“Dios me odia tanto como yo a él, y así nos va bien a los dos”.
Así comienza la saga de un detective muy peculiar creado por otro veterano en la banda: J.E. Álamo.
El detective, la criatura, es presentado así por su creador, Álamo (You (que no Joe) es su alias):
“Me llamo Thomas Z. Stone, pero puedes llamarme Tom.
Nací en Gales en 1963 y estiré la pata en Valencia el 7 de agosto del 2012; ya sabes: el día del FR (Fenómeno Reanimación), cuando los muertos, algunos al menos, volvimos a la vida. Ese día, me reanimé y, sin nada mejor que hacer, fui a casa. Quise tomar una copa de camino, pero no llevaba un céntimo. Lástima que a nadie se le hubiera ocurrido colocarme una moneda bajo la lengua, aunque quizá me la hubiera tragado y vuelto a morir. (Si te parece malo el chiste, espera a conocer mis modales).
Tenía esposa e hijos, que se habían acostumbrado a lo de ser mi viuda y huérfanos, así que cogí algo de dinero, me fui a por esa copa pendiente y nunca volví.
Desde entonces trabajo de investigador privado. Buena ocupación para alguien que no puede dormir, es lo que tiene despertar del sueño eterno, y puede hurgar en la mierda ajena para olvidar la propia.Todas las entradas
Tengo un gato al que llamo Gato, una botella a la que llamo Jack y un amigo, Garrido, al que llamo cabrón con cariño, y es comisario de la Brigada FR de Valencia.
Si me necesitas y no me encuentras en mi despacho, búscame en el As de Picas, un garito donde suelo emborracharme a un nivel muy profesional.
A pesar de que odio a Dios, tanto como él a mí, por lo que me ha hecho, no puedo negar que tengo mis momentos buenos.
Bienvenidos a mi mundo, donde lo peor no es que algunos muertos volvieran a la vida”.
“Hay cosas que suceden una sola vez en la vida, morir debería ser una de ellas”.
J. E. Álamo
El Diario de Tom Z Stone.
Por J.E. Álamo.
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El Abismo
¿Sabéis esos trastos que cuelga la gente en los balcones y que tintinean con el viento? A las cuatro de la mañana su soniquete tiene un toque entre burlón y funesto y el mismo aire que los menea se te cuela riendo entre el abrigo y la bufanda hasta helarte las entrañas. Es como asomarse a un abismo ciego que ni se molesta en devolverte la mirada. Nadie vivo en sus cabales saldría en una noche así a la calle, aunque no pueda dormir. Pero yo no estoy vivo, soy un muerto con fecha de caducidad, y la visión de unas luces al final de la calle me alegraron el paso. También confirmaron lo que sospechaba hace tiempo: el bar As de Picas, “El Piojoso” para sus habituales, nunca cierra.
Entré con el alivio de quien llega a casa. Paco, el dueño, me clavó su mirada legañosa y sonrió de medio lado.
–¿Café?
En la radio murmuraba una voz grave: algo sobre agujeros negros y traslaciones en el tiempo. Al fondo del bar rectangular, sentado en una de las mesas amontonadas al lado de la puerta de los servicios, un cliente cincuentón mantenía una discreta conversación con su copa de coñac.
No había nadie más en el local. Por las horas, dos clientes éramos demasiados. Tras asentir a la pregunta de Paco, busqué en vano un hueco limpio en la barra y acabé por apoyarme, resignado. Encendí un pitillo al que me aferré con ganas.
–Añade una botella de orujo –dije–, y un vaso largo.
–¿Blanco o de hierbas?
–Sorpréndeme.
Me senté en una mesa con el café y la botella (orujo blanco) y Paco volvió al lado de la radio.
Entre el murmullo de la radio, el bisbeo del otro cliente y las copas de orujo que hacían desfile, fui olvidando la mirada del abismo y me reconcilié algo con el mundo. Perdí la mirada a través de los mugrientos cristales del bar y supongo que el ensimismamiento permitió al del coñac aproximarse inadvertido hasta que retiró la silla frente a la mía.
–Permiso –graznó, una vez sentado.
Enarqué una ceja con la intención de enviarle a hacer puñetas.
–Paco, lo del señor, –me señaló con el mentón-, lo apuntas a mi cuenta y a mí me traes otra de lo mismo.
–No estoy de humor para escuchar y mis vicios los pago yo.
Frunció el ceño. Tenía ojos enrojecidos, labios finos, ojeras violáceas y el pelo gris formaba greñas. Me fijé en que llevaba las manos sucias y no olía demasiado bien.
–¿No es usted Stone? ¿Tom Z. Stone, el detective? Le vi el otro día en las noticias, por lo del tráfico de órganos de reanimados.
–¿Y qué?
–Me llamo Ramiro.
Bufé a modo de réplica.
–Tengo una hija. –Titubeó–. Es como usted.
–¿Fea, fuerte y formal? Le costará encontrar novio, a los tipos que conozco les gustan guapas, débiles y un poco putas. –Lo reconozco, cuando me pongo cabrón, me pongo.
Frunció el ceño, como si no comprendiera.
–Es una reanimada.
Una reanimada, muerta y revivida gracias a un fenómeno que nadie ha conseguido explicar todavía. Nada extraordinario, éramos legión, aunque las bajas entre nuestras filas son diarias. Muertos que mueren, suena rídículo, una broma divina de mal gusto. Iba a decirle al tipo que seguía sin interesarme, pero volvió a hablar antes de que pudiera hacerlo.
–Regresó bien, su mente intacta; fue un regalo del cielo. La respuesta de Dios a mis oraciones. –Enjugó una lágrima inexistente–. Ya perdí a mi mujer hace unos años y cuando Paula, mi hija, murió de cáncer pensé que Dios me odiaba.
–Dios no odia a nadie, le importamos un carajo –intervine, harto del lamento del otro–. Amigo, no lo repetiré, quiero estar solo.
Agitó un dedo y meneó la cabeza. –No hable así, Sr. Stone, Él. –Su dedo se detuvo señalando hacia arriba–, lo ve todo.
–Sí, es un cotilla. –Hice el ademán de levantarme de la mesa, acabaría el orujo en casa.
–Paula intentó morderme hoy. He tenido que atarla a la cama.
Me detuve. Volví a sentarme.
–Fue antes de comer, no quiso saber nada de las lentejas que había preparado, se tiró sobre mí gimiendo. Intentó morderme. –Escondió el rostro entre las manos.
–Es una terminal, una zeta. –El tipo apartó las manos–. Sufre la ley del decaimiento; nos pasará a todos los que volvimos de la muerte. Llame a los del CIFR, que se ocupen ellos.
Negó con la cabeza.
–No.
–No hay nada que pueda hacer por ella.
–La quiero conmigo.
–Apenas durará unas horas.
–Lo sé.
–Es un peligro.
–Está atada.
–¿Qué quiere de mí? –Pregunté. A pesar de su tragedia, el tipo seguía sin gustarme demasiado.
–He oído hablar de un tratamiento que retrasa el decaimiento. Usted… usted no parece un reanimado. Dios le ha puesto en mi camino.–Se levantó acercando mucho su rostro al mío–. El Señor quiere que comparta el tratamiento conmigo. –Me cogió de la solapa de la chaqueta–. ¡Tiene que ayudarme!
Aparté su mano y me puse de pie.
–Escuche, cretino, no hay un tratamiento y si Dios le ha hecho creer que lo hay, es que es un sádico.
Fui hasta la barra y pagué mi consumición. Paco me observaba con un gesto indescifrable. La voz del tipo me siguió hasta la puerta.
–Es usted un desalmado y un cobarde, Sr. Stone. Cuando se presente ante el Altísimo, tendrá que rendirle cuentas.
Me volví hacia él y conté hasta tres para no ir y romperle los dientes.
–El Altísimo tiene la cabeza en las nubes y, cuando mira hacia abajo, no ve más allá de su enorme polla divina; y si hay un cobarde, es usted, amigo. ¿Qué carajo hace aquí mientras su hija se consume sola y atada en casa? ¡Váyase al infierno!
Me fui sin mirar atrás. Tenía una botella de bourbon en la cocina que me atontaría lo bastante para no tener que seguir pensando.
Al día siguiente fui de buena mañana al As de Picas. Las pocas horas que restaban de oscuridad de la noche me habían dejado resaca y sabor a cenizas en la boca. Paco no se había movido de su sitio al lado de la radio, que murmuraba algo ininteligible.
–¿Otro café? –Preguntó como si no me hubiera marchado.
Asentí.
–¿Orujo?
Negué con la cabeza. Me encendí un pitillo y no pude evitar mirar hacia el fondo del local, casi esperando ver al tipo de la copa de coñac. Paco se dio cuenta.
–Se largó al poco de hacerlo tú.
No respondí.
–En la radio hablan de dos cadáveres con un tiro en la cabeza: una zeta y un tipo, padre e hija.
Seguí sin responder.
–¿Tú crees que…?
Le interrumpí.
–Creo que quiero el orujo.
Paco me sacó la botella y una copa.
Al final el abismo no es más que un pozo de mierda.
Continuará.
Fantástico, como siempre. Bravo.
Hola! Perdonad, me pasaron inadvertidos los comentarios. Muchas gracias 😀 Ya hay más Diario de Tom en Fiat Lux.
El cierre del capítulo está muy chingón; aunque por sí solo queda a la perfección como un relato autoconclusivo, el saber que continuará deja en uno muchas ganas de seguirlo. Es excelente. El autor sí que sabe cómo desarrollar un libro por entregas.
Muchas gracias, Jesús. Ya tienes una nueva entrega del Diario de Tom, Disculpa la tardanza en responder
Joe, es un placer volver a leer algo fresco sobre Tom, uno de mis personajes favoritos de toda la línea Z. Tus historias son envolventes y tus personajes tan bien logrados, en especial el protagonista al cual le he impregnado mucho cariño. Gracias por captar mi atención, por esa pasión que plasmas en cada palabra escrita, por atraparme con historias tan elocuentes como entretenidas y por hacer de esta realidad monótona algo más llevadero. Un gran abrazo desde Buenos Aires, Argentina. 🙂
Gracias, Carlos! Disculpa la demora en responder. Me alegro de que te guste. Tienes otra entrega del Diario de Tom. 😀
Estupendo, me encanta Tom!
Ves mi comentario sobre tu libro dos, por favor? Saludos desde México. https://youtu.be/qUYZliMOMUA
Hola, Mónica. Gracias por comentar y disculpa la tardanza en responder. Ya tienes otra entrega del Diario de Tom. 😀
Hola a todos.
Me gusta que se anime El Diario de Tom Z. Stone.
En este enlace están los diarios publicados hasta hoy: http://revistafiatlux.com/tag/tomzstone/. En este mismo enlace se actualizarán todas las publicaciones que vayamos subiendo.
Saludos.