¿Cómo está el género negro? ¿Qué le sobra? ¿Qué le falta? ¿Hay burbuja? ¿Se lee mucho o se publica de más? ¿Para qué sirven las ferias de novela negra? ¿Y los premios? ¿Nos gusta cómo se hace la promoción? ¿Se piensa en los futuros lectores? ¿Sigue anclado en lo analógico en este tiempo digital?
Debatamos.
Rosa Ribas (“Sobra machismo. Falta autoestima”) y Víctor del Árbol (“No somos capaces de transmitir a los jóvenes que la lectura es una forma de rebeldía”) abrieron este debate en el que ahora tienen la palabra dos viejos guerreros con mil batallas y decenas de balazos encima. Son Raúl Argemí y Julián Ibáñez (La Plata, Santander), oficio y sabiduría, y ambos de vuelta de casi todo.
Por expreso deseo de uno de ellos, el debate empieza con ADVERTENCIA.
La advertencia de Raúl Argemí:
“Por algo que tiene que ver con la claridad y la honestidad de las respuestas, digo:
¿A quién le importa un comino de la novela negra, cuando estamos ante una revolución burguesa, de derecha, que liquida uno tras otro los derechos humanos y laborales ganados con muchos muertos? Hablo de España y hablo de Argentina, como ejemplos bastante extendidos. Dicho esto, que no extrañe mis respuestas a un cuestionario excesivamente largo, que se podría resumir en dos preguntas: ¿Sirven para algo las novelas?, y, ¿Si no sabes escribir para qué publicas?
Pero, como se supone que hablamos de “género negro”, un par de precisiones. El llamado género negro es una contradicción en sí mismo. La definición de un género viene desde afuera de la escritura, de los que nos clasifican como bichos pinchados sobre un corcho. A falta de definición de un pozo de locos donde tiene sitio de todo -policial de enigma, hard boiled, novela criminal, polar y neo polar, para no extendernos- volver a lo simple ayuda. La novela policial se define como género porque tiene reglas en general comunes a todas ellas. Es realista, en el centro hay una violación a las leyes, y un investigador, detective, policía, periodista, etc, que resuelve el enigma. Agregaría que salvo pocas excepciones, que escapan a las normas del género, son novelas que, en su raíz, son de derecha, integradas y con la moral al uso, como todas las novelas de Raymond Chandler; para no joder con ejemplos más inocentes, como Agatha Cristhie. Hoy, abundan, por toneladas, las novelas de este tipo. ¿Son novelas negras? No. La novela negra no es un género, es un modo, como en la música: una mirada y pulso de rocanrol. En síntesis, hay muy pocas novelas negras; y tan pocos autores que no dan para llenar un festival”.
Pasado el uf de la advertencia, vamos al mano a mano.
Raúl Argemí | Julián Ibáñez |
“Falta ambición estética. Sin ambición estética el texto no será mas que mierda de pajarito” |
“No hay colecciones juveniles de género negro” |
¿Qué le sobra y qué le falta a la novela negra en estos momentos?
Raúl Argemí: Casi todo lo que se publica con ese marbete me deja en claro que sobran perpetradores y falta ambición estética.
Julián Ibáñez: ¿Sobrar?… Quizás tanto poli (o detective) divorciado y con una hija adolescente “niña de mis ojos”. ¿Faltar?… Quizás más hard boiled.
Muchos títulos, muchos autores, la autoedición… ¿Se lee tanto como se publica?
Raúl Argemí: Si alguien leyera todo lo que se publica estaría internado con chaleco de fuerza, y su sentido del gusto literario estropeado para siempre. Los editores, como los vendedores de drogas, ponen el acento en lo que creen que se vende. Ya pasará, todas las oleadas pasan.
Julián Ibáñez: Novela “enigma” desde luego. Hard boiled mucho menos. Una relación de 10 a 1.
¿Por qué?
Raúl Argemí: Por lo que dije de los editores, y de los que quieren publicar porque creen que son escritores.
Julián Ibáñez: La novela “enigma” engancha. ¿La razón? La respuesta se la dejamos a Andreu Martin y José Ramón Gómez Cabezas que son sicólogos.
Tanto autor, tanto título, tanta feria de novela negra, tanto club de lectura de novela negra, tanto reseñista/bloguero de novela negra… ¿Hay burbuja?
Raúl Argemí: Por suerte todas las burbujas explotan. En 2004, viviendo en Barcelona puse fecha a la caída en la crisis económica de España, que se iniciaría con la explosión de la burbuja inmobiliaria. Y no me equivoqué. Era inevitable, todas las burbujas explotan. Sólo que cuando haga ¡pum! la burbuja de la llamada novela negra nadie se quedará sin casa y sin trabajo. O sea que no tiene importancia.
Julián Ibáñez: No creo. Esto está sucediendo desde hace mucho en otros países y la “burbuja” resiste.
Si sí consideras que hay burbuja: ¿qué quedará cuando explote esa burbuja?
Raúl Argemí: Quedarán algunas novelas que se escribieron desde la literatura y el jugarse el alma. Como en toda la historia de la literatura.
Julián Ibáñez: …
Manuscrito, edición, publicación, presentación, promoción, reseñas, ferias, firmas… Ese es el escenario en que transitamos; ¿qué le sobra y qué le falta?
Raúl Argemí: Francamente, todo ese circo me importa muy poco. Cuando uno comienza a publicar, hasta se siente reconocido, y eso no es malo, mete ganas. Después, ya, para qué, como no sea para vender libros. Ojo, soy un tipo disciplinado y serio. Cuando publico, hago todo lo necesario para vender esos libros. ¿O no estamos en un sistema de compra, venta y consumo? El escritor que crea que está eximido, al margen del mercado, es un pelotudo. Cuando escribo soy libre y hago lo que se me canta. Cuando publico, soy parte de un producto del mercado. Y, que se venda, tiene que mucho que ver con que yo coma o no coma. Aunque, la verdad, paro la olla trabajando con cosas distintas a los libros.
Julián Ibáñez: No creo que le sobre nada. Escribir es un trabajo muy solitario. Se agradece salir de casa, a lo que sea, incluso a cantar rancheras con los colegas en cualquier Semana Negra.
¿Cómo modernizarías, actualizarías, ese escenario? ¿O así como está vale?
Raúl Argemí: Los músicos la tienen más fácil porque hacen bolos, tocando acá y allá. El novelista puede hacer show de poesía, narrar que piensa de la vida mientras hace malabares con botellas sobre el escenario, o recitar sus novelas mientras baila en pelotas en show de stripper. Si no se inventa un circo propio tendrá que trabajar de otra cosa. Cuando yo ganaba la mayoría de los premios que merecieron algunas de mis novelas, trabajaba en una empresa de catering. Lavé platos y recogí basura como para un record, si no mundial, al menos local. Dos refranes al precio de uno: el que quiere celeste, que le cueste y… a llorar a la iglesia.
Julián Ibáñez: En algunos eventos no se aprovecha lo suficiente la venta de libros. A los autores hay que exprimirlos, sacarles todo el jugo.
No se suele ver a mucha gente joven en toda la parte cara al público (también en la otra parte) de ese escenario al que aludíamos. ¿Qué no se está haciendo bien?
Raúl Argemí:Cada uno, si puede, consume lo que le gusta. Al fin, esta cosa de que la novela negra se ha convertido en una especie de logia masónica, donde los iniciados se reconocen unos a otros y se palmean las espaldas, no veo que tiene de atractivo para nadie que no sea parte de la secta.
Julián Ibáñez: ¿No? Quizás no hay colecciones juveniles de género negro. Yo se la propuse a Silverio Cañada y me dijo que no, que los padres nunca dejarían leer a sus hijos esa clase de novelas. (Sin embargo conocí a un profe de instituto que daba a leer a sus alumnos las novelas de Pérez Merinero, lo más crudo que se ha escrito por aquí. A los chavales les encantaba).
¿Cómo hay que reclutar a nuevos lectores?
Raúl Argemí: Lo mío es escribir, no alimentar el mercado. Cada escritor puede tener su lector especular, que le devuelve el reflejo. Algunos tienen lectores de primera infancia que consumen sus series. Otros tenemos lectores adultos, que saben que el día de hoy es distinto al de ayer, y que no se repetirá jamás. Me duele el estómago cuando me elogia un lector de los que no me gustan.
Julián Ibáñez: Abaratando los libros. Veinte euros es mucha pasta para cualquier chaval.
¿Tú qué harías, cómo lo harías?
Raúl Argemí: Me han presentado libros en plan aburridamente tradicional, o los he presentado yo acompañado de músicos. Al fin, las presentaciones son actos formales de sociedad, a los que se concurre como a los bautismos, para celebrar algo.
Julián Ibáñez: Camelando a los profesores. Andreu Martin vende mucho entre los adolescentes. Yo he colocado media docena y no me ha ido mal. Claro, los chavales las compran porque el profe de turno les retuerce el brazo para que lo hagan.
¿Qué opinas de la promoción, de cómo se promociona a las novelas (y a los autores)?
Raúl Argemí: Las promociones son una transacción entre la novela real y qué se le quiere vender al posible comprador. Mi novela “Patagonia Chu Chu”, que podríamos pinchar en el corcho como “de aventura”, se promocionó como novela negra. El mercado y el editor marcan el estilo de la promoción. Si lo hace el autor revela que es más pobre y desangelado que Judas en la última cena.
Julián Ibáñez: Depende de la editorial y de la pasta que piensen sacar. Ahora con las redes sociales y revistas como Fiat Lux resulta más fácil. El “boca-oreja” funciona mejor.
¿Tú cómo lo harías?
Raúl Argemí: Si alguien quiere que le solucione un problema de márquetin, el cachet es otro.
Julián Ibáñez: Vale todo. Hay libros que se amortizan con la presentación. Hay autores que tienen su blog, su página en Internet, etc. Hay que moverse a todos los niveles. (Aunque yo no lo haga, también hay que servir para ello).
Presentación tipo: librería, autor y presentador (generalmente amigo), público habitual + amigos/familia/invitados + algún amigo de amigo o amigo de familia o amigo de invitado, loas y alabanzas, ventas y firmas. ¿Te gusta así o tú cómo lo harías?
Raúl Argemí: Detesto las presentaciones, porque, al fin, son para que compren el libro los amigos y la familia. Ya lo dije, al fin, las presentaciones son encuentros sociales, como los bautismos y los velorios.
Julián Ibáñez: Eso es una parte. A veces importante. No prescindiría de ella. Yo lo haría sentando en mi regazo al crítico de turno, preguntándole qué tal un jamón serrano.
Ferias de novela negra. ¿Qué les sobra y qué les falta?
Raúl Argemí: Les sobra gente y les falta escritores.
Julián Ibáñez: Quizás un chiringuito para la gente que empieza y con un manuscrito debajo del brazo, para contactar con los editores.
¿Cómo deberían ser, tú cómo lo harías?
Raúl Argemí: Convocaría a los, digamos diez, que escriben novela negra, y el encuentro sería un fracaso. Entre otras cosas, porque no habría ninguna mujer. En este tiempo de pensamiento correcto, los acomodaticios siempre incluyen novelas de mujeres, aunque no les gusten. Yo, como nací cristiano o suicida, digo otra cosa: Conozco una sola mujer que escribió novela negra. ¿Por qué? Porque la novela negra es cuestión de testosterona, como el rocanrol. Todas las mujeres que quisieron reinar en el rocanrol fueron exterminadas. Bueno, corrijo mi posible encuentro, invitaría muchas mujeres, solo porque me gustan.
Julián Ibáñez: Supongo que invitaría a autores noveles con manuscrito listo para editar. Un lugar donde ponerlo a la venta, donde puedan contar al que les quiera escuchar de qué va el asunto, etc.
Premios. ¿Qué les sobra y qué les falta?
Raúl Argemí: El año pasado fui jurado en Córdoba Mata junto a Guillermo Orsi y Alexis Ravelo. Aparte de lo que cada uno piense de lo que escribimos, los tres estamos convencidos de escribir literatura y defendemos la ambición estética; por eso premiamos un texto ambicioso. Sin ambición estética el texto no será más que mierda de pajarito. Otros jurados premiarán la mierda de pajarito, tal vez porque se ciñe a la receta de un “género” que han jurado respetar. Yo respeto muy pocas cosas, pero las recetas de género no están en esa lista. O sea, hay premios que uno los puede mostrar con gusto y otros que son lamentables. También están los que dan mucho dinero, que ya me gustaría uno para mí.
Julián Ibáñez: Los premios están bien. Sabes que te leerán el manuscrito, y cuándo. Si lo ganas es un poco de pasta y un empujoncito por el culo. Yo desdoblaría los premios: de novela “enigma” y de “hard boiled”.
Qué te traerías de lo que en otros países hacen con el género negro, en cuanto a promoción, ferias, premios…?
Raúl Argemí: Hagan lo que hagan en otros países, siempre están condicionados por el mercado. Yo no soy editor. Yo soy escritor. Es mi espacio de libertad en el mundo. Yo no tengo ganas de negociar. Ni con el mercado, ni con los que compran mito, como el tipo duro, el perdedor rescatable, u otras mierdas, para justificar que sólo son unos borrachos de fin de semana que tienen una computadora, u ordenador y quieren verse publicados.
Julián Ibáñez: Sólo lo conozco de oídas. Eso de sacar el jugo a los autores se lo oí a Zanón. Se quejaba de que aquí nos exprimen poco.
En esta era digital, rodeados de nuevas tecnologías en constante evolución, ¿qué fórmulas se te ocurren para “meter” ahí al género? Dicho de otro modo: ¿cómo hacemos el digitalnoir o noirdigital?
Raúl Argemí: No quiero meter nada en ninguna parte. Ni siquiera estoy seguro de que no sea un error suponerme escritor de novela negra. Lo digital, como antes el cine, modificará nuestra forma de leer y de escribir, y saldrá lo que tenga que salir. En cuanto al mercado, no es mi problema.
Julián Ibáñez: Tengo colgadas media docena de novelas en Amazon. Es un goteo que resulta entretenido. Cada sábado consulto lo que he vendido durante la semana, y a veces hay sorpresas incomprensibles (salvo que, otras semanas, el señor Amazon se esté quedando con la pasta). Creíamos que iba a arrasar, pero no es así, los lectores siguen adictos al papel.
Fotos: Laura Muñoz
Afirma Argemí que «Conozco una sola mujer que escribió novela negra» ¿cuál?
Ya tú sabes, antes la muerte que la fuente.