Manguis. Reseña. Paco Gómez Escribano. Fiat Lux. 2016.04 (4)
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El Diario de Canillejas. Por Paco Gómez Escribano

Se pongan como se pongan quienes padecen indómita querencia al etiquetismo o quienes sufren de subjetivismo total, Escribano no escribe quinqui sino que es ahora mismo el capo del ‘barrio noir’ y su Canillejas es el de todos porque no conocemos ciudad mediana o grande (y bastantes pequeñajas) donde no haya habido o haya un Canillejas, esos barrios con sabor a pueblo, esos pueblos con olor a barrio.

¿Por qué sí Poisonville y no Canillejas? ¿Por qué quinqui cuando lo que menos hay son quinquis?

Escribano, el guardián (sí) de Canillejas, cuenta en el barrio, con el barrio, desde el barrio y con sabor de barrio, historias de nuestra historia. Te gustarán o no te gustarán, pero ahí estás tú. En ‘Yonqui’, en ‘Lumpen’, en ‘Manguis’ o en la que viene ‘Cuando gritan los muertos’.

Barrio con sabor a pueblo, pueblo con olor a barrio.

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El Diario de Canillejas.

Por Paco Gómez Escribano.

 

La plazoleta

             El día es de esos soleados de marzo, de esos que tras varios días de lluvia y frío te apetece salir a la calle y sentarte en un banco. Así lo hice después de pillar un bote de Mahou en la bodega del Pepe. Me senté, encendí un pitillo y cuando me disponía a disfrutar del panorama se me acopló el Nitro. Me saludó y me preguntó que si tenía uno treinta para comprarse una caja de puritos de diez. Le dije que no, porque aunque te los devuelve al día siguiente o en unos días no me apetece tener ese rollo ni con él ni con nadie, que si te dejo, que si me devuelves, que si tal y pascual, así que le mandé a tomar por culo y le dije que le fuera a dar el sablazo a otro. Sonrió.

            El Nitro se quedó colgao de los tripis. Una buena tarde se fue al cine Covacha a ver «Goodsavethe Queen» y se sintió mal. Cuando entró en el Metro tuvo que ir dando saltos por el andén para no pisar a los enanitos y ya en el vagón todos tenían cabezas de marciano. Cuando despertó estaba en el Alonso Vega. Le habían aplicado electroshocks, o como se diga. Se volvió a dormir y cuando despertó le habían dado una pensión vitalicia con la que lleva años poniéndose, básicamente de vino y de birra. Las pirulas ya se las proporciona la Seguridad Social en cantidades industriales.

            -Por ahí teníamos el Caraburra y yo una recortáenterrá -me dice mirando al barrio de Las Rosas-, detrás del Canódromo. Dónde estará -continúa diciendo con mirada bucólica, como si recordara a una novia con la que la cagara y todavía sufriera por ello.

            -Coño, Nitro, si ahí han hecho pisos y carreteras. Estamos hablando de ¿treinta? ¿treinta y cinco años? -le digo. Él sigue mirando al mismo punto, con la misma mirada.

            -Anda que no dimos atracos con esa recortá. Bueno, al final iba solo el Caraburra que estaba mu enganchao. Pero me daba a mí las pelas, para que se las administrara. El nota venía, me daba quinientos talegos y luego me iba pidiendo.

            -O sea, que fuiste banquero del Caraburra -me descojono.

            -Sí. Cuando se acababa, al mes o así, me traía a lo mejor otros setecientos talegos y yo le iba dando poco a poco.

            -Y esa pasta ¿solo le duraba un mes?

            -Bueno, más o menos. Es que al Caraburra le visto yo darse treinta picos, tío, en un día.

            -Coño, pues treinta picos son muchos picos, tronco.

            -Estaba mu pillao -finalmente despega la mirada del puto horizonte y me mira.

            -Y ¿qué fue de ese chaval?

            -Pues que al final le trincaron y le metieron veintitantos años o más. Murió en la trena. Los maderos estaban hasta la polla. Un día le esposaron en la calle. Y con las manos atrás esposadas le metió un cabezazo a un madero que le rompió la nariz. Tuvieron que venir otros tres maderos pa reducirlo. No veas como lanzaba patadas y cabezazos. Estaban hasta la polla de él.

            -Y tú perdiste el curro de banquero.

            -Claro, tío, y me pesó, porque yo vivía de puta madre. Entonces ¿no tienes pa dejarme un euro treinta?

            En ese momento sale de su portal Javi el del Cúter con su cara de funeral y su color de jeta entre marrón y gris.

            -Y vosotros qué, ¿que no tenéis casa?

            El Josiko sale del local de al lado de la bodega del Pepe. El Pepe lo ha comprado y dice que va a hacer un local de fumadores. Pa mí que lo flipa un poco, pero… El Josiko es hemano del Nitro, buena familia. Va manchado de yeso y pintura y lleva una mascarilla.

            -Yo no sé si es el pegamento o soy yo -dice- pero que se me mueve to.

            -¿Todavía no has terminao la obra, Josiko? -le digo.

            -Ya me queda menos. Pasa y te la enseño.

            Le sigo. Entro. Hay una placa de pladur o de otro material, no consigo adivinarlo, totalmente embadurnada de Novopren.

            -Ves, tío, ya casi está.

            -Dabuten, pero me piro, que no quiero coger un globo de Novopren.

            Josiko sonríe, da un trago de su birra y se enciende un truja.

            Cuando salgo, el Nitro dice que va a pedirle dinero a la Lourdes, la mujer del Demetrio. Son los dueños del bar de al lado de la bodega, y de la bodega. El Pepe es el hijo. La Lourdes ya le ha dicho que no. El Demetrio ya le ha dicho que no. El Pepe ya le ha dicho que no. Sin embargo la Lourdes le pone un vino a cuenta «que ya el lunes cuando cobre la pensión te lo pago» -dice el Nitro.

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            Javi el del Cúter y yo seguimos al sol, sentados en el banco, con las ilusiones y las birras renovadas. Le cuento lo del Caraburra y el Nitro. Él también le conoció, menudo mangui estaba hecho también por aquellos tiempos. Encendemos un piti y se nos acerca un gitano. Antiguamente si se te acercaba un gitano era para pedirte pasta o para complicarte la vida. Sin embargo, el nota nos pregunta por una iglesia evangélica. Le digo que no hay. Y Javi el del Cúter empieza a darle indicaciones sobre una que había hace mucho en el barrio.

            -Javi, tronco -le digo-, esa iglesia estaba ahí hace cuarenta años.

            -Es verdá -dice él.

            El gitano se pira. Y entonces Javi el del Cúter me habla del Quilino y del Guille, dos notas que dieron mucho que hablar en los ochenta. Me habla de palos y de maderos.

            -¿Estos también la palmaron?

            -Qué va, tronco. Siguen por ahí. El que la palmó es el Gordo. Menudo pavo. Me acuerdo una vez que llegamos al Canci. El portero le dijo no sequé y el nota le dijo: «mira, no sé qué coño de problema tienes, pero yo acabo de venir, así que yo no he sido».

            -¿Y qué pasó?

            -Pues que el pavo le dijo que se pirara, que iba a llamar a los de seguridad, y le dio un empujón contra la pared. Mira, tronco, el Gordo le sacó a la calle y no veas. Lo primero que hizo es cogerle del pelo y estrellarle el careto contra el capó de un coche. Luego le dio puñetazos y patadas que te pasas, hasta que le dije que parara, que no iba a ganar na matándole. Pero lo que me flipó fue la crueldad, tronco. Le vi hacer varias de esas. Claro, el nota sabía pelear, toda su puta vida en la calle…

            -¿Cómo palmó?

            -En el trullo.

            El gitano vuelve y nos pregunta lo mismo.

            -Tronco, ya nos has preguntao antes -le digo.

            -¿Ah, sí?

            No sé si nos está vacilando o es que ha pasao un rato en la obra con el Josiko. Al final se pira rascándose la pelota, como si intentara descubrir el origen de un misterio de esos chungos.

            Un transportista se acerca donde el Demetrio. El hijoputa lleva una caja de champiñones pequeña. Para transportarla, usa un carro de esos de apilar cajas tochas de fruta. El Javi y yo nos descojonamos, y entonces vuelve el Nitro.

            -Oyes, ¿me podéis dejar ochenta céntimos para comprar la caja de puritos?

            Ni puta idea de dónde ha sacado el resto.

            -¡Cagüen mis muertos, Nitro, toma los putos ochenta céntimos y deja de dar la puta murga!

            Javi el del Cúter le da setenta y yo le paso diez. El Nitro se pira por el mismo sitio que momentos antes ha desaparecido el gitano.

            Renovamos birras. Renovamos trujas. Se está puta madre al sol. Al rato viene es Angelito, el de la zapatería. Nos pregunta que qué tal estamos. Es uno de esos pavos que te pregunta varias veces eso de «¿todo bien?». Yo creo que es para compensar, porque otras bazas te cruzas con él y no te da ni la hora.

            El Josiko asoma por la puerta de la obra, con su mascarilla, con su ropa hecha un cristo y con su pedo de birra-Novopren. Sonríe enseñando su boca sin piños después de quitarse la mascarilla, y entra a lo del Pepe. También renueva birra.

            -Hijos de puta, ya han venido tos -dice el Javi haciendo referencia a que durante la Semana Santa la acera estaba vacía. Ahora ya está llena de coches.

            Vuelve el Nitro, mostrando orgulloso su caja de puritos. La sonrisa es la misma que la de su hermano. Es la felicidad que da toda una vida de estar puestos.

            -Y vosotros qué, ¿que no tenéis casa?

 

 

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