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William McIlvanney. In Memoriam.

“Mis mejores escritos son los que no se han publicado”

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Hace siete meses que murió William McIlvanney, un Señor del Género Negro. El escritor escocés falleció en Glasgow sin ver cumplido su plan de completar con dos novelas más la trilogía protagonizada por Laidlaw, un proyecto que anunciaba en esta entrevista que reproducimos (con audio incluido, impresiona su voz) y que fue publicada en la extinta edición impresa de Fiat Lux. El encuentro con McIlvanney lo tuvimos en el otoño de 2014.

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“La novela negra adquirió significado en mi vida literaria sin que yo me lo esperase»

No hay whisky. No hay tabaco. Y no lee novela negra.
“¿Cómo titularías esta entrevista, Willie? … Conversación con un impostor”.

William McIlvaney, Kilmarnock (Escocia), noviembre de 1936. Profesor de inglés primero, y después novelista, poeta, ensayista, periodista…, escritor. Padre de Laidlaw, “policía por casualidad… Le enterraré en una tumba con un poco de paz”, y creador del Tartan Noir, “no me gusta mucho el término… Me viene a la cabeza la imagen de un criminal de Glasgow vestido de tela escocesa y no”, McIlvanney novelea contando -voz de tabaco y whisky- que un mundial de fútbol (1978) le hizo escritor: “estuve seis semanas como corresponsal de dos periódicos, una experiencia increíble profesionalmente pero desde el punto de vista de un escocés muy deprimente (lo hicimos fatal)… Pero bueno, así pasó y volví a Escocia y ya era escritor, me dediqué a escribir desde ese momento, desde 1978 hasta ahora”.

Creador de la trilogía Laidlaw (Laidlaw, Los papeles de Tony Veitch y Extrañas lealtades), McIlvanney anuncia solemne que habrá dos más y será quinteto. Brindamos por ello con vino blanco, que no con whisky escocés, aunque no dice para cuándo estarán, mirando las notas vemos que en treinta años ha publicado ocho novelas, la última en 2008.

-Nunca se fue pero no estaba. ¿Dónde se había metido, qué hacía, porqué no estaba?

-No era consciente de ser invisible, de que no se supiera dónde estaba y de que no se supiese lo que estaba haciendo… He estado escribiendo, es un impulso que tengo, escribo por impulso. Me resulta un poco deprimente oír que a lo mejor la gente no sabe que estoy ahí, que sigo trabajando y haciendo cosas… La última novela que escribí fue hace 6 años así que realmente tampoco hace tanto tiempo. A lo mejor, en lo que respecta a la novela negra sí que he sido un poco invisible durante más tiempo. Pero he seguido haciendo otras cosas, escribiendo…, por ejemplo una obra de teatro para televisión que fue premiada con un BAFTA…

-¿Ha vuelto del todo a la novela negra, ha vuelto para quedarse…, tiene nueva novela negra lista para salir?

Tengo planes de escribir dos novelas más de Laidlaw, una sobre el Laidlaw joven, de antes de la primera novela, y otra sobre el final de la carrera policial de Laidlaw. De todas formas, aún no lo sé seguro, son planes y ya se sabe que a veces no fructifican…

La novela negra adquirió significado en mi vida literaria sin que yo me lo esperase realmente, sin que supiese que iba a suceder. Entonces, bueno, ya que se ha dado esta situación un poco inusitada pues me apetece cerrar el círculo  de Laidlaw y enterrarlo en una tumba con un poco de paz, de un modo pacífico, y darle un buen final.

-Hablemos de Laidlaw. ¿Qué estaría investigando si estuviera aquí en estos momentos que vivimos, en qué estaría poniendo orden y dónde?

-Pues no lo sé, la verdad. Laidlaw como personaje literario se acabó en los años 90, a principios de los 90, sus últimas investigaciones son de los años 90… Si estuviese vivo ahora posiblemente ya estaría jubilado, no estaría trabajando. Estas novelas tienen un cierto componente histórico, de novela histórica, así que si estuviese vivo sería demasiado viejo como para funcionar.

-Laidlaw lee a Unamuno o a Camus, desconfía tanto de los criminales como de quien le ordena que los detenga… ¿Por qué se hizo policía?

-En parte es policía por casualidad… Laidlaw es un hombre fascinado por aquella parte de la sociedad que no se puede ver, por el reverso de la sociedad, y le interesa la realidad que está por debajo de la superficie… Es un existencialista este personaje y en ese sentido siente un impulso de analizar la realidad del lugar en el que se encuentra, pero desde ese punto de vista de ver los dos lados de la realidad, tanto la superior como la inferior.

-¿Laidlaw es un usted o usted es Laidlaw?

-No puedo confesar qué hay de Laidlaw en mi jajaja. No, es broma. En realidad sí compartimos ciertos rasgos de carácter, pero Laidlaw es un tío mucho más duro que yo. Es muy interesante, y me gusta mucho poder habitar el personaje, imaginármelo, meterme en su piel. Pero, claro que no somos la misma persona, tenemos preocupaciones en común, tenemos ciertas actitudes en común también, pero yo soy mucho más complejo y mucho más profundo que Laidlaw…, jajaja. También es muy interesante que hay gente que me ha dicho que odiaba a Laidlaw, sobre todo mi ex mujer, ella decía que nos parecíamos mucho y quizás fue por eso que el matrimonio no duró.

-Usted es el padre del Tartan Noir. ¿Qué es el tartan noir, cómo es?

-…Tartan Noir again…, encore une fois… Es una muy buena pregunta… No me gusta mucho el término Tartan Noir. Creo que lo acuñó Ian Rankin y me parece que como eslogan comercial funciona muy bien y que está muy bien pensado porque es fácil recordarlo. Pero no me gusta mucho porque me parece que esa idea del Tartan es una reducción de una idea más seria de lo que significa ser escocés y la identidad escocesa. A mí cuando me hablan del Tartan Noir siempre me viene a la cabeza la imagen de un criminal de Glasgow, un tipo duro vestido de tela escocesa, y no…, no existe, no funciona así, y no me gusta mucho. Creo que Rankin acuñó este término como eslogan publicitario a propósito, para dar a conocer la novela negra escocesa en el mundo y ha funcionado y eso está muy bien…, pero no me gusta mucho.

-¿Qué etiqueta le pondría usted a su novela entonces? A mí se me ocurre: ¿novela negra filosófica?

-¡Esa denominación me encantaría! Pensar que mis novelas negras son novelas negras filosóficas me gustaría mucho… Pero bueno, hablando más en serio, Laidlaw es un hombre que piensa mucho y que se plantea muchas cosas, pero realmente es un filósofo más bien espontaneo, es un hombre de acción que piensa mucho y que se plantea mucho las cosas.

-¿Qué lee de novela negra, qué le gusta en novela negra?

-La verdad es que tengo que confesar que leo muy poca novela negra, casi no he leído nada. Cuando era joven sí que leí a Dashiell Hammett, a Chandler, pero no es un género que suela leer. Así que cuando empecé a escribir Laidlaw era un territorio virgen para mí, me estaba enfrentando a algo que no sabía bien cómo funcionaba. Pero es que al principio no había planeado escribir una novela negra… Tenía la voz del personaje y me parecía que era un personaje que venía de un sitio difícil, duro, y entonces tirando del personaje fue saliendo lo demás. Primero oí la voz y luego me pareció que esa voz encajaba en un lugar de dureza y de situaciones difíciles…, y un personaje así pues tenía que ser un policía, le encajaba… Y bueno, pues a partir de escribir una novela sobre un protagonista que fuese policía me salió escribir una novela negra. Pero en principio mi impulso primordial no era escribir una novela de este género.

Me pareció además que la novela negra era un género que estaba en desuso, que se estaba utilizando muy poco y que se estaba desarrollando muy poco. Y me pareció un medio excelente para decir cosas serias y significativas sobre la sociedad y que quizás no se estaba utilizando lo suficiente en ese sentido. Con todos los respetos hacia Agatha Christie, yo no quería escribir Muerte en la vicaría, no me interesaba mucho el detalle de llegar a descubrir quién ha cometido el crimen, a mí lo que me interesa es por qué se comete el crimen. No me interesaba la novela negra sólo como un pasatiempo, como un entretenimiento, sino que me pareció un medio excelente para explicar el porqué de muchas cosas.

-Me llama tanto la atención que esté desconectado de la novela negra, que no le interese la novela negra… ¿Por qué esa desconexión?

-Bueno, me interesa otro tipo de literatura, otro tipo de narrativa. En principio me fijé en la novela negra no porque me interesase el género en sí mismo sino porque me pareció un género que se podía explotar para hacer muchas más cosas. Me gustaba Hammett y me gustaba esa idea de poder hacer lo mismo que hacía él. Hammett escribía novela negra seria en la que incluía un análisis más profundo de las cosas, y entonces me pareció que podía hacer lo mismo.

-Usted dijo que la novela negra luchaba como un peso mosca cuando podía pelear como un peso medio. Ahora la novela negra está viviendo quizá su mejor momento. ¿Pelea ya como un peso medio…, por qué cree que ahora se vende y se lee tanta novela negra?

-No sé…, no sé por qué se da este fenómeno. Pero espero que en parte se deba a que la novela negra le presta un servicio al lector: por un lado ayuda a pasar el tiempo, es entretenida, se lee bien, y por otro lado contiene un análisis más significativo sobre muchas cosas importantes. Entonces, al placer de leer se suma ese valor añadido de que tiene un peso mayor desde el punto de vista sociológico o hasta filosófico.

-¿Qué conoce de la novela negra española, qué ha leído?

-Creo que no conozco a ningún escritor de novela negra español. Pero es que en realidad no conozco mucho de la novela negra en general. No es mi campo, he escrito alguna novela negra pero no sé mucho sobre ella. Pero es que no leo novela negra y me gusta no leerla porque no quiero que influya mucho en mi literatura.

-Fue profesor antes que escritor. ¿Por qué lo dejó todo por la escritura?

-Es una historia muy complicada. Me hice profesor un poco porque sí, por accidente, no porque tuviese una gran vocación ni porque tuviese un gran deseo de hacerlo. Pero bueno, comencé a enseñar y vi que disfrutaba muchísimo de dar clase a niños, y realmente pensé que era un trabajo que podía hacer para toda la vida. Pero poco a poco comencé a sentirme mal por no escribir, siempre había querido ser escritor, desde niño, y me atormentaba un poco ese sentimiento de no estar haciendo lo que en realidad me gustaba hacer. Así que después de 10 años de dar clase lo dejé. Pasé un año mal, sin dinero, me fui a vivir a Francia donde estuve un año dando clase a americanos en Grenoble…, y tuve que volver a Escocia y tuve que volver a dar clases porque no tenía recursos, no tenía un penique. Volví a dar clases y poco a poco me fueron ascendiendo y me fueron dando puestos de mayor responsabilidad, me hicieron director del colegio…, puestos administrativos de bastante responsabilidad que no entiendo cómo me los dieron porque no tengo ninguna capacidad organizativa… Pero bueno, aun así seguía pensando que tenía que volver a escribir y que tenía que dejar de dar clase.

Entonces sucedió que en 1978 la selección escocesa de futbol se clasificó para el mundial y dos periódicos me pidieron que fuese a la copa del mundo a escribir como corresponsal para ellos. Me fui, lo dejé todo, mi trabajo de profesor, y estuve viajando por toda América seis semanas escribiendo sobre fútbol y sobre Escocia. Fue una experiencia increíble desde el punto de vista profesional, aunque desde el punto de vista de un escocés fue una experiencia muy deprimente porque lo hicimos fatal… Pero bueno, así pasó y volví a Escocia y ya era escritor, y me dediqué a escribir desde ese momento, desde 1978 hasta ahora. He hecho bastante periodismo para sobrevivir, también, pero bueno he hecho periodismo y escritura y me dedico a eso desde entonces.

-Ha dicho varias veces que escribe casi compulsivamente, que escribe prácticamente a diario. ¿Si escribe tanto por qué publica tan poco?

-…me deprime un poco esta pregunta. Sí que es cierto que siento ese impulso de escribir, escribo muchísimo, a diario, pero escribo para ver qué pienso yo de las cosas, para aclararme un poco las ideas, para reflexionar. Quizá porque vengo de una familia de clase trabajadora siento la necesidad de justificarme a mí mismo constantemente que mi escritura merece la pena, y por eso reescribo muchísimo y hago mucho trabajo de pre-escritura, de preparación para la escritura. Tengo un archivo inmenso, tengo muchísimas notas, escribo mucho pero no para que todo eso sea publicado sino que lo escribo para mí mismo, y cuando a veces veo algo que me apetece publicar entonces sí lo público. La publicación no es mi motivación para escribir.

-¿Y ha merecido la pena?

-Económicamente no ha merecido la pena, probablemente no ha merecido la pena. Pero emocionalmente y espiritualmente claro que sí. Nuestras experiencias no son sólo lo que te pasa sino cómo interpretas o cómo vives lo que te pasa, y eso es lo realmente interesante… Entonces en ese sentido quizás mis mejores escritos son los que no se han publicado.

-Ha habido dos elementos muy presentes y muy determinantes, según usted, en su vida y en su obra (no exclusivamente Laidlaw): su familia y la política. Hablemos un poco de ello, empezando por su familia: padre minero, madre muy lectora, tres hermanos mayores que usted…, muchos libros por casa siendo usted pequeño… ¿Cómo era aquel ambiente, cómo le marcó?

-Recuerdo mi casa familiar como un lugar de conversación, un lugar en el que se hablaba mucho, donde siempre había visitas familiares o de amigos, donde siempre había gente charlando, gastándose bromas…, contando historias. A una edad bastante temprana en mi niñez, en mi adolescencia, me empecé a dar cuenta de que aquello era interesantísimo, que eso merecía la pena ser anotado. Pensaba que si la vida de los nobles y los reyes eran motivo de crónicas o de esos tapices gigantescos, por qué no la vida de la clase trabajadora, era igual de merecedora de esas crónicas o esos tapices biográficos. De ahí probablemente viene mi impulso literario, de querer escribir sobre la riqueza, sobre lo interesante de la vida de la clase trabajadora. Por eso escribí mi novela Docherty que está ambientada en los años 20. Me interesaba mucho, desde el humor, la importancia del humor en la vida de esta gente, a la pasión, la excitación de estas vidas. Todo eso estaba presente en las vidas de la gente más normal y me apeteció celebrarlo, y empecé a escribir o a querer escribir.

-La política ahora… Con la crisis económica y sus efectos tan devastadores para la gente más desfavorecida, con una desafección bastante generalizada, aquí en España desde luego, con deseos independentistas en por ejemplo su Escocia…

-Bueno, soy lo suficientemente mayor como para tener recuerdos del gobierno laborista de justo después de la guerra y mi visión política viene determinada por ese gobierno que me parece que fue el mejor gobierno que ha existido, instauraron la sanidad pública lo que transformó la vida de la clase trabajadora en el Reino Unido. Ese es mi punto de partida político. Creo que después de eso la política británica ha perdido el norte completamente, la política británica está muerta, es un facsímil de lo que era antes. Y por ese motivo en el referéndum por la independencia de Escocia voté que sí, voté a favor de la independencia porque me pareció que quizás si Escocia fuese independiente podría ejercer cierta influencia sobre el gobierno central. Entonces, claro, con la victoria del no me he sentido bastante decepcionado. Pero aun así, me parece que aunque no haya salido victoriosa la independencia, el referéndum va a tener un efecto bastante importante en el activismo político británico, va a servir para regenerar un poco la política británica que ahora mismo, insisto, está muerta. Me parece importante que los escoceses hayan podido darle voz al deseo de controlar su destino, de poder ejercer un control sobre su propio destino. Así que quizás pueda servir para que haya una resurrección de la política británica.

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«Ladilaw es policía por casualidad»

-Hasta aquí la entrevista, ahora viene el interrogatorio: preguntas muy cerradas para respuestas muy concretas. Por ejemplo: Escocia, defíname Escocia

-Es un país físicamente muy bello pero que no se ve seducido por su propia belleza. El problema de los escoceses está muy conectado a su deseo innato de justicia. Un bello contexto en el que se dan muchas y constantes quejas.

-De Glasgow dijo que era arquitectura penitenciaria. Defíname Glasgow.

-Es una ciudad marcada por los peores resultados del imperio británico que son pobreza y trabajo duro muy mal pagado. A pesar de eso ha sobrevivido, ha conseguido sobreponerse a eso, y es una ciudad en la que se combina lo benigno y lo agresivo.

-El fútbol.

-Una bella trivialidad.

-El boxeo.

-Una irrelevancia heroica.

-El whisky.

-Uno de los placeres de la vida.

-Una ciudad para cometer un delito.

-¿Literariamente?

-Sí

-¿Tienes media hora?… jajaja… No se me ocurre, me gustan la mayoría de las ciudades y me daría pena desearle un crimen. ¿Una buena ciudad como contexto para una novela negra? Me gusta la idea de escribir una novela negra ambientada en una ciudad “bien”, una ciudad tranquila, una ciudad sin dureza. Se me ocurre por ejemplo Edimburgo. No estaría mal pero habría que pensar primer qué tipo de crimen se podría cometer ahí.

-¿La mejor forma de matar?

-No soy ningún especialista en esto, jajaja… Recuerdo una película de Danny Kaye que hablaba de Boris Karloff y ese aspecto que tenía que era como un témpano de hielo clavado en el cerebro, sería el arma perfecta. Ese es el consejo de Boris Karloff

-Tiene licencia literaria para matar…: ¿a quién mataría?

-No sé, la verdad. Deificaría a Shakespeare porque todos los demás escritores no servían, o no sirven, para nada.

-Ha sido periodista, ha trabajado de periodista…: póngale un titular a esta entrevista…

-Jajaja… No me dejaría en muy buen lugar a mí mismo, casi mejor no lo hago,…jajajaja. No…, a ver…: conversación con un impostor, por ejemplo.

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Fotos: Gloria Jurado Andrades

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