es de los que llevan una libretita siempre a mano y va anotando secuencias, ocurrencias, cachitos de inspiración? /// ¿Nos leería algo de lo último que haya escrito en esa libreta?
TG. Solo durante los viajes. A veces llevo libretitas, otras, papel tamaño A4 con pentagramas del otro lado. Lo que escribo puede no tener nada que ver con el lugar en el que esté. Por ejemplo:
“Desde la montaña nevada que desemboca en la pista conocida como Juncalillo, baja el cuerpo congelado de un instructor de esquí. Baja como lo haría un trineo desocupado, a toda marcha y sin ninguna direccionalidad, baja sin respetar los límites de la pista hasta estrellarse con la puerta automática del lugar donde se guardan los esquíes.”

FL. ¿Empieza por el título o el título ya surgirá?
TG. En general el título es de lo primero que se me aparece y hasta ahora nunca he cambiado ninguno. Pero, justo en estos meses, hay uno que estoy reconsiderando porque lleva el nombre de una locación que a la vez es un Hotel. Temo nunca más me dejen entrar y es uno de mis lugares favoritos. Veremos. Si no fuera un policial, no lo cambiaría, pero, me pregunto si a los dueños del hotel les gustará que mate a…

FL. ¿Corrige mucho?
TG. Muchísimo. Siempre pensé que era común pasarse tanto tiempo corrigiendo, pero al parecer no lo es. Lo disfruto, es parte de la escritura, me cuesta pensar que en algún momento una instancia termina y comienza la otra. Tal vez la verdadera diferencia entre ambas es el conocimiento que uno tiene del texto. A esas alturas ya puedo recitarlo de memoria, ya conozco su música y sé cuando algo desentona, ya me doy cuenta cuando un personaje se sale del libreto o algún otro está siendo descuidado. Ya pasamos de enamorarnos a amarnos, hay otro tipo de intimidad, la intimidad de las cosas chicas, de lo que se dice por lo bajo mientras empezamos a ver cómo funciona lo cotidiano. Es ahí en dónde de verdad puedo terminar de acomodar la trama, de vestir los personajes, de dejar la maquinaria funcionando sin ruidos. Es un hermoso momento de amor, vuelven a aparecer las individualidades y el texto ya puede valerse por si mismo.

FL. ¿Qué manías o supersticiones tiene mientras trabaja, mientras crea?
TG. Me pasa lo mismo que con el lugar de trabajo, voy perdiendo las manías y supersticiones y voy dejándole espacio a lo que ocurre en la vida. Y siempre me acuerdo de la frase preferida de mi padre: “lo ideal es enemigo de lo posible”. Entonces, trato de que lo ideal sea escribir y lo posible sea escribir. Las manías y supersticiones tendrán que adaptarse a esta máxima.

FL. ¿Cómo se titula la novela, cuento, escrito…, que guarda en un cajón?
TG. Ahí si puedo ser supersticiosa y decidir no contestar. En este caso, es ideal y posible.

FL. ¿En qué está trabajando ahora?
TG. Como hago en general, estoy trabajando en dos textos distintos. Una novela a cuatro manos con un escritor de otra ciudad y una nouvelle negra que puede sufrir un cambio de título.

31-frank_sinatra_theredlistFL. ¿Qué está leyendo ahora mismo?
TG. Una biografía sobre Frank Sinatra.

FL. ¿Qué libro/libros nos recomienda, además de lo suyo?
TG. Voy a recomendar autores y algunos textos que aparecen en mi cabeza, por diversas razones (climas, ritmo, personajes, etc), cuando escribo novela negra. No por eso quiere decir que los autores o los libros sean del género.
Shakespeare, T.S Eliot, Conrad, Genet, Christopher Marlowe, Stoppard, Pasolini, Walsh, Sófocles, Arlt, Borges, Christie, Aira, Poe, Irving, María Moreno y Barnes. Y, algunos textos: Boquitas pintadas (Puig), Máquina Hamlet (Heiner Müller), Spoon River (Edgar lee Masters), Rosaura a las Diez (Denevi) y Volpone (Ben Jonson).

FL. Y de la balda “rarezas y curiosidades” de su librería, ¿algún descubrimiento que quiera compartir con nosotros?
TG. “El matrimonio perfecto” (estudio de su fisiología y su técnica), de TH. H. Van De Velde. Cuando tengo un mal día, leo un fragmento y recupero el sentido del humor.

FL. ¿La mejor forma de matar?
TG. Olvidando.

FL. ¿Su entretenimiento favorito?
TG. ¿Además de hacer y escuchar música, bailar tango, beber con gente que quiero y viajar? Imaginar, junto a mi hija, en qué ciudad vamos a pasar la noche. Siempre un país diferente y una actividad diferente. Pensar que puedo hacer estallar el mapa y darle el mundo, aunque sea durante los sueños, me mantiene felizmente ocupada.

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