El Diario de... 0

El Diario de Canillejas (II). Por Paco Gómez Escribano


 

Reaparecemos sección, reaparecemos  Los Diarios de…

Lo hacemos con Paco Gómez Escribano, que este año, con un par de novedades casi listas, debe cosechar premios de la siembra potente que hizo con Manguis en el 16.

Nosotros no tenemos la menor duda, y así debería ser. Y lo hacemos en Canillejas, su territorio. Realmente, el territorio de todos porque es barrio, donde vive la vida (y la muerte).

Escribano, no nos cansaremos de decirlo, domina como nadie y maneja como pocos un territorio literario, que aquí le decimos Barrio Noir, que trasciende de largo (y destroza y revienta) el concepto y etiqueta de novela quinqui. Y si no, léanle.

Traemos hoy la segunda entrega de El Diario de Canillejas, y sería conveniente antes de comenzar a leer que se pusieran al día recordando cómo empezó todo.

El Diario de Canillejas.

Por Paco Gómez Escribano.

La plazoleta (2).

El calor ha venido de golpe, sin avisar, así que no hay huevos a sentarse en el banco a tomar el solecito. Los únicos que se atreven son los jubiletas, que deben llevar el frío metido en los huesos.

            Javi el del Cúter tiene hoy uno de esos días marcados en el calendario como de los chungos. Se lo noto porque al entrar en la bodega tiene ese puto careto que pone cuando piensa que el mundo va contra él.

            Le saludo. Me saluda con una especie de gruñido sin despegar la vista del As. Le pido un tercio al Diego. Me pone unas sardinas de lata de aperitivo. No son de gourmet, pero con la birra entran bien. Por allí anda el Juanito con un moco que te pasas. Son las doce. Se arrima a Javi el del Cúter.

            -Llevo un pedo que te cagas, tío –le dice en plan gangoso.

            – ¿Y a mí que coño me cuentas, tío? ¡Vete ya a tomar por culo, so cansino, que me tienes hasta la polla!

            -Joder… Cómo te pones, tío.

            – ¡Me pongo como me sale de la punta del ciruelo!

            -Qué borde eres, yo…

            -Pero si es que ayer lo mismo. ¿Cuántas veces me dijiste ayer que ibas moco? ¿Treinta? ¿Cuarenta veces? Si me lo dices una vez, no te digo na, so pesao. Pero a mí no me des la barrila, ¿te coscas? Si vas pedo que te den por el puto culo, tío.

            El Juanito recula y se pone a hablar con el extintor, que no le escucha, pero tampoco va a replicarle en plan borde.

            – ¿Quieres un copazo de Chinchón? –le pregunto a Javi.

            -Vale.

            -Vaya charla le has dao ¿no?

            -Si es que es un barrilas, tío. Se levanta y se pone de copas hasta el culo. Luego empieza con los tercios, y a las once de la mañana ya lleva un pedo que te cagas. Anoche me dio la vara. Me retiré y el nota se cambia de lao y me sigue dando la brasa por la izquierda. Me tiene hasta la polla el baboso mierda. Tú fila con ese ritmo el pedo que tiene el nota por la noche.

            -Ya, pero el nota es así.

            -Pues que le dé la barrila a otro, que me tiene hasta la polla. Igual que el Gustavo, tronco. Ahora le ha dao por llegar a la bodega y poner música a toda hostia en el cacharro ese que lleva de emepetrés. Y el pavo se cree que nos tiene que gustar. Otro que un día le meto, tronco.

            -Si es que te pasas tol día aquí, Javi.

            -Pos por eso, un puto respeto, joder.

            El Javi sigue leyendo el As.

            -Bueno –le digo-, por lo menos estarás contento, que el Atleti va a la final de la Champions.

            -Sí, con el puto Madrid de mierda. ¿Será posible?

            -Os vamos a ganar ¿le digo?

            -Pos puede ser, pero no vendáis la burra antes de tiempo, que sois unos fantasmas. ¿Viste ayer el partido? ¿Por qué ponen una copa ahí donde estaba el locutor? ¿Ein?

            -Porque tenemos diez –le contesto aguantándome la risa-, y ponemos copas en varios sitios del campo.

            – ¡Vete a tomar por culo! ¡Ojalá os enchufemos diez!

            -Y tú que lo veas con los ojos en la mano.

            – ¡Capullo de mierda…!

            Esquivo un golpe del Javi, de los cariñosos. Y en ese momento entra el Kilo por la puerta.

            -Estoy al caer –me dice descojonándose de la risa.

            Es simpático el hijo de perra. Siempre se ha tomado la vida a cachondeo. Y lo sigue haciendo. Como su hermano el Karlitos, que hoy ha decidido no currar. Entra en la bodega cinco minutos después de su hermano y el Diego le mira con cara de «qué hijoputa eres, vago» porque ve que nunca le va a terminar el local para fumadores o lo que coño sea eso que le está haciendo el Karlitos cuando le sale de los huevos en el local de al lado, que en su día fue uno de aquellos locales con futbolines y billares que hoy ya no existen.

            – ¿Dónde está el puto Juanito? –grita.

            El Juanito estaba aquí hace solo unos momentos, lo juro por mis muertos. Pero el nota ha desaparecido.

            – ¿Pos qué coños te pasa a ti?

            -Pos que el joputa me lo encuentro esta mañana y me dice que se ha muerto mi colega el Jose, el que vive en San Blas.

            -No jodas que se ha muerto el Jose –le digo.

            -Y ¿pa qué coños quieres al Juanito? Déjale y que le den, que así nos deja tranquis un rato -dice el Javi.

            -Pues pa darle un par de trucos al joputa. Cuando me lo ha dicho me he ido hasta su keli pa dar el pésame y eso. Total, que llamo a la keli y le digo a la vieja que soy un colega de su hijo. Así que me abre, llego a la keli y le doy el pésame. La nota me abraza llorando to triste y empezamos a hablar del Jose. Hasta que la piba me pregunta que quién coño es el Jose, que su hijo se llamaba Javier. Y ya me cosco que en esa keli ha muerto un nota, pero que no es mi colega, que ya es puta casualidad que me confunda de piso y que la haya palmao allí también un nota de mis tacos.

            -Hala, pírate, tronco, eso no se lo cree nadie.

            -Pos no te lo creas, pero es la puta verdad. Diego, dame una copa de Chinchón.

            – ¿Tienes pelas o te lo apunto?

            – ¡Que tengo guita, coño! Qué nota más cansino…

            -Cansino y pesao tú, capullo. ¿Cuándo vas a seguir con la obra, ein?

            -Ya sabes tú que yo en el curro voy a mi bola, que si me agobian es peor.

            -A tu bola, sí. Ya sé cuál es tu puto rollo. Cuando se te acaba la pasta para tabaco y priva te presentas aquí con el mono.

            -Yo hace años que no tengo el mono, tío –todos nos descojonamos.

            -El de currar.

            -Ah, eso es otra cosa.

            -Bueno –le digo sin acabar de creerme la historia que nos estaba contando-, y qué te dijo la vieja del pavo ese fiambre.

            -Pos qué me va a decir. Se quedó un poco flipá y yo le dije que me había confundido de velatorio y me piré de allí, tío, antes de que se mosqueara o creyera que la estaba vacilando. Pero es que bajo, entro en la bodega de enfrente a tomar una copa y me encuentro al Jose allí con un pedo que te cagas. El joputa se estaba bebiendo un copazo de Chinchón y se estaba fumando un peta. Le dije lo que me habían dicho y el nota se partía la caja.

            EL Juanito entra a la bodega tambaleándose y pide un tercio.

            -Coño, mira, hablando del rey de Roma –dice el Karlitos-. ¿A ti quién te ha contao que se había muerto el Jose?

            – ¿El Jose? ¿Qué Jose? ¿Tú te pinchas Fairy, tronco?

            -No, si todavía te meto, joputa.

            El Karlitos alza el puño. El Juanito flipa viendo lo que se le viene encima. Yo le sujeto el brazo y le convenzo de que meter al Juanito no tiene sentido, que somos todos del barrio y toda esa mierda. El Gustavo entra, deja su cacharro de emepetrés en la barra, pide una birra y la música suena a toda hostia. Javi el del Cúter agarra el artefacto y lo estrella contra el suelo. El Gustavo le lanza una hostia al Javi, pero su puño aterriza en la cara del Juanito, que cae al suelo hecho un guiñapo.

            -Mira –dice el Karlitos-, no hay mal que por bien no venga.

            El Diego saca un bate de béisbol.

            – ¡Me cago en la puta! –grita- ¡Me lío a batazos y me quedo solo! ¡Es que me quedo solo! ¡Por mis muertos!

            Se nubla. Yo me salgo, no sea que se vaya a escapar alguna otra hostia. Me siento en el banco con el Kilo.

            -Oye, tío, ¿me dejas uno ochenta para una caja de puritos? Te lo doy mañana y…

            -Que te den por culo, Kilo.

            El Kilo sonríe. El Gustavo se marcha a la zapatería con cala de mala hostia con su emepetrés destrozado. El Juanito parece que finalmente ha trabado amistad con el extintor. El Diego mira la tele, ve un programa de esos de cotilleos. Javi el del Cúter sigue estudiando el As. El Karlitos le pega una brasa del carajo. Pa mí que se está rifando otra hostia. Pero yo no llevo ningún número.

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