Debate, Entrevistas

El estado de la nación noir (VI). Comisarios de festivales


¿Cómo está el género negro? ¿Qué le sobra? ¿Qué le falta? ¿Hay burbuja? ¿Se lee mucho o se publica de más? ¿Para qué sirven las ferias de novela negra? ¿Y los premios? ¿Nos gusta cómo se hace la promoción? ¿Se piensa en los futuros lectores? ¿Sigue anclado en lo analógico en este tiempo digital?

 

Debatamos.

Hoy un tres bandas con comisarios de festivales de novela negra. Organizadores de eventos en torno al género negro que, además, son escritores de género negro, uno de ellos más prescriptor que escritor.

Hoy debaten el novelista Lorenzo Silva, Getafe Negro; el prescriptor y agitador Sergio Vera, Casas Ahorcadas-Cuenca; y el también novelista Carlos Bassas, Pamplona Negra. Reflexiones a tres bandas muy interesantes porque en ellas mezclan sus diferentes facetas.

Antes de ir con ellos, y por si quieres ponerte al día, estos son los debates que llevamos:

Rosa Ribas y Víctor del Árbol

Raúl Argemí y Julián Ibáñez

Bernard Minier y Santiago Roncagliolo

Empar Fernández y Maribel Medina

Pere Sureda y Gregori Dolz 

Silva

Vera

Bassas

Silva3 Sergio Vera Bassas3
“Echo en falta apuesta por premios a voces nuevas” “Hay overbooking de festivales, faltan clubes de lectura” “Para algunas editoriales lo único es vender el producto”

 

¿Qué le sobra y qué le falta a la novela negra en estos momentos?

Silva: Soy poco amigo de las deportaciones, lo mismo si se trata de minorías étnicas que de libros o autores que no me gustan, así que a lo primero no responderé; ya nos sobran  inquisidores y censores dispuestos a arrimar la tea a lo que les incordia. Yo leo lo que me interesa y lo que no, lo aparto y no me molesta. Sí echo en falta más implicación con el acontecer corriente (que no normal, vivimos en un país y un mundo cada vez más anormales) y verdadero de las cosas, donde también hay historias extraordinarias, incluso más extraordinarias que las ficciones más calenturientas. Como ese magnicidio cometido por un ama de casa en un puente de León.

Vera: Creo que le sobran títulos y le faltan ideas. Demasiado asesino en serie para el país  de El “Caso”.

Bassas: No sabría decir si realmente le falta o le sobra algo. Y, de hacerlo, creo que tampoco me atrevería a exponer el qué. Creo que vivimos un momento en el que, por suerte, hay una gran variedad dentro del género, tanto en lo referente a tipos de historias, como a estilos, formas de contar esas historias, voces. Quizás, aunque no es un fenómeno nuevo, vivimos una época de gran permeabilidad entre géneros, de caída de muros y fronteras (estructuras, personajes, tramas…). A unos les gustará, a otros no.

 

Muchos títulos, muchos autores, la autoedición… ¿Se lee tanto como se publica?

Silva: Necesitaríamos muchos más lectores de los que hay, y mucho más dedicados. Definitivamente, no. Como mucho, podemos atrevernos a esperar que todos los libros hayan sido leídos al menos por sus autores.

Vera: Rotundamente, no. Según el último barómetro de hábitos lectores de la población española, publicado por el CIS a principios de 2015,  solo el 7.7% de los encuestados confiesan que su género predilecto es el negro, cifra que la novela histórica triplica holgadamente (23.6%).

Bassas: No. Solo hay que ver lo que realmente se vende. Se habla de un boom de la novela negra debido a su mayor presencia “pública” (premios, festivales, semanas negras…), pero no se vende más. O esa es la sensación que tengo cuando hablo con los libreros, cuando te enfrentas a la realidad del cierre de librerías especializadas. Quizás lo que ha habido es un acercamiento a determinados autores, a determinadas novelas, por parte de lectores no habituales del género.

 

¿Por qué?

Silva: Podría responder: se escribe mucho. O bien: se lee poco. Es la suma de las dos cosas, seguramente, y también que la novela negra, antaño territorio de avanzadilla y guerrillero, es hoy camino trillado (lo que no quiere decir que recorrerlo airosamente sea fácil, más bien al revés: guarden la daga los malévolos). Lo trillado pierde gancho.

Vera: Porque en España, lo que se vende son best sellers, thrillers, no novela negra.

Bassas: …

 

Tanto autor, tanto título, tanta feria de novela negra, tanto club de lectura de novela negra, tanto reseñista/bloguero de novela negra… ¿Hay burbuja?

Silva: Claro, pero reclamo el derecho a la burbuja cultural. Hemos cebado la del ladrillo hasta la demencia y en la del fútbol seguimos bombeando. Para una vez que la inflación tiene que ver con el arte, las letras y la creación, no lo abortemos nosotros. Cuando pase el tiempo quedará lo que haya de quedar, y es bueno que las condiciones sean propicias para que pueda aparecer el nuevo talento (salvo que arrincone a otras formas de expresión literaria también valiosas, eso sí sería nocivo).

Vera: Sí, sobre todo hay overbooking de festivales. Y te lo dice alguien que organiza uno. Por el contrario, creo que faltan clubes de lectura, y te lo dice alguien que organiza uno. Creo que los festivales deberían ser el broche final a una labor continua de promoción de la lectura, porque de otro modo, los festivales solo son cantos al Sol y fotos para el organizador, sin repercusión real sobre los índices de lectura. Ahora, que también te digo, que organizar encuentros con autor, con o sin festival de por medio, es muy importante para captar lectores. Especialmente, si los autores tienen tirón.

Bassas: Quizás no deberíamos hablar de burbuja, que, aunque todos sabemos cómo acaban algunas, suena a algo con cierta estabilidad; sino de pompa. Una de esas pompas de jabón, preciosas, que, sin embargo, estallan al mínimo roce. Su belleza reside, precisamente, en su fragilidad, en lo efímero. Creo que la pompa es más nominal, mediática, que real, que de lectores. Y es posible que, en el momento que los editores intuyan que va a estallar, la novela negra vuelva a su cauce, a su público fiel de siempre, quizás no muy numeroso, pero fiel.

 

Si sí consideras que hay burbuja: ¿qué quedará cuando explote esa burbuja?

Silva: Lo de siempre, y ya lo dijo Chandler, no voy a inventar nada: lo que ha escrito alguien que conoce y ama su oficio y tiene algo original y poderoso dentro. Todo lo demás, desde el oficio del protagonista hasta el tono o el escenario, es accesorio.

Vera: Supongo que cuando todo esto explote, seguirá (bueno, me gustaría pensar que seguiremos) quedando un puñado de autores y lectores incondicionales, y que nos reuniremos en la Semana Negra de Gijón.

Bassas: El lector de género de siempre, sin tanto ruido mediático alrededor.

 

Manuscrito, edición, publicación, presentación, promoción, reseñas, ferias, firmas… Ese es el escenario en que transitamos; ¿qué le sobra y qué le falta?

Silva: De nuevo, líbreme Dios de regatearle a la literatura un centímetro del ínfimo espacio que ocupa en nuestra sociedad. Quizá falte un poco de reflexión previa sobre para qué sirve contar crímenes y resolverlos, y una mirada a lo que queda de lo que se va publicando, digamos, diez años después; una mirada que también es bueno que el autor vaya ensayando, forzosamente en forma de intuición, mientras está escribiendo.

Vera: Ya digo, que lo que faltan son lectores. Alguien me dijo hace poco, que en Estados Unidos hay más escritores que lectores. Pues en España, ídem de ídem.

Bassas: Pues no me atrevería a decir nada. Lo que siempre ha hecho falta son buenas novelas, y diría que de eso andamos muy bien surtidos.

 

¿Cómo modernizarías, actualizarías, ese escenario? ¿O así como está vale?

Silva: Lo importante es escribir bien, y con contenido, y con audacia. No tengo más enmiendas que proponer. Quién soy yo. Bastante tengo con escribir lo mío lo mejor que sé y puedo, no voy a prescribir el camino de nadie.

Vera: No sé. Se publica tanto, que es imposible estar al día. Y hablo tan solo de informado, porque para leer todo lo que se publica haría falta ser un gato, y dedicar tus siete vidas al género.

Bassas: A través de Pamplona Negra he tratado, por ejemplo, de ofrecer algunas cosas diferentes al público —sea lector o no de novela negra—, algo nuevo, secciones como El crimen a escena —mostrar en directo el trabajo de la policía científica, de los forenses, de los jueces—, por ejemplo. Y te das cuenta de que funciona. De que funciona muy bien. Quizás eso aleje al género de lo propiamente literario, pero si un uno o un dos por ciento de la gente que acude a esos eventos se aficiona a los libros, bienvenido sea. Espectáculo, por qué no…, pero con rigor.

 

No se suele ver a mucha gente joven en toda la parte cara al público (también en la otra parte) de ese escenario al que aludíamos. ¿Qué no se está haciendo bien?

Silva: Los jóvenes están muy seducidos por otras cosas, y la novela negra a veces sermonea un poco (algo letal para el lector adolescente y joven). Habría que ir más de igual a igual, con menos aires: en el fondo nadie tiene ni pajolera idea de por qué dos chavales nacidos en el mismo barrio y familia dan lugar a un ingeniero y a un asesino.

Vera: Acabo de terminar mi tesis doctoral, que entre otros apasionantes temas que cambiarán el devenir de  la humanidad, versa sobre los hábitos lectores de los futuros maestros, ¿y sabes qué? Que ni leen ni les gusta leer. Y claro, si a los encargados de animar a la lectura no les gusta, ya me dirás como les va a gustar a los chavales, que tienen mil y una formas de ocio que proporcionan diversión más inmediata y menos exigente que la lectura. Y claro, si no les gusta, ¿para qué carajo van a ir a ningún evento? Es de cajón. Algo tan inútil como pedir a un ateo  que vaya a misa.

Bassas: Yo veo de todo, gente mayor —aunque habría que definir eso—, pero también gente joven entre el público asistente. Supongo que es una cuestión de la forma de comunicar y de las actividades que organices. En Pamplona Negra, por ejemplo, una de las actividades más llenas —hubo que dejar a bastante gente fuera— fue el Taller Infantil de Policía Científica. Contrariamente a lo que muchos suelen pensar, la gente joven lee. Lee bastante. Quizás es una simple cuestión de lenguaje, de las historias que contamos, de las fórmulas que usamos simplemente. Aunque si supiera cómo reclutar a nuevos lectores, me forraría. Pero, parafraseando al gran guionista William Goldman, «nadie sabe nada».

 

¿Cómo hay que reclutar a nuevos lectores?

Silva: Chandler, again. Con la verdad, con la vivacidad, con la naturalidad, sin dejarse llevar por las imposturas grotescas que son moneda corriente en cualquier sociedad, incluso (o especialmente) en la literaria. Siendo uno mismo, fijándote en lo que concierne a quien te lee, tratando de encontrar un equilibrio y yendo de frente.

Vera: Ya digo, que en mi opinión, la pirámide hay que cambiarla desde la base, desde las escuelas y los institutos.

Bassas: Con buenos libros.

 

¿Tú qué harías, cómo lo harías?

Silva: Yo llevo 20 años pateando institutos de secundaria por todo el país. En muchos de ellos leen a Bevilacqua, en la ESO y el Bachillerato. Trato de hacerles ver que él y Chamorro son dos tipos como ellos, dos pringados que salen adelante como pueden en este país lleno de ventajistas y desleales, pero también de gente decente que se levanta todos los días para trabajar honradamente, que es más difícil y mucho más heroico que tomar un atajo criminal. Y la estrategia funciona bastante bien. Si no, los profesores habrían dejado hace años de ponerlos como lectura de clase.

Vera: Pues yo, antes que nada, organizaría clubes de lectura para docentes y para padres con libros entretenidos. Libros que enganchen. Así, cuando los chavales vean que están rodeados de lectores, no tendrán más remedio que rendirse a los libros. Pero para eso, hace falta alguien con mucho carisma y poder de convicción. Alguien que ayude a desterrar la imagen tradicional de que leer es aburrido.  Además, creo que más que novelas, sería preferible empezar con cuentos de autores que puedan ser de su interés, y luego que sean ellos los que elijan qué libros quieren leer. Nada mata más la afición que las lecturas obligatorias. Bueno sí, las lecturas obligatorias de los clásicos. Yo, sin ir más lejos,  odio la Celestina. Y no creo que la literatura juvenil sea la solución. Está ultracensurada. Los chavales (al menos yo, cuando lo era) quieren ser tratados como adultos, leer cosas de mayores, porque los chavales quieren conocer el mundo real, y en el mundo real hay sexo, violencia y palabras malsonantes, algo difícil de encontrar en los libros para jóvenes, editados en su mayoría por congregaciones religiosas.

Bassas: …

 

¿Qué opinas de la promoción, de cómo se promociona a las novelas (y a los autores)?

Silva: De nuevo, cada uno hace lo que puede, en un país donde lo que importa a los medios es si Messi, pobrecito, está deprimido porque Hacienda le persigue.

Vera: No sé mucho del tema, pero por lo poco que sé, me parece que hoy en día, es más importante para las ventas que el autor dedique su tiempo a dar la tabarra por Facebook que a escribir bien.  Me da la impresión que muchos juntaletras escriben más sobre su persona que sobre sus personajes. Claro, con todos los libros que se publican, si no haces ruido mediático, estás muerto al mes  de llegar a las librerías.

Bassas: Pues que, en algunos casos, se hace magníficamente bien. Una buena promoción, eso sí, puede dar mejor o peor resultado, pero ayuda. Hay un grupo de gente que se mueve a golpe “mediático”, lectores quizás no habituales (uno, dos tres libros al año), pero que, llegado el momento de comprar un libro, sucumben a las listas de los más vendidos de la FNAC o EL Corte Inglés —con la creencia de que, si están ahí, es por algo—, al escritor que han visto en la televisión, que han escuchado en la radio o han visto entrevistado en el periódico. Lo que está claro es que, si no estás en ningún sitio, no existes. Otro debate es si lo que se promociona es buena literatura o no lo es; si es únicamente bestseller, libro fácil de entretenimiento, rápido, cómodo (lo cual me parece digno). También en esto hay de todo. Autores muy buenos bien promocionados, y otros no tanto. Pero hay que entender que, para algunas editoriales, lo único es vender un producto, así, a secas; otras, en cambio, además de eso –no nos engañemos, es su negocio— se preocupan por vender un producto de calidad (según su criterio, por supuesto, que puede o no coincidir con el mío, pero ves que siguen una línea). Pero es una simple sensación personal. Puedo estar totalmente equivocado. En estos casos siempre pienso en la famosa wisdom quote de The Economist que rezaba “Eat shit, millions of flies can’t be wrong”.

 

¿Tú cómo lo harías?

Silva: Puerta a puerta. Desde hace años yo soy mi propio vendedor del Círculo de Lectores. Tratando de llegar al corazón de la gente. Entre otras cosas, los que sólo tienen interés coyuntural en lo que haces, lo mangan en internet y no te ayudan a vivir de esto, ya que estamos en el país donde pagarle una conexión a Telefónica otorga un derecho fundamental a sisarme a mí (mira que le ha dado vueltas y sigo sin pillarle la lógica).

Vera: Mal, seguro. Si las grandes editoriales, con sus departamentos de marketing se pegan unas hostias de campeonato todos los años, no creo que un tío de Cuenca vaya a descubrir la pólvora a estas alturas. Pero vamos, que yo lo que creo, es que hay que publicar menos y seleccionar más. Y que las editoriales deben arriesgar, no publicar novelas clónicas del bestseller de turno. Claro que yo soy un lector muy particular, y muchos libros se publican para no lectores. Para los que se leen un libro al año, durante las vacaciones. Así que, lo dicho, ni idea.

Bassas: No sabe, no contesta. Creo que arruinaría el negocio en medio día.

 

Presentación tipo: librería, autor y presentador (generalmente amigo), público habitual + amigos/familia/invitados + algún amigo de amigo o amigo de familia o amigo de invitado, loas y alabanzas, ventas y firmas. ¿Te gusta así o tú cómo lo harías?

Silva: Las presentaciones sirven para poco, salvo en libros minoritarios marginados del circuito de distribución, que es una máquina de picar títulos y autores de la que el escritor invisible ha de defenderse recurriendo a métodos alternativos, en los que una presentación con gente afín puede representar el grueso de la venta. En todo caso, en una presentación hay que pasarlo bien, hacerlo pasar bien y estar a gusto con gente que te gusta; no son más que reuniones de amigos, y ese rato que nos llevamos. Las firmas son significativas sólo en algunos autores y escenarios. En mi caso, por ejemplo, en la Feria del Libro de Madrid, que me parece una plataforma sin parangón para llegar al verdadero lector, o al menos al mío, y por eso tiendo a sacar mi libro anual en esas fechas. Otras firmas, otros eventos, bueno, es estar ahí, que tampoco sobra.

Vera: Creo que ese tipo de actos no valen para nada. Solo para que el autor y/ o el editor se dejen la pasta y la ilusión a lo tonto. Si de verdad queremos que los actos lleguen a un público lector, deben ser organizados por promotores de lectura, por gente que realmente esté en contacto con lectores, no por el amiguete de turno. Porque para vender tres libros a tus familiares, no hace falta ir a presentar la novela a ningún sitio. Puedes mandársela por correo. O ir a su casa.

Bassas: …

 

Ferias de novela negra. ¿Qué les sobra y qué les falta?

Silva: Me vas a permitir que por enésima vez no eche a nadie y anoto que, en la línea de lo que decías antes, hay que lograr más implicación de los jóvenes, los futuros lectores. En Getafe Negro ya estamos en estrategias concretas para lograrlo, con la complicidad de alguno de nuestros socios, especialmente idóneo, para llegar a ellos. Y no digo más.

Vera: Siento repetirme, pero creo que nos falta público. Y digo nos, pese a que estoy muy satisfecho de la respuesta del público en el que yo organizo, si tenemos en cuenta que estamos hablando de una ciudad provinciana de 55.000 habitantes, que como todas las ciudades provincianas  se preocupa fundamentalmente por  mirarse el ombligo. Pero en otras que he estado, de ciudades mucho mayores, me he encontrado con que no había nadie. No sé si es por falta de difusión o por falta de interés. Si es por lo primero, mal por la organización, y si es por lo segundo,  también. Estamos hablando de dinero público, y si el proyecto no funciona, debe cambiar o dejar paso a otro.

Bassas: Yo, en mi caso, lo hago lo mejor que sé y lo mejor que me permite el presupuesto. Trato de no repetir la fórmula de otras ferias, ni los contenidos –aunque, inevitablemente, autores, temas y libros acaban solapándose—, de ofrecer alguna sección distinta. Por ejemplo, cuando empecé Pamplona Negra, una de las cosas que no quería hacer —y que no hago, de hecho— eran presentaciones de libros. Me gusta ver a los autores hablar de temas concretos relacionados con la literatura, con el mundo de la novela negra. Creo que también es mejor para ellos que sentarse delante de un público a decirles: mi libro es la leche. Y el público les acaba conociendo mejor. En la última edición de Pamplona Negra traje a Berna González Harbour y dio una magnífica conferencia. Al acabar, la gente salió y compró su último libro hasta que se agotó. No porque ella hablara de sus bondades, sino porque conectó con el público; la conocieron a ella, y eso llevó a la gente a querer conocerla más a través de su obra. Es solo un ejemplo, pero creo que funciona. Luego están el resto de secciones, en las que profesionales del mundo de la investigación policial y judicial muestran (no solo cuentan) su trabajo en público, en directo. Eso hace que mucha gente que no es lectora también se acerque. Quizás alguno compre un libro. Quizás alguno se aficione al género.

 

¿Cómo deberían ser, tú cómo lo harías?

Silva: Mi modelo está claro, Getafe Negro. Ahí están todos mis errores y los aciertos del equipo del que me honro en formar parte.

Vera: …

Bassas: …

 

Premios. ¿Qué les sobra y qué les falta?

Silva: Y dale con las sobras. ¿Tanto molesta que se anime a un escritor, aunque no sea Shakespeare? Echo en falta premios más rigurosos a novela publicada. Y algo más de apuesta por premios a nuevas voces para sacarlas a la palestra.

Vera: Les falta transparencia, les sobra mamoneo. Cuando se trata de un premio a obra publicada, siempre me pregunto quién vota. Y cuando es a texto inédito, quién lee y cuántos manuscritos cojonudos se quedan por el camino.

Bassas: Faltarles, pues, a la mayoría, una cantidad de dinero decente. La gloria alimenta el ego, pero no la tripa. Soy de los que piensa que el reconocimiento, público y privado, es algo fantástico, pero… Con un premio, lo que me gustaría decirle a un escritor es: me encanta tu obra, así que aquí está este premio que te permitirá escribir una nueva novela sin tener que estar solo preocupado por comer mañana. Y no estoy hablando de importes astronómicos, sino de algo asumible por las instituciones.

 

¿Qué te traerías de lo que en otros países hacen con el género negro, en cuanto a promoción, ferias, premios…?

Silva: Algo me he traído, me gusta el modelo francés de festival en localidad mediana o pequeña, donde el escenario es la ciudad entera, donde la ciudad construye su identidad también a partir de la cultura y la novela negra. En premios, lo que menciono en la respuesta anterior. Y en promoción, más y mejor en los colegios.

Vera: No sé mucho de lo que se hace por ahí, aunque según tengo entendido los festivales en Francia son todo un éxito de público y ventas. No sé cómo lo hacen, pero supongo que en gran medida será porque el índice de lectores de género allí es mucho mayor que aquí. Y es que, no olvidemos, que aunque la novela negra nació en Estados unidos, se bautizó en Francia, de la mano de Marcel Duhamel y la serie noire al poco de terminar la segunda guerra mundial. Aquí, en cambio, llevamos cuatro días de supuesto boom.

Bassas: Millones de euros para construir, como los escandinavos, una Marca España de novela negra, por ejemplo. Ah, y, por supuesto, el número de lectores de alguno de esos países. Cuando veo países como —no, no recurriré a Francia, ni a Alemania, ni a Suecia…— Japón, en los que un autor puede vender millones de libros porque hay un público lector de millones de personas, me muero de envidia. ¿Cómo se logra eso? Tendríamos que haber empezado a apostar por la cultura, por la lectura, por la educación hace 30 años. Ahora es tarde ya.

 

En este era digital, rodeados de nuevas tecnologías en constante evolución, ¿qué fórmulas se te ocurren para ‘meter’ ahí al género? Dicho de otro modo: ¿cómo hacemos el digitalnoir o noirdigital?

Silva: Tranqui, eso ya sucede solo. El digital ha fagocitado todo. Y lo que fagocitará. No creo que el noir tenga especificidades que motiven especiales desarrollos más allá del terreno de lo anecdótico: ¿novelas negras transmedia publicadas por entregas con apuestas online sobre quién será el asesino? Se puede. Pero para qué.

Vera: Hace unos años, en BCNegra, hicieron un relato por Tuiter. Y en las Casas Ahorcadas, fuimos publicando una micronovela por  entregas en el blog. Creo que ese tipo de experimentos son curiosos. Pero que de todos modos, el futuro del género sigue estando en la novela, en pantalla o en papel, pero en novela. Lo demás, no pasan de ser meros divertimentos más o menos divertidos.

Bassas: Sea en papel, en digital, con nuevas tecnologías virtuales, en 3D, con pantallas plegables… En el fondo todo se reduce a una simple y única cosa: contar bien una buena historia.

 

 

 

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