Por Aníbal Lector, “Di-Secciones de un lector en serie”.
¿No empezáis a estar un poquito hasta los cojones de tanta lista y tanto listillo jodiendo la marrana con los mejores del año?
Porque yo sí.
Muy pero que muy hasta los huevos.
Y aquí, la mosca cojonera soy yo. Y como buena mosca cojonera, me toca mucho los cojones que me toquen los cojones.
Y las mierdas, también me dan mucho por culo las mierdas.
Y este año, como todos los años, ha salido mucha mierda. Demasiada. Y de todos los colores. Mierda rosa, mierda amarilla, y por supuesto, mierda negra. Toneladas de papel que no vale ni para limpiarse el culo.
Y como lo sé, en cuanto un libro empieza a soltar tufillo, le dan por ahí mismo.
Salvo cagadas impepinables.
Esas cagadas que debes tragarte sí o sí para tener boca crítica, aunque sean auténticos truños.
Y esas mierdas, no me digáis que no, son las que más joden.
Por eso, y porque estoy hasta los huevos de listas de listillos, aquí va un poquito de carbón para cabrones, tres regalitos negros para dar por el ojete a esa persona que te jodió el 2014.
“Pero, ¿y quién mató a Harry?”, de Jack Trevor Story.
Empezamos con esta pequeña gran tomadura de pelo llevada a la gran pantalla por Hitchcock en 1955, de lo más recomendable para dar por el calvo a algún cinéfilo gilipollas. Un puto despropósito que se inicia con un desconocido cadáver en medio de la más delirante campiña inglesa, se complica con una fauna de bizarros personajes culpándose del crimen, y ¡ñam! antes de darte cuenta te has zampado la caquita enterita, y estás en Google Maps buscando las señas del panteón de los Hitchcock para cagarte en los muertos del mago del suspense.
“Una extraña confesión”, de Antón Chéjóv.
Esta es para dejar como la bandera de Japón la retaguardia de los más gafapastas del lugar. Ya sabéis, esos que dicen leer sólo boñigas clásicas, mierdecillas en conserva. Y lo mejor, es que como buenos gafapastas, jamás te reconocerán que se la has metido doblada. Aprende, Maquiavelo. Y bueno, si además de decir que es un hito de la novela enigma, les dejas caer que es la ópera prima del maestro, se agachan seguro. Y no es para menos, porque estamos ante una puta obra maestra. Una jodida obra maestra de la engañifa literaria que, durante tres cuartos de tostón, hará que nos comamos el típico pestiño Ruskin costumbrista, en vez de la joya del misterio que nos habían prometido. Y como reproche final, tiene el desenlace menos misterioso de la historia de la novela de misterio, un puto jaque mate al intelecto, digno del tovarich Kasparov. Aprende, pequeño Nicolás.
“Calle de las tiendas oscuras”, de Patrick Modiano.
Y para rematar la cagada, ahí va una bosta del último premio Nobel, para porculizar a esos fieles amantes de la alta literatura que nunca salen de casa sin el Babelia bajo el brazo, aunque cambien más de brazo que de Babelia. Un Nobel con tantos librillos infumables en su haber, que deberían venderlo en el estanco y con avisos de que puede ser perjudicial para tu salud mental y financiera. Pues bien, del gabacho que parió “Pedigrí, la mayor soplapollez del año según yo, a las estanterías de los mayores capullos de España llega “Calle de las tiendas oscuras”. Una paja mental marca de la casa, que cuenta la historia de un detective que ha perdido la memoria y trata de recuperarla. Una novela en slow motion repleta de referencias a la ocupación nazi y la identidad perdida, que como todas las cagarrutas del franchute, es un “cacotus interruptus”, con un final más abierto que el tercer ojo de Jorge Javier Vázquez. Por eso, recomiendo a los que opten por este regalito, que cuando sus víctimas estén llegando a las últimas páginas, tengan un móvil bien a mano para inmortalizar el momento y subirlo al Facebook. Porque, creedme, la face de gilipollas que les quedará al terminar este book será para recordar y compartir.
Y hasta aquí, mis pinitos favoritos del 2014. No me enrollo más, para que os dé tiempo a plantárselos a vuestros enemigos entre el árbol de Navidad y el caganet, no sin antes desearles, ¡feliz ano nuevo!
Sin Comentarios